El drama oculto de las mujeres policía
Ellas están olvidadas por el Gobierno y las organizaciones sociales
Producción: sección policiales
Hoy es el Día Internacional de la Mujer. Todas paran menos ellas. Subordinadas a la labor cotidiana y al machismo reinante, las mujeres policía todavía sienten el calor de las llamas de la textil de Nueva York. Acuerdos internacionales y hasta leyes provinciales parecen no alcanzarlas así como tampoco los reglamentos internos.
“¿Tenemos derecho a sumarnos al paro o vamos a ser sancionadas?”, preguntó una mujer policía con un dejo de bronca.
La verticalidad y los reglamentos antidemocráticos les impiden la libertad de expresión entre otras cosas. Por eso, bajo absoluta reserva, mujeres que están dentro de la institución policial contaron el drama que viven. Además, se quejaron del poco apoyo que reciben de los organismos de gobierno y de las organizaciones sociales que dejan a la mujer policía invisibilizada.
La ley de violencia contra las mujeres advierte que se contemplan tanto las instituciones públicas como privadas y todos los tipos de violencia. En la ley no hay apartado ni letra chica que aclare que las mujeres que están dentro de la Policía no están incluidas.
La familia policial es como una manada que, como pasa con los animales, la conducen los machos
“Desde que entramos a la Policía nos sacan el nombre y te tratan sólo por el apellido, y el apellido es lo que te legó tu viejo, el macho de la familia. Por lo que el mensaje es ‘soy lo que dejó mi padre’. Bajo esos parámetros machistas nos forman”, explicó una policía a LMN.
Otra joven uniformada con toda crudeza describió: “La familia policial es como una manada que, como pasa con los animales, la conducen los machos. Es un clan y en ese clan las mujeres si no tenenemos un marido, novio o amante policía, cualquiera dentro de la fuerza te puede coger porque sos parte del clan. De ahí que las situaciones de acoso y degradación sean una constante”.
Como una forma de respuesta ante estas situaciones, algunas chicas eligen engordar para no verse atractivas y así poder trabajar en paz. “Si vos denunciás situaciones de acoso en la Policía, Asuntos Internos te interroga partiendo de la base de que la mujer fue la que generó esa situación y después seguramente te cambien de lugar de trabajo a vos y no al que provocó la situación. Y si vas a fiscalía, sos prácticamente una traidora al clan”, describió.
Las mujeres que quieren hacer carrera dentro de la fuerza deben enfrentar varios obstáculos más. Muchas se masculinizan, es decir que adoptan actitudes de hombre en la forma de vestir y proceder para tener mayor aceptación y sobrevivencia. Después el crecimiento se ve condicionado por un techo de cristal.
2000 son las mujeres que hoy están en la Policía. En cargos relevantes hay sólo hombres.
Por resolución 1287/17 del 30 de diciembre del año pasado, varias mujeres que estaban en carrera y con jerarquía de comisario inspector quedaron relegadas, por encima les pusieron a un hombre. En la actualidad no hay ni una mujer en jerarquías clave dentro de la policía neuquina.
Ese es el maldito techo de cristal, una suerte de metáfora que alude a esas barreras invisibles que encuentran las mujeres a la hora de abrirse camino en su carrera profesional. En la Policía, ese techo invisible existe, es real y se hace sentir.
Entre el abuso de poder y el acoso sexual
Frente a situaciones de acoso laboral y sexual por parte de compañeros y superiores, son pocas las mujeres policías que se animan a denunciarlos. En los últimos años, han salido a la luz al menos tres denuncias.
En 2011, luego de soportar un ambiente laboral hostil, dos mujeres denunciaron a un subcomisario de la Comisaría 21 ubicada en el barrio Melipal. Ambas manifestaron haber sido acosadas sexualmente por su compañero de trabajo, quien les proponía encuentros y hacía valer constantemente su autoridad sobre el personal femenino. Seis años después y en menos de 24 horas, dos oficiales denunciaron casos con rasgos similares: una de ellas trabajaba en el oeste neuquino y otra en la Comisaría 23 de San Martín de los Andes. En el primer caso, el acosador era un subcomisario que había sido denunciado previamente por otra compañera.
Al momento de denunciar, las mujeres relataron haber sido humilladas, recibir comentarios fuera de lugar e incluso haber sido abordadas sexualmente.
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