A caballo y desde el alma: otra forma de conocer Villa Pehuenia y Moquehue
Hípico Cordillera es mucho más que cabalgatas guiadas. Martín y Ana crearon una experiencia nueva que pone en juego todos los sentidos.
“Al hombre de campo, al paisano, se le muere el perro y aunque sufre, pronto lo olvida, pero se le muere el caballo y lo va a recordar toda la vida”, dice Martin Madile. Hace 10 años, con su esposa Ana Hjelt crearon Hípico Cordillera, un lugar único en el corazón de Moquehue que permite el pleno contacto con los caballos, no sólo para conocer el bosque de pehuenes desde otra perspectiva, sino para dimensionar la magia que portan los animales en una experiencia amable y respetuosa.
Eran muy jóvenes cuando se pusieron de novios y empezaron a venir de mochileros al sur. Siempre soñaron con la posibilidad de establecerse en la cordillera, de encontrar el lugar para formar una familia, lo que para ellos siempre incluyó a los caballos. Ese amor viene de mucho antes. Para Martín llegó en la infancia. Su papá jugaba al polo y era profesor de equitación. Vivían en Exaltación de la Cruz, provincia de Buenos Aires, y desde siempre los caballos formaron parte de su cotidiano; aprendió respetarlos, a conocerlos en profundidad, a hacerlos compañeros.
Para Ana, ese amor llegó junto a Martín hace 30 años. Estudiaban en Buenos Aires pero viajaban todos los fines de semana al campo para estar con los caballos. “Me encantan, para mí son hijos, como mis salchichas, son mis hermosos perros grandes”, dice ella. En este momento tienen 6 criollos puros: Caramelo, que es el más bebe, Super Agente, Chapulín, Buenardo, Pestaña y Jaguar.
Después de recibirse -Martín es veterinario y profesor y Ana es profesora de inglés- se vinieron a Neuquén con su hijo que entonces era pequeño, buscando cumplir su sueño de juventud. Estuvieron un tiempo viviendo en una chacra, para entonces Martín trabajaba en el área de ganadería de la provincia, lo que lo llevó a recorrer todas las áreas rurales. Cuando visitó Pehuenia por primera vez no lo dudó: es acá, dijo.
Un sueño hecho realidad
Villa Pehuenia Moquehue implicó el inicio de una aventura que tuvo mucho idas y vueltas. Comenzaron haciendo cabalgatas guiadas en el territorio de Lili Puel, de la comunidad mapuche Plácido Puel, fue una experiencia de años muy enriquecedora, para la que se prepararon mucho. Viajaban a Buenos Aires por periodos prolongados para resolver temas de salud familiares, por la educación de su hijo y también para continuar capacitándose, pero siempre volvían Martín trabajó por años en la Asociación Argentina de polo y ambos se formaron en la equinoterapia.
En 2015, lograron conseguir el predio para poder poner en funcionamiento lo que siempre habían imaginado: un lugar para que las personas pudieran disfrutar de los caballos tanto como ellos lo hacen y transmitir que en esos bichos de 500kg hay un sinfín de posibilidades para hacer conexión.
Con esfuerzo, una gran inversión, pero sobre todo con cariño, construyeron Hípico Cordillera, un espacio sencillo, rodeado por un bosque de Pehuenes milenarios, con vista a la cordillera, donde realizan cabalgatas guiadas con reglas muy importantes: no se usan espuelas, ni rebenques.
Son caballos mansos, que no temen al humano que quiere tratarlos bien. Son animales nobles, que se dejan mimar y que parecen disfrutar de la ternura, porque es en definitiva lo que transmiten. Martín y Ana están convencidos que eso sucede con todo en la vida: que es una forma de criar, una forma de educar, una forma de compartir con quienes queremos y que el temperamento de los animales es producto de eso.
“A la gente que viene acá tratamos de transmitir esa experiencia de vinculación con el caballo desde un lugar de respeto. Normalmente, cuando terminamos una cabalgata, hacemos que las personas los desensillen. No siempre lo logramos, hay gente que les quiere pegar, que están acostumbrados al rebenque. No usamos nada de eso, en cambio usamos el cuerpo, la voz: ellos se dan cuenta lo que vos querés hacer y responden”, afirma Martín
Los caballos sanan
Hípico Cordillera es mucho más que un servicio turístico. Martín y Ana formaron la Asociación Civil Araucaria Villa Pehuenia, un espacio sin fines de lucro para personas que necesiten encontrarse con los caballos a jugar, a mimarlos, a descubrir un mundo a través de sus ojos profundos. Todos los sábados de 10 a 12, a partir de un convenio que tienen con la Municipalidad de Villa Pehuenia Moquehue, reciben a un grupo importante de personas con discapacidad que van hasta Moquehue a pasar tiempo con los 6 criollos.
“La equinoterapia es la equitación adaptara para todas las personas. Como cualquier deporte o práctica que se adapta. Es cualquier actividad que se realice con un caballo: andar, bañarlo, darle de comer: involucra todo. Es cualquier cosa que vos hagas con el caballo o arriba del caballo”, explica Ana.
Con los caballos realizan todo tipo de juegos, explican que lo importante es el tiempo compartido y todos los sentidos que activa ese contacto cariñoso. El grupo que lleva y trae el municipio, generalmente está compuesto por persona de todas las edades, desde niños a adultos, muchas de las cuales van hace años y los caballos se volvieron fieles amigos.
No es excluyente para personas de la localidad, reciben a turistas que vienen todos los años a entregarse a esa experiencia de amor. También en las cabalgatas, tienen la opción de hacerlas adaptadas para las familias que así lo necesitaran.
Una experiencia sin igual
“Conectar con un caballo te trae bienestar, alegría. Creo que es una experiencia del alma que no puede fallar. Te conectas con la naturaleza, con lo más simple. Desde acá hemos logrado un montón de fanáticos. Gente que no montó nunca, que ha venido a montar acá con 60 años por primera vez y ha pasado a ser lo mejor que le pasó en la vida. Ahí empieza el gran recorrido que es la vida junto a ellos”, dice Martín.
Para las cabalgata, sólo se necesita contactarlos por whatsapp al 1130244042 o a través del instagram @hipico cordillera. No hace falta tener experiencia previa. Hay dos tipos de salida, una para la gente que monta por primera vez o no tiene mucha práctica, donde van hasta el final del Valle de las Ánimas, un lugar soñado entre el agua pura de la cordillera y los bosques milenario. La otra, es para personas más experimentadas, donde se sube hasta el Cerro Chenque Co y se consigue una vista panorámica extraordinaria del Lago Moquehue.
Así como no usan espuelas, ni nada que pueda dañar, para cuidado de los animales hacen una sola salida por día, donde Martín hace de guía. La idea es que sea en grupos pequeños, para hacerlo más personalizado y que se vuelva un momento inolvidable. “Acá buscamos que todo sea en un marco de respeto, tano para el caballo como para el turista”, explica Martín.
“Para nosotros es un sueño cumplido, hecho realidad. Este es el lugar que siempre quisimos tener desde los 20 años, lo logramos a los 50. Costó muchos años y mucho esfuerzo y aun hay mucho por hacer. Nos faltan un montón de cosas, pero bueno, siempre vamos avanzando”, dice Ana.
Durante el invierno, los caballos son trasladados a una estancia en el Paraje Manzanito, un mallín enorme cercano a Zapala. Ahí se resguardan de la nieve de Moquehue y de las muy bajas temperaturas, pero para Ana y Martín también implica darles la posibilidad de que sean libres unos meses, que puedan estar sueltos y tranquilos. “Acá no están estresados, pero no pueden pastorear libremente”.
“Los caballos son familia, pero también son pasión. No hay momento en que no quiera estar arriba de un caballo, están siempre en mí”, dice Martín, con emoción profunda. Lo dice desde un lugar genuino, real, sin apariencias, de quien sabe que un caballo es la vida compartida. Por eso estar en Hípico Cordillera es contagiarse un poco de eso, de la importancia de ir tras los sueños, de la belleza que implica la simetría con la naturaleza, el respeto por el entorno y el amor a los caballos.
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