Es de Añelo y dedicó su vida a la crianza de animales. También se ocupó de dos nietos. Logró cumplir su sueño al visitar las playas de Las Grutas y San Antonio Oeste.
“Por la blanda arena que lame el mar”, como dice la canción, hace una semana y después de soñarlo toda la vida, doña Juana Wircaleo caminó por primera vez por la orilla de la masa de agua salada que tantas veces vio en fotografías y películas. Con sus 87 años sobre la espalda y por la gracia del maravilloso amor incondicional de sus nietos tuvo la oportunidad de visitar las playas de Las Grutas y San Antonio Oeste.
Es así que luego de recorrer un poco más de 500 kilómetros de su Añelo natal pudo regalarle a sus ojos el bello paisaje marino. “La idea del viaje al mar surgió porque un día mirando televisión pasaron videos del mar. Ella me preguntó si yo conocía el mar y le respondí que sí. En ese momento me dijo: yo iré a morir sin conocer el mar”, contó con emoción su nieta Claudia Lagos.
Comentó que esas palabras calaron hondo en su alma y corazón y que de alguna manera fueron el motor de arranque para cumplirle el sueño a su abuela. “Conmovidos por su anhelo de vida nos pusimos inmediatamente en campaña con mis hermanos Maximiliano y Juana para llevarla a conocer el mar. Ella, a pesar de su edad y de los dolores, no dudó en ningún momento en prenderse a viajar”, resaltó.
Sobre las “postales” que quedarán en la memoria para siempre de lo vivido en esta ocasión especial por la familia de doña Juana, su nieta Claudia recordó que “la verdad que disfrutó mucho del viaje. Se bañó en el mar y pudo deleitarse con el atardecer en la orilla mientras tomaba unos mates”. Completó diciendo que “fueron momentos muy lindos, se reía todo el tiempo y se sorprendió de lo salada que era el agua”.
La vida de doña Juana
Toda la vida de doña Juana Wircaleo transcurrió en los campos cercanos a lo que hoy es uno de los yacimientos más grandes de la región, Fortín de Piedra. “Con los años los desalojaron porque una empresa había comprado los campos donde ellos vivían y se vinieron a un nuevo puesto, ubicado a unos 30 km del pueblo de Añelo”, contó Claudia. También la nieta relató que en el transcurso de la historia de su abuela, el destino la puso en un inesperado rol: Ocupar el rol de “madre” de sus nietos.
“Ella me crió a mí y a mi hermano Maximiliano como sus hijos. Mis padres siempre estuvieron cerca pero por razones de trabajo no estaban muy presentes y fue la que cumplió el rol de madre”, expresó Claudia con agradecimiento y orgullo.
La abuela más querida
La historia de la abuela que conoció por primera vez el mar a sus 87 años comenzó con su nacimiento un 13 de enero de 1938. Toda su vida fue atravesada por las costumbres y las tareas de campo criando ovejas, chivas y vacas. Con el tiempo unió su vida y su destino con don Maximiano Lagos y juntos le entregaron, a esta porción de la tierra neuquina, tres hijos: Ramón, Segundo y Juan. Su árbol genealógico hoy se compone además de 10 nietos y 11 bisnietos. “Juana, Maximiliano y yo somos hijos de Segundo y somos quienes la acompañamos a mi abuela en su viaje para conocer el mar. Todos pensamos que esto fue para devolver de alguna manera todo ese amor que nos dio y nos sigue dando”, indicó Claudia.
“Mi abuela es el pilar fundamental de toda nuestra familia, porque es la persona que nos mantiene unidos. Ella es todo para cada uno de nosotros”, sostuvo con emoción Claudia. Además comentó que en el terreno de los pobladores de Añelo, doña Juana ocupa el protagonismo por ser una de las vecinas más antiguas con vida. “Tiene mucha historia para contar, vio crecer y desarrollarse a este pueblo y está orgullosa de haber nacido y crecido en esta parte de la provincia del Neuquén”, aseguró la nieta.
Más adelante y envuelta en lágrimas de emoción, la nieta relató las alternativas que rodearon ese emblemático momento en que doña Juana se encontró finalmente con las aguas del mar: “Antes de entrar al agua se quedó un ratito parada escuchando el ruido de las olas. Se mostró muy contenta y feliz. Además le gustó mucho el paisaje en el que se mezclaba el azul del agua con el cielo”.
Los que tuvieron el honor, el placer y la alegría de compartir este momento único en la vida de doña Juana fueron su nieto Maximiliano, su esposa y dos hijas. También estuvieron: Juana con sus dos hijos y Claudia con su compañero de vida.
A modo de consejo para todos aquellos nietos que aún tienen la suerte de contar con sus abuelos, dijo que “les pido de corazón que los disfruten, que no los dejen solos y los mimen lo más que puedan porque es una bendición su compañía y sus charlas aunque muchas veces cuenten la misma historia”.
Juana, Maximiliano y Claudia, son los nietos que idearon y acompañaron a su abuela en este viaje a las famosas playas de la provincia de Río Negro. “Nosotros, al igual que toda la familia, creemos y estamos convencidos que el amor con amor se paga. Este viaje fue para mimarla y cumplirle su sueño de conocer el mar. La amamos y somos muy felices con ella”, finalizó Claudia.
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