El ocaso de Cerámica Neuquén y Zanón: sin patrones, pero sin fábrica
Luego de la gran popularidad gozada por los modelos de autogestión obrera a principios de los 2000, el ajuste liberal los sitúa en su momento de mayor crisis.
La profunda crisis económica de 2001 que desgarró el tejido social y productivo de la Argentina, tuvo en Neuquén una respuesta muy singular. Mientras en gran parte del país las fábricas cerraban y los despidos se multiplicaban, los trabajadores de una de las plantas más emblemáticas de la provincia, Cerámica Zanón, decidieron no resignarse. Ante la parálisis de la producción y la quiebra empresarial, tomaron el control de la fábrica y, en 2002, lograron volver a encender los gigantescos hornos industriales, esta vez bajo gestión obrera.
Tras resistir múltiples intentos de desalojo por parte de las fuerzas de seguridad y con un respaldo social cada vez más sólido —que con el tiempo se tradujo también en respaldo político—, los trabajadores conquistaron una ley de expropiación que les otorgó la propiedad legal de las instalaciones. Así nació una experiencia inédita de autogestión en el corazón del parque industrial neuquino.
Nacía en el Parque Industrial Neuquén FaSinPat (Fabrica Sin Patrones) , el primer modelo nacional de autogestión obrera de producción industrial, un caso testigo en Argentina.
Durante casi una década, FaSinPat no solo mantuvo en pie la producción, sino que se convirtió en un verdadero símbolo cultural y político. Festivales multitudinarios organizados dentro de la fábrica atrajeron a artistas de renombre como La Renga, Ataque 77, Bersuit Vergarabat, Rata Blanca y León Gieco, entre muchos otros. La épica de los trabajadores neuquinos fue retratada en documentales, películas y series que difundieron la experiencia a nivel nacional e internacional.
En esos años, FaSinPat se erigía como el ícono de un modelo alternativo al capitalismo: un espacio donde la plusvalía ya no era absorbida por un patrón, sino redistribuida entre quienes generaban el valor. Los obreros, ahora dueños de los medios de producción, comenzaron a tener peso en la política local, llegando incluso a ocupar bancas en la Legislatura neuquina. Para muchos, fue la mayor esperanza del comunismo argentino desde la caída del Muro de Berlín en 1989.
En 2014, Cerámica Neuquén siguió los pasos de Zanón: tras la convocatoria de acreedores y la paralización de la producción, los trabajadores decidieron tomar la planta y reanudar la actividad bajo gestión obrera, respaldados por el apoyo de diversos sectores políticos de izquierda.
Zanon y Cerámica Neuquén: Primeras señales de la caída
No obstante, el modelo ceramista autogestionado comenzaba a mostrar señales de desgaste. La falta de eficiencia en los procesos industriales, la obsolescencia tecnológica, la rotura de maquinarias y la escasez de repuestos golpeaban de lleno la competitividad. A esto se sumaba un escenario macroeconómico cada vez más adverso, donde la inflación, la caída del consumo y la retracción de la producción nacional complicaban aún más la sostenibilidad del proyecto.
Para el 2014 FaSinPat ya acumulaba importantes deudas y solo producía al 20 por ciento de su capacidad instalada. La situación se agravó en el 2016, cuando en un contexto inflacionario, el Gobierno de Mauricio Macri eliminó gran parte de los subsidios a la energía, generando importantes deudas a los ceramistas que ya no podían afrontar esos costos.
A lo largo de la última década, las cooperativas de autogestión obrera, FaSinPat y Cerámica Neuquén, recibieron miles de millones de pesos en subsidios energéticos y financieros, además de refinanciaciones y préstamos blandos. A pesar de haber contado con beneficios fiscales y asistencias económicas que ninguna empresa privada podría siquiera imaginar, ambas experiencias han demostrado ser insostenibles en términos económicos. La autogestión, lejos de consolidarse como un modelo productivo viable, terminó dependiendo estructuralmente del auxilio estatal.
Las abultadas deudas por el servicio de electricidad
Cerámica Neuquén ha incumplido reiteradamente los planes de refinanciación propuestos por la cooperativa eléctrica CALF. A pesar de haber recibido subsidios provinciales para saldar deudas anteriores, los pasivos continúan acumulándose y, sin nuevos aportes estatales, resultan imposibles de afrontar. Ante la falta de pagos sostenidos, CALF decidió finalmente interrumpir el suministro eléctrico hasta que la deuda sea regularizada de manera significativa. Actualmente, el pasivo asciende a 263 millones de pesos, una cifra que, con la fábrica paralizada, resulta impagable. A diferencia de FaSinPat, los trabajadores de Cerámica Neuquén no cuentan con una ley de expropiación que les otorgue la propiedad del inmueble, lo que les impide acceder a nuevas líneas de crédito o presentar garantías ante eventuales inversores.
En cambio FaSinPat, que si tiene la propiedad de la fábrica en su haber, obtiene energía del EPEN, con quien sostiene una abultada deuda de 2.070 millones de pesos (casi 2 millones de dólares). Aunque EPEN sea una empresa del Estado, pesa sobre sus representantes un riesgo legal de incumplimiento de deberes, puesto que una deuda de semejante tamaño pone en peligro el equilibrio financiero del Ente. Por ello en el corto plazo, el suministro energético e la ex Zanón, probablemente sea interrumpido.
En el nuevo escenario político nacional, marcado por el avance de la agenda liberal encabezada por Javier Milei y replicada por la mayoría de los gobernadores provinciales, la lógica del sostenimiento estatal a emprendimientos deficitarios como las ceramistas obreras se vuelve cada vez más inviable. La eliminación del déficit fiscal, el freno total a la emisión monetaria y el rechazo a cualquier forma de endeudamiento público se han convertido en dogmas de gestión. En este contexto, el Estado -tanto a nivel nacional como provincial- ya no se presenta como garante de experiencias autogestivas en crisis, sino como un actor decidido a recortar subsidios y cerrar el grifo de la asistencia. La era del salvataje parece haber llegado a su fin.
Zanón, de ceramistas a terratenientes
Con una producción mínima que no alcanza para solventar los costos de producción ni los salarios de los trabajadores y el retiro del Estado subsidiario, el negocio de los obreros de la ex Zanón, parece estar dando un giro trascencental: de ceramistas a terratenientes.
El auge de Vaca Muerta transformó al parque industrial de Neuquén en una zona altamente codiciada desde el punto de vista inmobiliario. Cada una de sus 39 hectáreas supera el millón de dólares en el mercado. En este contexto, distintas áreas de FaSinPat ya han sido alquiladas a empresas privadas, y en plataformas como MercadoLibre se ofrece a la venta una parcela de 14.255 metros cuadrados por 1,5 millones de dólares. La tierra, más que la cerámica, se ha convertido en el activo más valioso.
Con cada vieja máquina que se vende como tonelada de hierro para sostener los salarios, con cada hectárea alquilada o vendida, los hornos de la vieja fábrica se van apagando y con ellos el sueño de una utopía de los trabajadores.
Dos décadas después de tomar el control, los obreros enfrentan la paradoja de haberse convertido en aquello que combatían: ser dueños de un capital improductivo. Así, la vieja épica obrera parece disolverse lentamente en el mismo sistema que alguna vez soñaron cambiar.
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