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El sueño de ser camionero y continuar el legado familiar por tercera generación

Con 25 años de trayectoria, el chofer rionegrino contó lo que significa su profesión, un estilo de vida único y de pasión, en el cual la soledad, el compañerismo, sacrificio, sueños, vivencias e historias, van montados sobre las rutas.

Detrás del volante, de forma solitaria, los camioneros recorren miles de kilómetros en las rutas, enfrentando desafíos, paisajes y viviendo experiencias únicas que pocos conocen o pueden imaginar. Ser camionero no es solo un oficio, sino que es un estilo de vida que se escoge o bien ya está destinado desde la cuna. Darío Palacios se ubica en la tercera generación de camioneros en ese árbol genealógico que se apegó al volante. Y como él, hay varios de sus colegas que han heredado lo que para muchos es una pasión.

Palacios, actualmente tiene 40 años y suma 25 años de experiencia arriba de un trasporte. Nacido en San Antonio Oeste se radicó en Neuquén luego de hacer la escuela primaria en su ciudad natal. Para darle el gusto a su mamá, Alicia, comenzó el ciclo secundario en una escuela Agrotécnica y finalizó sus estudios en una comercial en horario nocturno.

Cuando me entregaron el título directamente me decidí por el camión. Siempre quise ser camionero. Toda la vida anduve con mi papá (Guillermo), mi padrino, vecinos. Siempre esperábamos las vacaciones para salir de viaje y aprender el oficio”, aseguró Palacios sobre su vínculo con una labor sumamente sacrificada.

“Mi padre siempre trabajó en cargas generales, recorría el sur del país, pero también supo andar por todos lados. Así fue su vida. En mi caso hice el recorrido y me objetivo era llegar a cargas peligrosas (combustible) y lo logré”, contó el rionegrino, que estuvo dos años presentándose para ofrecer su servicio en la empresa La Colonia, en donde se siente en familia y donde piensa jubilarse.

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Palacios estaba sentenciado a esa profesión. Es que su hoja de ruta comenzó a escribirse desde el vientre el su madre: “Escuché muchas historias de mi mamá y papá contándome que durante todo el embarazo mi madre lo viajó arriba del camión acompañando a mi viejo. Cuando nací ambos tenían que dormir con el camión en marcha porque si se detenía el indio no dormía”, reveló entre risas a modo de anécdota.

“Esto viene de la cuna no es de ahora. Soy el primer hijo varón de siete y seguí el legado del camión. Uno de mis hermanos –dos años menor- tiene su propio transporte y cuando terminó la escuela siguió los mismos pasos. Eso quiere decir que este rubro siempre nos tiró. Pertenezco a la tercera generación porque mi abuelo paterno en los años '50, ya andaba con su camión en la zona de Río Colorado. Se manejaba con el tema de la fruta y a mi papá le quedó la pasión del camión. El árbol genealógico se fue con el volante porque también tengo tío y primos que cumplen el mismo oficios”, describió Palacios.

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Darío es padre de tres hijas, Antonella(20), Carolina (17) y Oriana (13). Cuando dejó el diagrama (distribución de días de trabajo) para tomar un trabajo en ruta tuvo que pedir “permiso”, ya que su presencia en el hogar no iba a ser frecuente. “Lo hice (la elección) para que ellas puedan estudiar y estar bien, además de disfrutar los momentos juntos en días de franco. Me dieron ese permiso para poder subir a un camión de larga distancia y fue una felicidad”.

Subir a la ruta

Con 19 años recién cumplidos, Darío tuvo su primera experiencia como chofer cuando comenzó a manejar un camión repartidor de Coca Cola. “Me dieron un (Mercedes Benz) 1114 turbo modelo 1986 y me mandaron a buscar mercadería en un viaje de 130 kilómetros. Cuando regresé me vine con mis padres. Y el comentario que nació fue: ‘Antes no nos dejaba dormir y ahora somos acompañantes'. Fue algo que me quedó grabado toda la vida”, recordó.

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En su historial, Palacios resolvió cambiar de empresa y se pasó a otra distribuidora para dirigirse a la zona cordillerana: desde Cipolletti recorrió Bariloche, El Bolsón y Esquel. También en ese raid pasó por Villa La Angostura y San Martín de los Andes. El norte neuquino no fue la excepción porque le tocó viajar a Buta Ranquil, Chos Malal, entre otras localidades: “En esa etapa había mucho turismo y mucho trabajo, aunque el sueldo era muy poco. Después de un largo tiempo, cuando comenzó la explotación y furor de Añelo fue otra cosa. Estuve en el campo desde 2012 hasta 2021. Durante de la pandemia me fui y entre otra vez a trabajar en la larga distancia”. Sobre lo que significa económicamente trabajar en esa última unidad, Palacios consideró que no tiene comparación el sueldo de un chofer de cargas generales con uno de mercancías peligrosa sea de ruta o de campo”.

La escuela de antes

Palacios dice pertenecer a la vieja escuela. En los inicios de su profesión al menos había que tener una base de conocimiento –sobre lo que es un camión, manejo, mecánica- para solicitar trabajo. “Prácticamente, tenías que ir de la mano de tu papá, no te entregaban un camión por que sí. Hoy los tiempos cambiaron porque con el carnet de LiNTI (Licencia Nacional de Transporte Interjurisdiccional) en la mano ni siquiera te hacen una prueba de manejo (el empleador). Te mandan hacer un pre ocupacional y te largan a la ruta o campo a defenderte”.

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Ahondando en tema subrayó que hoy suben muchos chicos con ganas de trabajar y mucha voluntad, pero con muy poca “experiencia”. “’Le falta quemar gasoil’, decimos en el ambiente cuando observamos eso. En este rubro la experiencia la haces andando y no hay esa escuela que hacías con tu papá o tío. Las empresas no te dejan. El 85 % situaciones complicadas que te pueden pasar nos tocó a todos. Ahora pasa que una empresa, por ejemplo, solicita 25 choferes al Sindicato y, si vos estás registrado entras. Y por no quedar como un inexperto te subís a un camión con una carga que no es fácil de llevar… vas aprender a los tumbos, ni hablemos si te llegar un viaje afuera y te toca una nevada. Va aprender, pero con un poco más de presión”, opinó.

Horas y presión

Las personas que transporta cargas peligrosas (gases, líquidos inflamables), maneja más de 12 horas por día y luego pasan a tener doce horas de descanso, según la empresa. Mientras quienes se dedican a las cargas generales mantienen otro ritmo de trabajo en cuanto a las cargas y descargas de mercadería. “Ya no se ven tantos camiones en la ruta que hagan expreso, hay muy poco. Al ser más modernos los camiones que cuentan con toda una tecnología un viaje desde Neuquén a Buenos Aires lo hacés en 17 horas. Antes era un día y medio de viaje”, agregó.

La responsabilidad y esa cuota de presión de llegar puntual al punto de destino genera situaciones de estrés. Y de acuerdo a lo vivido y experimentado por Palacios los choferes pueden llegar a tener ataques de pánico. “Cuando andas muy exigido, con mucho trabajo, manejando con mucho tráfico en épocas de fiestas, más el turismo, sumado a los aumentos de combustible que se pueden dar, todo eso genera una presión que llega un momento que te pasa factura y hay que estar preparado”.

“Tuve ese problema cuando trabajaba en el campo. Me saturó y me llevó a renunciar. No había forma de seguir porque se me aceleraba el pulso, me faltaba el aire y tenía que bajar del camión, cuando a mí el camión es algo que me apasiona. El encierro de hacer siempre lo mismo, la rutina, te lleva a ese comportamiento. Terminé tratándome con un psicólogo hasta que se me acomodaron las ideas y arranque otra vez. El campo es estresante y también hay un montón de gente que se estresa al entrar a Buenos Aires o cuando le toca viajar a la zona de la cordillera. Cuando pasa esto hay frenar y relajarse. A tomarse el viaje de otra manera, sino se termina haciendo una macana, y esa macana cuesta caro porque te puede costar la vida. Andar con sueño, tener una conducción violenta, no venir atento, poseer un grado de agresividad al volante, no suma y hay que saber parar a tiempo antes que ocurra una desgracia”, explicó.

Conciencia e insultos

Al dar una mirada sobre la responsabilidad que significa andar en la ruta con 43.000 litros de combustible el chofer indicó que el grado de conciencia tiene que estar presente siempre tanto en el auto como en el camión. “El que sale en el camión no sale hacerse daño, ni hacerle daño a nadie. Hay que ser prudente. Vos siempre vas cuidándote con el que viene de frente porque nunca sabes cómo viene. Es cuidarte y llegar a destino”, aseguró. Y luego reveló los insultos que les toca vivir por parte de otros automovilistas: “Te putean, te gritan, te hacen señas y se acuerdan de toda tu familia. Y ninguno tiene noción de lo que es andar con un equipo de 43 mil litros de combustible. Estamos hablando de un vehículo pesado que necesita espacio para frenar, para girar, detenerse. La conciencia siempre la tomas cuando te poner detrás del volante. Muchos conductores piensan que el camionero hace cosas adrede en la ruta. Es una locura ver a la gente que sale de turismo y van a 170km/h, sale a matarse. La gente tiene que saber que el camión o colectivo es conducido por alguien que se encuentra trabajando, no de paseo o vacaciones”.

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Familia y soledades

Esta profesión que en muchos aspectos refleja una realidad diferente está llena de esfuerzo, sacrificio, acompañada con una fuerte conexión con los caminos, en la que aparece la soledad total y una larga distancia con el entorno familiar, que no es fácil de llevar para cualquier persona. “Me tocó estar lejos de mi familia para las fiestas de fin de año, cuando se enfermó mi mamá, en actos escolares de mis hijas, momentos irremplazables, porque una foto no es lo mismo que estar presente. La familia respeta, sabe de la profesión y siempre acompaña a través de un mensaje o llamada. La familia influye un montón para que uno pueda salir a trabajar tranquilo y disfrutar. El que sale a la ruta, sale porque le gusta lo que hace, y uno es libre acá. Tuve una separación de mi segunda pareja debido a las horas y distancias que me demandaba el laburo”, sostuvo Darío.

En cuanto a lo que significó la ausencia ante el crecimiento de sus hijas confesó que se “perdió” casi todas las etapas: “Cuando te quisiste acordar están cumpliendo años de vuelta. Ellas se amoldan cuando estoy presente y yo a los tiempos suyos. La mayor está estudiando en la universidad, la segunda terminando el secundario y la más chica por ingresar a la enseñanza media. Lo más lindo es compartir y saber que están al pie del cañón conmigo. Hay que amoldarse a ese crecimiento. Cuando me quise dar cuenta mi hija más grande tenía novio y fue un ‘Hola mucho gusto’…ayer la estaba dejando en la escuela primaria y hoy me apareció con un novio. Espero llegar a la jubilación para disfrutarla. Espero que me de el cuero”.

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En esa parte de vida rodante y solitaria las reflexiones surgen como intervalos en los los cuales aparecen los recuerdos e ilusiones. ”Es trasportarte al pasado y hacer un viaje al futuro", afirma. "Tenés todo el día para reflexionar. Los que vayas a proyectar y el permitir seguir soñando lo pones al derecho al revés, de costado, de la forma que se te ocurra. Vas concretando los sueños pero difícilmente cuesta disfrutarlos porque no tenemos tiempo. Igual, siempre hay que buscarle la vuelta hasta poder concretarlo. También hay tiempo de nostalgia, de llantos…un día me desperté a las seis de la mañana y se despidió -en su sueño- mi mamá (ya fallecida) y vos decía ‘por qué me tocó’”, expresó en cuanto al manojo de sentimientos que pueden aflorar.

“Hay momentos únicos en ciertas horas. Como llegar al descanso en Macachín (La Pampa) y en esos 15 minutos de descanso, mientras te tomas un café, sabes que tenés una hora y media de tranquilidad y sos vos, la ruta y el camión disfrutando el amanecer o atardecer. Eso lo vive el que vive detrás del volante”.

El vivir arriba del asfalto hace que se genere una amistad entre muchos colegas dedicados al transporte: en la ruta se conoce y se va conociendo a todo el mundo. “Siempre hay un chofer que te va ayudar, te va explicar y enseñar. En una parrilla, si estás sentado solo, siempre hay lugar para otro. De una charla y compartir cosas sale una amistad. En esta empresa (por La Colonia) si vos venís a trabajar de la mano de un chofer que ya está trabajando llegas para ser parte de la familia. Nos hacemos mucha compañía y nos prestamos el hombro cuando algún compañero tiene algún problema emocional o mecánico. Vas conociendo gente en la misma ruta, estaciones de servicio o gente que te conoce porque sos ‘El hijo de…’ como me ha pasado a mí. También pasa que con tal colega antes jugabas en la escuela cuando erras pibe y resulta que ahora lo cruzas en la ruta. Es una familia, un sostén y nos ayudamos entre todos”.

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Por otro lado, destacó la valentía de un puñado de mujeres que decidieron tomar el volante: "Es agradable ver la igualdad de género arriba del camión. Cruzar chicas en la ruta haciendo larga distancia es gratificante. En el Alto Valle se ven muchas señoras manejando camiones con batea o a cargo de camiones regadores. Es lindo que haya mujeres que compartan la pasión del camión".

El apoyo, la valoración y respeto al chofer se da de acuerdo a la empresa que trabajes, ya que el trato es distinto en cada una. Palacios sostuvo que tuvo la suerte, cuando ingresó a trabajar a su actual compañía, de hablar con el dueño, Néstor del Campo. “Cuando me dio la oportunidad para entrar no la desaproveché. Lo busque todo el tiempo durante más de un año. Él fue camionero y me contó su historia de vida y cómo logró todo lo que tiene y cómo le gustaba y cuál era su forma de trabajar. El trato fue directo y eso te da una seguridad para salir a la ruta y andar tranquilo. Don Néstor te da el lugar como chofer para tener la confianza e indicar que tal cosa pasa con tu camión. No mandan a ninguna persona a revisar el vehículo. Te dan el ok para que directamente vayas hacerle el mantenimiento que corresponda. Eso prácticamente no se ve en las empresas porque se hace un parte diario, te bajas del camión y cuando volves no sabés si se reparó o quién retiro el camión. En La Colonia tenemos la suerte de seguir manejándonos como se hacía años atrás y te da la seguridad de salir con el camión impecable. El dueño de la empresa conoce cada chofer y cada camión que se le asigna. Todos tenemos el número de teléfono de él por cualquier inconveniente o el de sus hijos. Y eso es lindo. Para el que quiera aprender don Néstor te enseña mucho; prioridades, a estar tranquilo y resolver los problemas para no andar mal. Eso en algún punto te ayuda a contarle tu problema y después se busca la manera de solucionarlo”, reveló sobre el trato especial que reciben.

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“Sólo te pide que cuides el camión como si fuese tuyo y que cuando tengas sueños pares a dormir. A mí me dejaron desenvolverme y poner el camión a gusto mío. A la flota se la denomina ‘La Niña bonita’ porque al dueño le gusta que los camiones brillen. Él (Del Campo) dice que es la propaganda en movimiento. La genta ya nos tienen identificados al ver las cubiertas bien negras, entazados (adorno que va en la ruedas) y lavaditos. Hay empresa que no te dejan ponerle nada al camión, detalló.

Mirada

El título de camionero en varias ocasiones no es bien visto o molesta algunos individuos cuando se desayuna lo que percibe por su laboral. "Vos decís que sos camionero y depende donde lo digas, eso va influir en cómo te van a tratar. Todavía siguen pensando porque uno es camionero es mujeriego y otras cosas. Y la verdad que tiempo para andar boludeando no tenés. En un restaurante no me permitieron entrar y pusieron una excusa para no darnos de comer. Como había muchos turistas no permitieron el ingreso de dos choferes. Después en invierno te sacan un cartel casi al medio de la ruta con un menú para camioneros. También me paso tener una discusión con una profesora por el sueldo que percibía. Cuando le hice la cuenta del por qué cobraba determinada plata no le quedó otra que callarse la boca. Nosotros trabajamos 12 horas los 365 días del año y tenemos un gran responsabilidad por el producto que trasportamos. No desmerezco ninguna profesión, pero no me gusta que desmerezcan la mía", aclaró el chofer ante esa mirada crítica que suele ser despectiva.

De leyendas y fantasma

Cuando se maneja de noche la ruta se hace larga, infinita. Y en ese trayecto bajo el manto de la noche oscura, se han tejido historias que tienen que ver con el mundo paranormal. Creer o reventar, Palacios vivió su experiencia aterradora. “Historias de ruta hay muchas sobre en todo en la ruta 3 en la Línea Sur. Y en San Martín de los Andes, en la entrada a la ciudad, afuera de una empresa está lo que llaman ‘El descanso de la criatura’. Si paras a dormir por la noche se escuchan risas de un nene, llantos, y corridas arriba del semi. Es escalofriante escucharlo. Otras de las vivencias suceden en el campo. Cuando vas a cargar a la noche se parecen imágenes. Ves con el reflejo de la luna una figura que está por salir caminando, y cuando alumbras no hay nadie. Te vigilan”, contó Palacios.

Por otro lado, describió el suceso de la ruta 3 que tiene que ver con el dueño de una estancia: “Un colega contó que una chica recibió un tiro por la espalda por estar enamorada de un camionero. El disparo que era para el chofer terminó con la vida de la hija del dueño de la estancia. Y su alma en pena aparece afuera de esa estancia esperando al camionero. Igual, hay que tenerle miedos a los vivos y no a las almas en pena”, acotó.

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El relato de Darío Palacios puede caber en miles de sus compañeros que despiertan a la 5 de la mañana para iniciar su jornada laboral montándose a la ruta. Estas vivencias particulares, en la que también enfrentan todo tipo de desafíos, muestran un estilo de vida único que de la mano con los sueños. Por ese motivo es que Palacios sentencia que el camión es su vida en la que su libertad está en esos miles de kilómetros que recorre desde sus 19 años. “Es una forma de vida y no la cambio por nada. Hoy me considero camionero. Acá todos los días sos aprendiz. A veces sos psicólogo, médico, maestro, hermano, instructor. Actualmente en la sociedad ser camioneros es decir: ‘Buena Petroca’ tenés un sueldazo’, pero hay que hacer un sacrificio muy grande para tener ese sueldazo. Cuando nosotros salimos a la ruta nunca sabemos si volvemos. Entones las oportunidades hay que aprovecharlas. Y es por eso que un camionero, sobre todas las cosas, nunca deja de ser humilde. Camionero se nace, no se hace”, cerró Darío apelando a un viejo refrán proveniente de la Vieja escuela.

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