"Creo que ya nos quedamos acá". James, hoy un vecino más, con un sorprendente pasado y presente. Conocé a este lindo personaje.
Llevaba menos de 48 en Buenos Aires, en su primer viaje a la Argentina, cuando el compañero de la habitación que alquilaban en Capital Federal lo invitó a salir a tomar algo para despejarse y conocer la noche porteña.
James -34 años- había llegado a la gran ciudad para realizar un exigente curso mientras estudiaba Politíca Internacional, Economía e Idiomas. Nació en Carolina del Norte pero “me crié en Kentucky, esas son mis dos casas allá”...
Claro que tiene una tercera acá y es nada menos que “Cipolletti”. Lo que sucedió aquella noche de gira fue clave para ello y su impensado presente en nuestra ciudad...
“No fue de inmediato que nos pusimos de novio, fuimos hablando durante el mes. Me atrapó lo madura que es, lo bien que hablaba el inglés neutro. Yo había salido a un bar, en un momento no lo encontraba a mi amigo, lo busco y el crack estaba con dos chicas que hablaban inglés. Él es de Texas, gran persona. Resulta que cerraba el bar y ellas se iban a otro lugar, mi amigo estaba como loco y quería seguirlas. Yo en ese interín me perdí en la ciudad, viste una copa, otra jaja. Estaba en otra y él aún con ellas, me bajé de un taxi para volver, pero tuve que llamarlos así me rumbeaban porque no conocía nada, hasta que por fin llegué. En agradecimiento les invité una cena y ahí fue en segundo encuentro que comenzó todo”, relata sobre cómo conoció a su actual esposa cipoleña el protagonista de una historia de amor sin igual.
Ocurrió en 2012 y ya llevan trece años en pareja, cinco de casados y son papá de una hermosa nena cipoleña.
Los primeros tiempos no fueron fáciles. “Continuamos la relación 2 años a distancia, me mandaban mucho a China para hacer cursos intensivos, cerca de Shangai. Encontramos la forma de intercambiar visitas, ella iba a Estados Unidos cuando podía y yo venía a Argentina”, explica cómo se las arreglaban para seguir unidos y salvar la pareja pese a todo.
Enseguida sería el turno de la ansiada convivencia y afrontarían un doble desafío laboral en China. “Los dos recibimos ofertas en Shangai y terminamos quedándonos hasta 2019 trabajando allí. Nos encanta también la vida en las grandes ciudades, recorrer, pasear”, admite con un castellano bastante claro. Un yanqui y una cipoleña en China.
James fue creciendo cada vez más en su trabajo enfocado en latinoamerica y China. “Me desempeño en una consultoría en energía actualmente pero llegué a estar a cargo de una empresa a distancia”, precisa este apasionado de la música.
Cómo llegaron a Cipolletti: mucho de azar y destino
Super memorioso, en especial con aquellas fechas puntuales que lo marcaron a fuego, agrega: “Allí le propuse matrimonio y el 27 de diciembre de 2019 nos fuimos de China. Nos casamos en Cipolletti el 24 de enero del 2020, vino toda mi familia desde Estados Unidos. Teníamos pasaje para volver a China, nos agarró la pandemia y nos quedamos acá varados”, resume el repentino cambio de planes por una cuestión de fuerza mayor, por la tragedia que arrasó con el mundo.
Sin dudas, hubo mucho de azar y destino para que finalmente echaran raíces en nuestra ciudad. La vida en estado puro.
Su desarrollo profesional no se detuvo. “Seguía trabajando para allá, quedé en contacto con el fundador de la empresa que me contrató, que luego se fue y me la dejó a cargo con otro socio. Otra empresa compró la mía y aún trabajo para ellos, para el mercado de Asia”, cuenta dejando en claro el éxito en su profesión.
La pandemia los encontró y retuvo en Cipolletti. “En fines de 2020 quedamos varados, encerrados, en la casa donde creció mi pareja, en lo de mi suegra. Lo único que podíamos controlar en la vida a esa altura era tener un hijo, fue el plan entonces y el 1 de julio de 2021 nació nuestra beba. Allí dijimos no nos convence volver a China con la nena recién nacida, allá no teníamos familia acá estamos literalmente viviendo con su abuela y así fue que continuamos en Cipo”, repasa una increíble secuencia de imponderables, decisiones difíciles y situaciones agradables que los aferraron al pago.
“Yo trabajo en casa, flexiblemente, allá debería estar en la oficina. Trabajo en la noche, en horarios raros, voy mechando en distintos momentos de la jornada el laburo con la vida familiar pero durante el día me dedico más a la crianza. Al principio trabajaba hasta las 4 am y a la mañana no existía, este año hago unas horas de noche, unas de mañana y 3 ó 4 horas durante el día”, describe sus tareas cotidianas en modo “home office”.
Le encanta Cipo
“Cipolletti es un lugar tranquilo nos permite a los tres estar en paz. Viajamos a Asia, a las ciudades grandes, a Estados Unidos. Pero hacemos base acá. Un gran cambio vivir en Cipolletti, nos gustaba mucho la vida en Shangai de solteros, ese plan de vida, vida internacional. Hay días que me pesa, no lo niego y es normal, pero lo disfruto más que nada lo de Cipo por la crianza de mi hija, eso no lo cambio por nada. En un mes va a empezar el jardín, nos da un poco más de raíz, no la quiero sacar de ahí. Viajamos a ver a la familia en Estados Unidos, a China pero nos quedaremos acá”, anticipa quien hoy ya es casi un cipoleño más.
Se hizo del ambiente de la música
De fútbol apenas lo conquistó “la Scaloneta, me encantó vivir el mundial acá”. Pero ni River ni Boca ni el albinegro: su debilidad pasa por la música y ya logró ingresar en ese ambiente local. “Yo tocaba en bandas allá haciendo tributos, cuando caímos acá no conocía a nadie, en este último año fui encontrando muy linda comunidad de músicos, buenos amigos, para la vida social que me faltaba, yo estaba bastante aislado. Soy guitarrista y cantante, mis actuaciones se dan más que nada en todo lo que es alrededor de la Casa de la Bodega, a micrófono abierto. Me hice amigo del chico que lo maneja, lo hacemos juntos a Manu”, culmina el yanqui cipoleño.
¡Qué gran historia de “love”!
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