Más de 300 personas luchan frente a frente contra el fuego en los bosques neuquinos y regresan cada noche para reponer fuerzas y seguir el operativo.
El humo espeso de la cordillera cede con lentitud para darle paso a un cielo despejado. Otra vez el sol lastima con sus rayos agresivos. Más allá del campamento, unas columnas blancas como chimeneas muestran cómo el fuego sigue activo en el incendio forestal de Valle Magdalena, que ya abarca un perímetro de 15.200 hectáreas.
Ya pasaron las cinco de la tarde y los primeros brigadistas empiezan a llegar al campamento. Una carpa blanca funciona como el hospital de campaña del SIEN, que los espera para hacerles un lavaje en los ojos irritados y realizar los chequeos médicos preventivos. Más allá de ese puesto, la mesa está tendida con agua y comida, el combustible necesario para reponer fuerzas y seguir una lucha contra el incendio forestal que ya lleva 13 días.
En la estancia Mamuil Malal se montó un campamento operativo para brindar asistencia logística a los más de 300 brigadistas que combaten cuerpo a cuerpo contra el fuego. Desde allí les dan información meteorológica, mapeos aéreos y todos los elementos que necesitan para combatir las llamas, bajo la dirección del director del Sistema Provincial de Manejo del Fuego, Adrián Barrera.
Los brigadistas vienen de todos lados: hay voluntarios que llegaron de provincias tan lejanas como Jujuy o Santa Fe, también los especialistas de Parques Nacionales, la brigada de Neuquén, los voluntarios de Bomberos y hasta integrantes de comunidades mapuches que fueron capacitados en manejo de incendios por la Fundación Tierras Patagónicas. Sin embargo, todos forman una hermandad en la lucha contra un enemigo común: el fuego que está avanzando sobre especies milenarias de la provincia.
Facundo Figueroa es brigadista de Junín de los Andes y llegó con una cuadrilla con una buena noticia: lograron enfriar el flanco que atacaron en la zona y cumplieron su planificación de la jornada. En un incendio forestal activo que abarca miles de hectáreas, cumplir un objetivo diario es una conquista para celebrar.
Como brigadista de la zona, Facundo empezó a trabajar desde el primer día de la emergencia, cuando un puñado de personas combatían los primeros focos en solitario. Cuando la situación empeoró, cientos de personas empezaron a llegar desde los distintos puntos cardinales para brindar auxilio. Ahora, conviven en un gran campamento en los que se ayudan entre ellos para que "ninguno se quede tirado".
"Es peligroso, se siente mucha adrenalina, para lo que nos gusta es algo que no nos da miedo, pero sí nos da el valor para poder apagar", afirmó Figueroa, que lleva 13 días de trabajo y con el dolor de cuidar su propio bosque, ese terreno que conoce mejor nadie y que hoy está consumido por las llamas.
En Junín de los Andes, la localidad más cercana a la cola del incendio, la familia de Facundo lo espera "con ese miedo constante que tienen todas las familias de los combatientes, que no saben si vamos a volver". Y pese a la adversidad, él saca fuerzas de cualquier lado para redoblar su trabajo a base de coraje y adrenalina.
Facundo sabe muy bien cuáles son los peligros de su trabajo. Con acercarse a 20 metros de las llamas, el fuego ya los quema por aproximación, y deben estar atentos a no quedar presos de una encerrona del fuego, que puede atraparlos en una trampa mortal. Por eso, hay días en que tienen que obedecer la orden de replegarse, por dura que sea, para resguardar su propia vida y dejar que las llamas se ensañen con los invaluables bosques de Neuquén.
A él le duele porque este bosque es el suyo. El brigadista había prestado asistencia en otros incendios, en El Bolsón o en Salta, pero esta vez el fuego está cerca de su casa y ve cómo su propia tierra se quema sin remedio. Las llamas producen un daño imposible de reparar en el futuro cercano: aseguran que las próximas generaciones no verán el bosque regenerado y por eso, cada minuto cuenta a la hora de atacar el fuego.
Por eso el brigadista apela a la responsabilidad compartida para evitar los siniestros: "Les pedimos cuidar cuando hacen fuego, apagarlo bien, con abundante agua y no dejarlo descuidado. Tampoco hacer fuego que haga abundante llama".
Pero pide confianza. En una marea de críticas, acusaciones y dedos apuntadores, afirma la voluntad indiscutible de esos que lucha contra el fuego en la primera línea. "Les pido que crean porque hay en qué creer", pidió.
Los héroes que dejan el cuerpo en el incendio
Después de las ocho de la noche, el humo denso se tiñe con los colores del atardecer y los cuerpos agotados de los brigadistas se recortan contra los tonos anaranjados del cielo. Llegan con el rostro tiznado y la ropa oscurecida por las cenizas y la tierra, se quitan sus trajes ignífugos e ingresan a la tienda de campaña.
Acostados sobre las camillas, se someten al lavado ocular, una rutina obligatoria que hacen los médicos del hospital de campaña para resguardar los ojos de los brigadistas. "Aunque tengan antiparras, los ojos se exponen mucho durante el incendio y la misma suciedad que tienen en la piel les puede dañar las córneas", dijo Luciana Ortiz Luna, médica y secretaria de Emergencias y Gestión del Riesgo de la provincia.
Con el globo ocular anestesiado, les lavan los ojos y les pasan una gasa para retirar la suciedad. "Mirá, todo esto salió", le dijo un trabajador del SIEN a un brigadista mientras le mostraba una gasa ennegrecida.
Después del lavado ocular y el chequeo médico, se sientan para relajarse, bajar los altos niveles de adrenalina y compartir una merienda nutritiva para reponer fuerzas.
Esfuerzos compartidos
Los brigadistas llegan con distintas culturas de manejo del fuego. A los más expertos en incendios forestales se suman los Bomberos de la Policía de Neuquén, que llegaron el martes para brindar apoyo y colaboran siguiendo al dedillo las órdenes de Barrera y el resto del sistema de Manejo del Fuego.
José Luis explicó que no tienen experiencia en bosques, pero sí aportan su coraje y una disciplina propia de la fuerza que les permite hacer aportes donde haga falta. Realizar cortafuegos, vigilar o contener los focos son tareas que permiten que los brigadistas más experimentados se enfoquen en las zonas más críticas.
A ellos se suman las guardias nocturnas que hacen los brigadistas de Santa Fe. De manera voluntaria, llegaron para prestar colaboración y trabajan cuando el resto duerme. No atacan las partes más violentas del fuego, sino que se limitan a mantener a raya los bordes del incendio, para evitar que nuevas zonas se vean afectadas.
Atacando el perímetro, permiten contener las llamas y hacer que los brigadistas se centren cada día en los puntos más graves, con la prioridad puesta primero en las zonas pobladas, donde están las vidas humanas que deben ser resguardadas.
Un trabajo incansable contra el fuego
Este miércoles, con buenas noticias en la lucha contra el incendio de Valle Magdalena, los brigadistas llegaron al atardecer con cansancio, pero con una sonrisa en el rostro. Las conquistas en su lucha contra las llamas les brindan la energía necesaria para dar la batalla al día siguiente.
Álvaro, un brigadista del Sistema Provincial de Manejo del Fuego de San Martín de los Andes, aseguró que el panorama es triste, sobre todo al saber que los bosques que se quemaron van a dejar de existir por generaciones. Sin embargo, aclaró que son felices de trabajar de lo que les gusta, y saben que claudicar no es una opción ahora.
Así, se alegran con un pequeño foco contenido, una línea de avance contra las llamas o la decisión de atacar un flanco nuevo, que hasta ahora estaba desatendido. Otras veces les tocó replegarse y dejar que arda un bosque de cientos de años para resguardar las vidas humanas.
Álvaro sabe que su familia y amigos lo esperan en San Martín. Y aunque está capacitado y acostumbrado a combatir el peligro, en esos gestos de afecto de los suyos, en esos mensajes anónimos y hasta los bocinazos que le tocan cuando lo ven transitar por la ciudad de regreso a casa, confirma que eligió la profesión correcta.
Afronta los peligros y ese calor que irradian los focos más agresivos con la certeza de que todo avance, por pequeño que sea, los acerca un poco más al objetivo. Y mientras la lluvia no llegue, ellos son los héroes solitarios a merced de la naturaleza.
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