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La Mañana Historia

La historia de Carlitos, el chacarero burrero más conocido y querido del Alto Valle

El popular vecino que pasó de la fruticultura a la alfalfa, cría lechones y corderos y es fana de los caballos. Bohemia y esfuerzo.

Acababa de ganar su caballo, el múltiple vencedor Don Carlos, en la reunión del Pellegrini neuquino y él ya andaba prometiendo “asado para todos el miércoles”. Y cuentan que cumplió con creces tres días más tarde para el deleite de la barra burrera que se devoró los manjares elaborados y criados por él mismo en su chacra de Allen.

Desde el jamón crudo de la entradita, al cerdo y el cordero del plato fuerte. Hasta la cereza del postre “la cosechamos de apuro en la tarde”, reconocerá en su primer comentario simpático de tantos que realizará en la nota.

Y aún falta la celebración especial en el bar-bodegón donde suele juntarse, vermú mediante, los viernes a jugar a las cartas con viejos compinches (“mercadito El Tío, ahí paramos con los muchachos”). Claro que, en medio de los permitidos y la bohemia, la responsabilidad no se negocia y es, al mismo tiempo, el primer trabajador.

Por eso, a las 4.30 ya está “enfardando para aprovechar la humedad”. El popular Carlos Hernández -de él se trata- a los 72 años labura en el campo a la par de sus empleados, sin importarle que el físico naturalmente le pase factura. Y sin perder las mañas en ninguno de los sentidos.

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Carlitos prometió y cumplió. Hubo cordero y lechón para toda la barra tras el triunfo turfístico.

Carlitos prometió y cumplió. Hubo cordero y lechón para toda la barra tras el triunfo turfístico.

“Es uno más de nosotros, decí que tiene jodida una pierna, de lo contrario casi que no nos dejaría hacer nada. Pero tenés que verlo subido al tractor encarando el campito”, lo elogia Romina, una de sus fieles y eficientes empleadas.

“Lo hago con cariño, con amor como siempre y ahora también me doy cuenta de que lo necesito para estar activo, distraído y lúcido”, reflexiona, por su parte, el patrón piola...

Apasionado de los pingos y del turf, chacarero de ley, criador de animales, exfruticultor, actual productor de pasto y alfalfa. Vecino estimado, ya que como admite “no tengo enemigos, sí amigos en todos lados, donde voy soy bien recibido y eso me llena el alma”. Aunque en esta suerte de semblanza se lo puede presentar con tres simples palabras: “un buen tipo”. Eso es el gran Carlitos.

Con la picardía y la chispa intacta

El del comentario sarcástico, el chiste picarón y la carcajada ligera. El que con esa chispa especial -y sus alimentos exquisitos, claro- anima las memorables comilonas en el stud de su tocayo Munarin o en su propio galpón-quincho.

La chacra 36 Doña Clara, que se llama así en honor a su madre, es su lugar en el mundo y “por más que me ofrezcan un piso entero en Puerto Madero, por ejemplo, no me sacás ni loco de acá, en el kilómetro 1200 de la ruta nacional 22 voy a estar hasta mi último día”, avisa con la misma convicción que se impuso su pingo.

En su entorno le dicen cariñosamente “viejo vago”, porque cuando baja el sol y cae la tarde le gusta “la diversión” y no concibe la vida sin amigos ni esos momentos de relax en los que recarga energías para llevar adelante sus exigentes compromisos diarios.

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Carlitos y sus dos amores: la chacra y los caballos.

Carlitos y sus dos amores: la chacra y los caballos.

“Mi abuelo materno era vago, le gustaba un poco de todo y mi abuelo paterno un gallego que lo único que sabía era trabajar. Y ahora que pienso creo que saqué un poco de cada uno, en cierto punto me les parezco a ambos”, lanza, ocurrente como de costumbre y con ese espíritu jovial.

“Nací en una chacra acá cerca, siempre viví en chacras rodeados de caballos. Tengo una casita en el pueblo pero acá me siento pleno. Tuve una infancia muy linda, siempre me gustó la caza y en especial la pesca. En los ratos libres me iba a pescar, conocí de norte a sur trabajando y pescando, anduve mucho por la cordillera. Tantas anécdotas y recuerdos, es para hacer un libro”, repasa este allense bonachón. Y razón no le falta.

Orgulloso padre de Damián, quien “me acompaña en todas mis locuras y es una suerte tenerlo de hijo”, se le humedecen los ojos al hablar de su única nieta en la charla con LM Cipolletti.

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Carlitos -el primero de izquierda a derecha- y Damián -boina clara y remera azul-, junto a los otros propietarios de Don Carlos, Nestor Méndez y Osvaldo Franco, en el festejo.

Carlitos -el primero de izquierda a derecha- y Damián -boina clara y remera azul-, junto a los otros propietarios de Don Carlos, Nestor Méndez y Osvaldo Franco, en el festejo.

Son tan unidos con el muchacho que hoy ya supera los 40 que “me fui con él dos años a Buenos Aires para acompañarlo cuando decidió estudiar aeronáutica en la base aérea de Morón y me puse un puesto en el Mercado Central. Por eso te digo que puedo volver con los caballos y ojalá gane algún día en Palermo, lo que sería un sueño, pero a vivir al loquero nunca más”, asegura tajante tras aquella experiencia en la que “no me pude adaptar y pegamos la vuelta”.

“Tenemos una relación muy buena con él, es una persona sumamente recta mi hijo, se hace querer por todo el mundo. Lástima que no me salió de River, se hizo cuervo, es de San Lorenzo jajaja. No tengo dudas de que va a seguir la posta con el tiempo en la chacra, tiene ganas de venirse pero aún no lo dejo, en un par de años estará por acá… A la vez su hija, mi nieta Madalen de 10 años es hermosa, la adoro. Y poné también algo de mi nuera Vanesa así no se pone celosa”, sugiere en otro de sus comentarios risueños.

Su pasión burrera

Don Carlos dejó el tendal en una de las cortas disputadas el domingo en la previa a la carrera del año. Un Especial importante en el que el criado en el Haras Lef Kawell sumó su séptimo triunfo en una ya exitosa campaña. Carlitos lo gritó más que un gol importante de su amado millonario. Se abrazó con su pibe, con sus socios (Néstor Méndez y el doctor Osvaldo Franco), con Mario Laffite, con el Popi, con el Emi y con medio hipódromo.

“Toda la vida tuvimos caballos y lo lindo es poder compartir con la gente que uno aprecia, que uno quiere. No somos jugadores, no lo hacemos para ganar dinero, lo hacemos porque es nuestra pasión”, aclara quien desde ese día no para de recibir felicitaciones.

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Junto a toda la banda y al cuidador en la foto triunfal.

Junto a toda la banda y al cuidador en la foto triunfal.

Su plantel de pura sangre es chico pero eficaz. “En actividad tengo tres caballos, incluida una potranca en la que depositamos grandes esperanzas de obtener alguna alegría mayor. Aún la tenemos acá, el mes que viene se la empezará a amansar, pero atentos que es hija del campeón de la velocidad Lenovo con una madre también de lujo. Así que están dateados de antemano”, anticipa y guiña el ojo.

Su vida campestre y la clave para que los lechones y corderos “salgan más ricos”

Pasó de las peras y las manzanas a la producción de alfalfa. Y nunca dejó de criar y comercializar cerdos, corderos, además de carnear y elaborar fiambres y embutidos de primer nivel.

“Trabajé en la fruticultura toda la vida, pero me acobardó, así que arrancamos todos los frutales y nos dedicamos a la pastura: hacemos alfalfa, rollos y fardos. Cada día está más difícil de conseguir gente, los sueldos en el agro son distintos a los de las petroleras y se complica para los del campo. Eso explica el cambio de rubro que metimos. Además, crio cerdos, lechones, tengo ovejas también”, enumera sus actividades rurales.

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Con su

Con su "pibe" Damián, elaboran manjares.

Cuenta con una leal clientela. Es que el “mercado se gana con los años, con la experiencia, la calidad y la honestidad. Los clientes saben que les voy a vender algo bueno”, analiza quien jamás compra embutidos en el supermercado “porque los hago yo y saber lo que comemos es clave. ¿Secreto? Ninguno, tener calidad y alimentarlos bien, sin químicos”.

"Un paisano de campo"

En ese sentido, agrega: “Todos los años mayo o junio carneamos, únicamente las crías nuestras, no de afuera por el tema de las enfermedades. Lo poquito que tenemos, muy controlado en ese sentido. Toda raza pura, acá no hay margen de error”, chapea.

Se acercan las fiestas y la demanda crece, aunque “todo el año vienen a buscar lechón y cordero, de acá de Allen y Cipolletti, pero también de Neuquén, de Cinco Saltos, de Oro, de todos lados. La gente ya me conoce”, culmina Hernández. “Un paisano de campo”, como él se define. Carlitos es Gardel para todos los que alguna vez trataron con él.

“Papá es de una generación que lamentablemente se está perdiendo”

Damián, hijo de Carlos, mostró su admiración a su padre, al que llenó de elogios. “El turf es su pasión, siempre le gustó, lo que anhela es tener caballos que le den alegría. Y al mismo tiempo él es de una generación que se está perdiendo, gente que nació en esto, que vivió del campo y lo disfrutan con alma y vida. Trabajando que es lo único que saben hacer y siempre dando el ejemplo del sacrificio, de que todo se logra con laburo y se disfruta en familia. Esto es su motor, lo que lo mantiene vivo, lo hemos debatido con mi señora, con amigos, ‘che, ¿no está grande, no le hará mal seguir en la chacra a full?”. Pero le quitás el trabajo y le cortás las piernas. Mi idea es volver a la chacra, me fui por cuestiones económicas pero quiero regresar a mis raíces. Y honrar el legado del viejo".

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