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La Mañana neuquina

La historia de Giseve, la rapera neuquina que compartió escenario con La Renga y La Delio Valdez

De pequeña conoció el hip hop y fusiona ese estilo en todas sus canciones. Hace siete años que da talleres para niñas y niños en los barrios. Cómo se hizo lugar en un ambiente de varones.

El escenario de espaldas a la calle Alberdi es enorme. En él, una foto ocupa toda la pantalla y es magnética. En esa imagen, Giseve lleva puesta una corona, está envuelta en telas -que, sabré luego, son plásticos, idea de la fotógrafa, Ray Vilo- y mira desafiante hacia el horizonte. Se lee: Giseve full band.

Es la noche de cierre del Festival de Sabores, organizado por la Municipalidad de Neuquén en el parque Jaime de Nevares, y sus canciones irrumpen en la noche cálida que inaugura septiembre. Giseve termina su show agradeciendo tener la oportunidad de estar ahí, sobre ese escenario, para ser portavoz de lo que necesita ser dicho. Esta noche le cantó a la Tierra y a favor de los derechos de los pueblos originarios e invitó a bailar a las niñas y niños allí presentes. También se pronunció en contra de la violencia hacia las mujeres y pidió por la aparición de Luciana Muñoz. Y todo con esa calidez y amorosidad que la caracteriza.

“A todos mis temas les pongo bocha de amor y tengo presente esto de decir suavemente porque sé a quiénes van dirigidos. Por ejemplo, a las niñeces. Entonces no uso insultos en mis letras, no soy muy cruda”, explica Gise, un par de semanas después, mientras compartimos unos mates, sentadas a la mesa de su casa.

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Hasta ahí llegué siguiendo la pista de esta música hiphopera neuquina, que a sus 34 años lleva casi la mitad de su vida dedicada a su carrera en el Alto Valle. Compartió escenario con La Renga, La Delio Valdez, Sara Hebe y Las Manos de Filippi. Hace siete años que da talleres en distintos dispositivos barriales “para que a las niñas y niños no se les haga tan lejano poder hacer una canción y poder sentir orgullo de lo que hacen”. Proyecta empezar en 2025 la carrera de Trabajo Social en la Unco, y materna a su hija Luna, de 12 años, a quien le transmite ese mismo ímpetu que Gise pone en escena en cada presentación.

Con vuelo propio

Giseve es Gisel Vega. De ese, su nombre “oficial”, adoptó para su carrera artística el seudónimo Giseve. Para el común de las personas de su entorno es “la Gise”. Su primer contacto con la música, dice Gise, lo tuvo con sus tíos. Su papá tiene siete hermanos y todos tocaban la guitarra “pero siempre en familia”.

“Uno de mis tíos tenía un grupo hace años, Grupo América, que era de música latinoamericana. Recuerdo que iba a su casa y quedaba hipnotizada porque estaba todo lleno de instrumentos, un montón de sikus en la pared”, dice Gise y reconoce que ella también va acumulando instrumentos. Se nota: observo una guitarra y otros de percusión que visten una de las paredes de su casa en el oeste neuquino.

También menciona a un primo, que para ella fue un referente: “él hacía hip hop desde que tengo noción. Y fue quien me hizo escuchar a Arianna Puello, a Actitud María Marta. Yo quedaba de cara porque toda esa música era una mezcla de culturas”.

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Ya en la secundaria, Gise formó junto a unas amigas una banda de rock, más callejero, con influencia de bandas que sonaban fuerte en esos años: Viejas Locas, Intoxicados, Los Piojos. Pero la partida a Buenos Aires de la amiga que proveía los instrumentos frustró el proyecto. “Fue ahí que empecé a escribir un poco”, rememora.

A sus 18 años llegó una gran oportunidad. Gise se sumó como corista a la banda Sinsemina: “empecé a trabajar profesionalmente, a trabajar en mi voz, a trabajar con giras, en escenarios re grandes, a hacer giras a Buenos Aires dos o tres veces al año. Yo no podía creer que estaba llevando esa vida y me di cuenta de que deseaba hacer eso para siempre”. Sinsemina era un grupo de reggae, pero cuenta Gise que es en ese cruce con el hip hop que está el “raggamuffin”, el estilo que ella hacía.

“Yo me ponía a escribir mis letras y hacía unos raggamuffin para la banda, ahí me empecé a animar cada vez más”. Sin embargo, algo la convocaba a gestar su propio proyecto: “creo que eran las ganas de decir cosas que yo tenía ganas de decir. Porque cuando tocaba con Sinsemina no dejaban de ser cosas hermosas, pero era la letra de otra persona. Y cada vez que yo quería meter algo era como que estaba bastante limitada. Quería armar algo de principio a fin, y eso me dio la fuerza para encarar mi proyecto y entender que en la banda había cumplido un ciclo. Además, era la corista, no era una mujer que cantaba, estaba como atrasito”.

Ser portavoz y mamá

Justo en ese momento en que el deseo de ese proyecto solista pulsaba fuerte, Gise fue mamá. “Ahí me di cuenta de que necesitaba empezar a hacer mi propia música. Me costó igual, me costó horrores. A mi familia le costó también aceptar que me iba a ir de un proyecto que ya estaba armado a algo que no tenía ni forma. A mi primera gira como solista me fui con cuatro temas, la Luni chiquita, tres años tenía. Yo también era chiquita tenía 24, 25 años. Ahí me animé y me dije ‘ahora no me para más nadie’”.

“Y sigo contando y cantando / tus celos, tus insultos han sido muchos años / y me marcho, yo te dejo en el pasado / soy los ojos de todas aquellas que luchamos / soy fuerte, soy valiente, soy sensible y soy verdad / mi voz y mi grito piden libertad / por aquellas que se fueron y no volverán / nos unimos para darle sentido a la realidad”.

Eso canta Giseve en “Muerta y renacida”, un tema que surgió de un taller sobre violencia de género que un grupo de sus amigas dio en la cárcel de mujeres cuando ella estaba despegando en su carrera solista. “Entendí que yo podía hablar de eso porque fueron muchos años de vivirlo y desear tener paz, que mi hija viva en paz, en un entorno sin violencia. Viví violencia de género en mi maternidad y sentía que había mucho de eso para visibilizar”.

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Además, el ambiente de la música, ese en el que se movía, se caracterizó durante mucho tiempo por ser un espacio machista y con mayoría de hombres. “Se hacían rondas de free style y a mí me salteaban con el micrófono”, narra Gise, y agrega: “sentí que tuve que hacerme el lugar, pero muchas veces me quedé callada también. Después sí empecé a conocer más pibas que rapeaban”.

Durante la charla, una reflexión va llevando a otra. Si algo caracteriza a Giseve es su sencillez y esa forma de ir directo al hueso. En este sentido, reconoce que, en esos inicios, también la atravesaba el temor de mostrar su trabajo porque tenía mucho de su intimidad. “Siempre digo que una canción es el alma desnuda. Estás desnudando tus sentimientos delante de las personas. Y te pueden elogiar o juzgar. Y tenés que estar preparada para ambas”.

“Una vez, hace muchos años, canté en Aluminé, en la Fiesta del Pehuén. Y veía una señora que me miraba muy seria desde el público. Cuando me bajo, se me acerca y me dice ‘sabés que a mí no me gusta esa música, pero me dejaste pensando’. Y con eso yo ya gané”. Gise comparte esta anécdota, sonríe y agrega: “una cosa es que me digan ‘qué lindo que cantás’ y otra cosa es que me digan ‘qué zarpado lo que dijiste’. Me inspira poder generar un mundo mejor. Poder compartir un mensaje para que las nuevas generaciones puedan cuestionarse”.

“Con el tiempo, y con el reconocimiento de mi identidad mapuche, siento que tengo una responsabilidad que es ser portavoz. Yo tengo un micrófono en la mano y eso es un privilegio. Así sean muchas o pocas personas, me están escuchando y tengo que aprovechar ese momento para decir todo lo que está pasando”, suma.

El corazón en alto y los pies en la tierra

Basta que la charla siga para saber cuán enraizados tiene Gise sus pies. “Hace poco una amiga me preguntó si me daba cuenta de lo que genero. Le dije que no, que una no puede medirlo, porque yo estoy parada acá, en estas zapatillas, con mis vivencias cotidianas. Todos los días levantándome a las 7, yendo en la bici a todos lados, llevando a mi hijita, haciendo tarea hasta la madrugada. No dejo de ser una persona más”, repasa acerca de su vida cotidiana.

Este año, Gise está terminando el secundario en una escuela para adultos, algo que pospuso en su adolescencia porque, según cuenta, “fui la única de mi familia en rebelarme” contra ciertos mandatos y en trabajar desde chica en su carrera artística. “En mi familia estaba cantado que iba a ser profesora de música y me di cuenta de que no: yo quiero ser trabajadora social. Siempre con la música, claro, fortaleciendo mi proyecto ‘Hip hop como herramienta de expresión’. Hace siete años que trabajo dando talleres. En centros de fortalecimiento, comisiones vecinales, primarias, secundarias…”, dice.

Por eso, el año que viene planea empezar la carrera en la Universidad del Comahue. Mientras, sostiene dos talleres semanales, en las comisiones vecinales de Villa Florencia y Progreso. También, los fines de semana es niñera del hijo de una pareja amiga, algo que le permite combinar con las presentaciones que van surgiendo, sola o con su banda.

Cuenta Gise que con esta formación, su “full band”, que la acompaña ahora viene tocando desde el año pasado. La integran Malenka en bajo, Matías Pino en teclados, Maxi Pino en guitarra y Francis Peralta en batería. “De todas maneras yo tengo una premisa: cuando me llaman para tocar, si hay presupuesto y les puedo pagar a los músicos, entonces sí, vamos toda la banda. Si no, voy con las pistas. Valoro mucho el valor del trabajo de cada persona, el valor de los instrumentos y el tiempo que nos lleva a ensayar y sé que cada artista tiene que cobrar porque es un trabajo”.

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Y continúa: “Yo sola sí, he ido a tocar a todos lados, hasta poniendo plata yo. Mis colegas muchas veces me dicen que tengo que cobrar, pero pienso que hay veces que no, cuando lo amerita la causa, cuando es importante estar presente. Y me ha pasado de ir a una fecha y que no me paguen, pero quizás se acerca una persona y me dice ‘Gise, sabés que tengo un barcito y me gustaría que vengas’. Para mí es super importante seguir moviendo porque eso hace que la música pueda viajar, y no hablo de viajar de distancia sino viajar a las personas”.

Tras eso, Gise concluye: “eso para mí tiene que ver con cómo pulsamos los proyectos. si de verdad, de corazón, lo querés va a salir todo bien. No hay limitaciones, la única limitación es la que nos la ponemos”.

Una identidad en construcción

En 2019, tras un largo derrotero, el primer álbum de Giseve, Eterna Aprendiz, vio la luz. “El álbum se llamó así porque es mi convicción de vida, todos los días aprendemos algo nuevo o reaprendemos cosas que hemos vivido anteriormente”, reconoce la artista.

Había grabado parte de las canciones que conforman ese disco varios años antes, junto a unos amigos en San Martín de los Andes. Sin embargo, ese material se perdió. En 2016, Lucio Jara, músico y productor neuquino, que había sido su compañero en Sinsemina, le propuso trabajar junto a ella en la concreción de ese álbum. Fue un trabajo de hormiga, en los ratos que los trabajos y los estudios les dejaban libres, pero finalmente, tres años después, lo lograron.

Además de su proyecto propio, Giseve es integrante de Papel Glasé, la banda neuquina liderada por Rocío Carbajo y de vasto recorrido en la escena musical local. También, compartió escena y giras con el grupo mapuche Puel Kona.

A partir de esa experiencia junto a Puel Kona, Giseve descubrió su identidad mapuche. “Un me invitaron al Wiñoy Xipantv (el cambio de ciclo que cada 24 de junio celebra el pueblo mapuche) en el lof Newen Mapu, allá arriba, al lado de Colonia Nueva Esperanza. En esa ceremonia lloré muchísimo. Y así me pasó los dos años siguientes, que iba a la ceremonia y lloraba. Estaba sintiendo algo”, recuerda Gise.

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Entonces se decidió a estudiar mapuzungun porque quería entender el idioma. En ese momento, tuvo una charla con su papá en la que él le habló de sus abuelos en la comunidad de Quillen, pero más que eso su papá no quiso contarle. “Decidí respetar esa negación porque es un pueblo que ha sufrido mucho. Luego, mi mamá me confirmó que sí, que mis abuelos por parte de ella y de mi papá eran mapuche. Pero que lo niegan porque fueron perseguidos, discriminados, porque fueron obligados a negar que eran mapuche”.

Dice Gise que así fue como empezó a empoderarse en su identidad: “es de a poquito, reconociendo a quienes no se animan a decirlo y respetar el hecho de que se lo guarden o el porqué de tanto dolor”.

A medida que fue fortaleciendo ese proceso identitario, Gise decidió empezar a sumar fragmentos en mapuzungun en sus canciones. Así lo hizo en Antv, un tema que habla sobre nuestra relación con la Tierra y nuestra responsabilidad para su cuidado. “Peti Piciñam fue una de las primeras lamgen que me dio fuerza para poder cantar en mapuzungun. Cuando escribí Antv, ella me enseñó a hacer el estribillo, yo llevé el estribillo y ella me ayudó a pasarlo, nunca es literal, pero desde la voz mapuche se puede armar algo. Ella fue la que me dijo que yo lo tenía que cantar, que era yo la que estaba portando el mensaje”, relata, emocionada, Gise.

“La existencia de cada persona hace movilizar al resto / somos capaces de transformar las perspectivas del universo / si generamos la conciencia será el retorno más deseado / basta de preocuparnos y empecemos a ocuparnos / que la esperanza no se muera / que los sueños se defiendan / que los pensamientos crezcan para alimentar la naturaleza / para calmar las guerras / para sanar las mareas / y aunque ustedes no lo crean / somos parte fundamental de esta era”.

Giseve recita eso en su canción Antv. Es un llamado a confluir y a expandirnos. Y, también, nobleza obliga decirlo, el tema que nos vamos tarareando todos después de ver su show. Quienes estén en Villa Pehuenia el viernes que viene tendrán la posibilidad de comprobarlo cuando Giseve junto a su banda se presente en la Fiesta de la Cerveza. Luego me cuentan si les pasó o no.

La podés encontrar en Instagram como @gisevedecolores

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