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La Mañana Odio

La humanidad sobre todo

Una familia de raíces argentinas nos acercó un poco más a un escenario desgarrador que preferimos ver como un horizonte lejano.

Ya no es raro. La agenda pública se presenta como un mosaico de contenidos fragmentados que nos indignan por un rato para dejarnos confusos, apáticos y anestesiados apenas un minuto después. Son mensajes cargados de subjetividad, más o menos veraces, pero siempre incompletos; más o menos hostiles, pero siempre atravesados por el odio.

Ese odio hacia lo distinto termina por nublarnos la vista hasta eliminar cualquier resabio de tolerancia y alejarnos de una mirada que acepte la complejidad de un escenario que suele tener más matices de los evidentes.

¿En qué universo monocromático se justifica la crueldad? ¿No pueden, los que defienden la libertad de Palestina, conmoverse con dos bebés pelirrojos que nunca más sonreirán? ¿Y no se logra entender que ese mismo dolor, aunque menos visibilizado, atravesó a miles de niños palestinos también?

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¿No se ve en las potencias nórdicas que esas pieles más oscuras que hoy invaden sus vagones de metro quizás son las de familias enteras que buscan un futuro ya imposible en su tierra? ¿O qué ese feminismo exacerbado que incomoda es también el que vigila el avance de las burkas sobre mujeres más libres?

Esta vez, una familia de raíces argentinas nos acercó un poco más a un escenario desgarrador que preferimos ver como un horizonte lejano, quizás con la ilusa intención de que nos dañe un poco menos. Y ahora que se nos planta frente a los ojos, televisado sin censuras, vemos que ponerle rostro a la crueldad se usa también como un arma para sembrar el terror.

En medio de esa abundancia exagerada de imágenes que nos perturban y también nos anestesian ante la crueldad, hay algo que sigue siendo cierto. Detrás de cada rostro, de cada sonrisa que se apaga para siempre, hay humanidad. Esa que no sabe de banderas, ni religiones, de etnias ni ideologías. Pero sí sabe de dolor: ese sufrir casi idéntico que nos atraviesa a todos ante las pérdidas que no podremos remediar.

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"Kfir nunca dio sus primeros pasos. Ariel nunca llegó a primer grado", lamentaron las FDI, sobre los hermanos Bibas asesinados por Hamas.

Y si podemos ver eso en medio de tanta anestesia, vamos a entender que nadie gana las guerras porque, venza quien venza, siempre perdemos todos un poco más de humanidad.

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