El clima en Neuquén

icon
26° Temp
27% Hum
La Mañana Vaca Muerta

La odisea de separarse en tiempos de Vaca Muerta

Al dolor de terminar una relación, se suma el desafío de iniciar vidas separadas en una región donde alquilar y comer resulta casi imposible para un solo bolsillo. Las nuevas dinámicas familiares y el costo emocional que implica dilatar la infelicidad por falta de presupuesto.

Hablan, discuten, lo intentan, tensionan, vuelven a intentarlo, se rinden, deciden: no va más. El orden de los factores no altera el producto. Separarse es romperse un poco o del todo. Así como cada pareja es un mundo, cada separación también lo es. En el mejor de los casos, es de común acuerdo. Separarse es desarmar una vida construida, es asistir a la muerte del amor y es esa la única certeza. Hacerlo implica un duelo y, por tanto, transitar el inevitable dolor.

En términos reales y como la palabra lo indica, es iniciar dos caminos distintos, haya hijos o no. ¿Es posible ese paso natural en las tierras de Vaca Muerta? ¿Es viable reconfigurar dos nuevas vidas en una provincia que acumula una inflación del 18,5% por sobre la nacional? ¿Hay alguna fórmula factible para enfrentar un Índice de Precios al Consumidor que entre octubre y noviembre se incrementó un 3,6%, es decir, un punto y dos décimas por arriba del aumento registrado en el país? Ante este escenario, ¿qué lugar le queda al dolor y a otras posibles emociones?

—Si no supiera que es tan caro separarse, ya lo hubiese hecho hace rato — dice Emilio, un profesional de la industria inmobiliaria, un poco en chiste y muy en serio.

No es un caso aislado. Son muchas las parejas que ante este escenario deciden pegar el volantazo. Otras ni siquiera se animan a plantearlo. No se trata de un capricho de querer habitar lo que ya está roto, por el contrario, es una realidad que se impone en un país en el que, según los últimos datos arrojados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), una familia tipo necesita $1.001.466 para no ser pobre, más en una provincia en la que esos números son significativamente más elevados.

Para el asalariado medio neuquino, separarse implica estar dispuesto a pulverizar el nivel de vida, o hacer un bollito con la posibilidad de una existencia emocionalmente más sana, tirarla a la basura y entregarse a combatir la infelicidad.

Alquiler (4).JPG

El calvario de alquilar

“Cuando tomamos la decisión, una de las primeras cosas que hicimos fue hablar con nuestro hijo de 4 años. Pero tardamos meses en poder concretarlo porque nos era imposible conseguir un alquiler. Por suerte, habíamos podido construir esta casa con el Procrear”, explica Mariela. Ella profesional académica, él profesional de la salud. “No nos quedó otra opción que estirar la agonía. Mi hijo sabía que estábamos separados, pero no podía comprender por qué seguíamos viviendo juntos. El día que finalmente su papá logró conseguir una casa y se fue, empezamos a hacer el duelo real, mientras tanto fuimos estirando el dolor”, explica.

A la crisis habitacional que se venía arrastrando hace años, agudizada en las ciudades destinos turísticos, se le sumó la desregularización del mercado inmobiliario ejecutada por el presidente Milei a partir de la derogación de la ley de alquileres. Lo que prometía ser una medida que aportara dinamismo al flujo de oferta y demanda, terminó significando una desprotección total para los inquilinos, ante un sector propietario que puede proponer contratos por el monto que quiera, en la moneda que quieran y por el tiempo que quieran. Lo que implicó, entre otras cosas, contratos breves con ajustes temporales, capaces de destruir la psiquis de cualquier mortal, que vive en la ansiedad de no saber dónde y cómo vivirá los meses siguientes.

En Neuquén, según explicó esta semana Mariana Nuñez, directora provincial de Registros Civiles, las posibilidades laborales que ofrece Vaca Muerta y otras áreas productivas, generó un flujo migratorio de alto impacto, que particularmente implicó en la Región Confluencia la radicación de 22 mil personas durante 2024.

Vaca Muerta 1.jpg

Si bien Neuquén siempre fue una ciudad cara, no sólo por el petróleo, sino por el movimiento que envuelven los trabajos asociados, hoy no hay mercado que resista, ni inquilino que aguante. Existe una política pública municipal indispensable de ejecutar y proyectar nuevos barrios, con la entrega de lotes con servicios, sumada a una reciente oferta de créditos hipotecarios que viene impulsando la provincia a través del BPN, pero no llegan a contener el desbarajuste.

“Hay un segmento inmobiliario diseñado y pensado para los gerentes de las petroleras, que hoy están pidiendo entre 3 mil y 6 mil dólares por mes. Mucho de lo que se está construyendo en el centro, está destinado a esos fines. Entonces el departamento de abajo, el que no estaba pensado para eso dice: 'che, bueno yo no lo quiero para el petróleo, pero tampoco me voy a quedar tan abajo'. Entonces te cobran algo más que mil dólares, para alquilárselo a los normales humanos que no están en el petróleo. La vara quedó altísima”, explica el martillero público Matías Montanaro. Y agrega: “Sumado a eso, hay muchas personas que ponen sus departamentos a alquilar por Airbnb, por ejemplo, porque les genera más rendimiento alquilarlo por día, o sea que hay muchas propiedades que salieron del mercado, que ya no están más disponibles para los alquileres mensuales”.

Cualquier alquiler modesto en la ciudad parte de una base de 500 mil pesos, ya sea un monoambiente o de una habitación y siempre alejado del centro. Un dúplex no baja del millón de pesos mensuales. Las opciones de menor costo pueden llegar a ser algunas soluciones habitacionales dentro de casas de familia, pero la especulación es infinita. Los alquileres particulares escasean y para entrar por inmobiliaria se necesita de un colchón económico que pueda abordar la comisión, del depósito y el mes de adelanto. En este mar delirante, osar querer mudarse con hijos o animales domésticos, es lujo.

Marcha atrás

Recalcular, ante este panorama, no pareciera ser una solución tan descabellada si se pone en la balanza intentar llegar a fin de mes o iniciar vidas separadas. Lo que habilita nuevos escenarios, que implican, por ejemplo, que una de las partes se quede en la zona y otra se vuelva a su lugar de origen, se vaya. O que simplemente se dé marcha atrás con el plan de separarse a la espera de que las cosas mejoren.

“Lo que quedan, entonces, son relaciones horribles, en general con mucha infidelidad y de mucho sufrimiento. Quedarían en todo caso, dos individualidades conviviendo, con poca conexión emocional, poco apoyo emocional, poca intimidad -esto igual suele ser de lo último que se suelta-, varias faltas de respeto y la sensación de desesperanza de que nada va a cambiar”, explica la psicóloga especialista en vínculos, Laura Chiarotto.

Y aunque existen distintos tipos de separaciones, donde hay mayor grado de protección para las parejas que estaban legalmente casadas, o donde, como en el caso de Mariela, se cuenta con una base de vivienda, separarse en un lugar donde, por ejemplo, el básico de un empleado de comercio ronda los 900 mil pesos, pero todo está pensado para quienes ganan sobre los 5 millones, es cuanto menos espinoso.

signos-separación.jpg

Atrapados

Juntos, separados, a medias: hacemos lo que podemos. Afuera hay un todos contra todos que no elegimos, afuera hay quienes intentan explicar que la forma de parar la inflación es, entre otras cosas, a costa del medicamento de nuestros padres y abuelos. Mientras los números se esfuerzan en mostrar una realidad, todos los días sentamos a nuestra mesa familiar la idea letal de imaginar que todo está en nuestras manos, que somos nosotros los que no estamos pudiendo. La meritocracia nos come el alma y la asumimos sin chistar. Buscamos soluciones mágicas: constelaciones, tarot, santos de papel. Buscamos salidas individuales en un reparto casi equitativo de malestar.

En el medio queda el corazón. En el medio quedan los hijos. Hay un paréntesis donde ponemos nuestros animales queridos, las poquitas cosas que pudimos comprarnos, la tristeza de no elegirnos, la derrota de no haber podido amarnos más. Hay un paréntesis donde guardamos el deseo, las expectativas, donde ponemos en pausa los propios sueños. La verdadera grieta es la realidad de cientos de familias que intentan resistir a la deshumanización que no da tregua.

A la vuelta está la Navidad. Siempre es válido aferrarse a la idea del milagro. Hoy más que siempre, las soluciones colectivas hay que construirlas y hasta cuesta encontrarlas allá en el horizonte. Quizá corresponda, además de la loca idea de querer regalarnos algo, tendernos la mano de la compasión y la empatía. Ser amables es gratis y no cuesta nada, quizá sólo un poco de tiempo para mirarnos en los ojos del otro y comprender que aún atrapados en nuestras propias realidades, mejor estar juntos para batallar este trayecto de vida.

Te puede interesar...

Lo más leído

Leé más

Noticias relacionadas

Dejá tu comentario