Entre los asistentes hubo personas en situación de calle y de bajos recursos. También se realizaron cortes de pelo gratuitos. Todo ocurrió en la Nochebuena, frente a la Catedral.
En la noche del 24 de diciembre, mientras muchas familias se reunían en sus hogares para celebrar la Navidad, frente a la Catedral de Neuquén, se vivió una velada llena de humanidad y solidaridad. Una cena navideña organizada para personas en situación de calle y familias de bajos recursos que reunió a más de 250 asistentes, quienes compartieron un momento de calidez y esperanza en una fecha especial.
La jornada comenzó temprano con un gesto que simbolizó la dignidad y el cuidado hacia quienes más lo necesitan.
Tres peluqueros solidarios se instalaron frente a la catedral, ofreciendo cortes de pelo gratuitos a personas en situación de calle. Antes de ser atendidos por los peluqueros, dos voluntarias se encargaron de lavarles el cabello, asegurándose de que todos se sintieran listos y valorados.
Este pequeño, pero significativo acto marcó el inicio de una noche especial, donde la empatía y la solidaridad se hicieron protagonistas.
"Fue una experiencia hermosa ver cómo una acción tan simple como un corte de pelo puede cambiar la actitud de alguien, cómo una sonrisa vuelve a aparecer en un rostro que quizás hace mucho no la tenía", comentó Santiago Arizio, uno de los organizadores del evento, en diálogo con LMNeuquén.
Pero la jornada no se limitó solo a los adultos. También hubo espacio para que los más pequeños vivieran la magia de la Navidad. Entre 70 y 80 juguetes fueron entregados a niños de bajos recursos que asistieron al evento, llevando alegría y risas a los rostros de quienes muchas veces enfrentan carencias en su vida cotidiana.
Cómo fue la cena de Navidad
Cuando llegó la hora de la cena, el espacio frente a la catedral se llenó de vida. Las mesas se dispusieron para recibir a más de 250 personas, entre ellas, personas en situación de calle y familias que no tenían los medios para preparar una cena navideña en sus hogares.
El ambiente, iluminado por las luces navideñas, se llenó de conversaciones, risas y, sobre todo, un profundo sentido de comunidad.
Santiago Arizio relató un momento conmovedor de la noche: "El padre Diego vio a dos abuelos que pasaban por ahí y no tenían para comer esa noche. Los invitó a quedarse a compartir con nosotros. Fue un gesto simple, pero muy significativo". Este episodio reflejó el espíritu de la noche: una Navidad abierta para todos, sin distinciones ni barreras.
La comida, preparada con dedicación por los voluntarios, fue abundante. Incluso sobró y se organizaron viandas para que los asistentes pudieran llevar algo a casa. "Hoy en día, en un mundo donde prima la ley de la selva, es importante que prevalezca la ley de la civilización, donde nos ayudemos entre todos", reflexionó Arizio.
Estas palabras resonaron en el corazón de quienes participaron, recordando la importancia de la solidaridad en una sociedad muchas veces marcada por la indiferencia.
La noche también estuvo marcada por momentos de reflexión. Los organizadores y voluntarios coincidieron en que este tipo de eventos no solo benefician a quienes reciben la ayuda, sino también a quienes la ofrecen. "Te das cuenta de que, más allá de las diferencias, somos todos iguales y tenemos las mismas necesidades de amor, respeto y dignidad", comentó.
La iniciativa no solo buscó ofrecer una cena para quienes lo necesitaban, sino también transmitir un mensaje más profundo. "Otra Argentina, una Argentina más humana, es posible", expresó Arizio, dejando en claro que actos como este son un paso hacia la construcción de un país más solidario y unido.
Esta cena solidaria frente a la Catedral de Neuquén no solo fue un evento puntual, sino un recordatorio de que, incluso en las circunstancias más difíciles, siempre hay espacio para la esperanza y la empatía. En una época del año donde muchas personas pueden sentirse solas o desamparadas, este gesto fue un faro de luz que iluminó el camino hacia una Navidad más inclusiva y solidaria.
La noche del 24 de diciembre quedará en la memoria de quienes participaron, no solo por la comida compartida, sino por el espíritu de unión que se vivió en cada momento. Fue una Navidad distinta, una donde la generosidad y la compasión demostraron que, con pequeños gestos, es posible cambiar vidas y construir un mundo mejor.
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