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Niobe y José, los petroleros venezolanos que trajeron sabores árabes a Neuquén

Son ingenieros en petróleo que migraron en 2019. Él trabaja en Vaca Muerta y ella lanzó un emprendimiento para recrear la cocina de su familia política.

Niobe siempre quiso ser tan única como su nombre. Por eso, cuando llegó a Neuquén desde su Venezuela natal, se propuso crear un emprendimiento gastronómico con una oferta que no existiera en la ciudad: recreó los platos de origen libanés que cocinaba su suegra y los adaptó al paladar local con una presentación en bandejas compartidas para acompañar los encuentros de amigos. Cinco años después, sus picadas árabes son un éxito entre los neuquinos.

Desde su casa de barrio Limay despacha una decena de pedidos cada semana. Con ayuda de su hermana, que migró después que ella, la emprendedora de 30 años se mueve a toda velocidad en la cocina. "La comida árabe lleva mucha preparación", dijo a LMNeuquén mientras preparaba una de sus famosas picadas árabes. "Cuando recién llegamos a Neuquén, vivíamos con mi esposo en un monoambiente, y tenía que desplegar todo en un poquito de mesada, con mi hermano que también se estaba quedando con nosotros", contó.

La historia de su emprendimiento, caracterizada por el empuje y una valentía que se sobrepone a todos los obstáculos, parece sintetizar también la propia historia de Niobe y José como migrantes. Llegaron a tener una vida cómoda en Maturín, una ciudad petrolera al oriente de Venezuela, pero decidieron irse cuando la inestabilidad económica ya se había vuelto insoportable para sostener sus negocios.

Una historia de migrantes

La pareja había montado dos restaurantes dedicados a la gastronomía venezolana. Empezaron sin nada, con él trabajando como asador y ella de moza, cajera y cocinera. Con esfuerzo, convirtieron ese proyecto inicial en dos restaurantes con un total de 40 empleados; uno, casualmente, funcionaba dentro del club árabe de la localidad.

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"En 2017 se agravó la crisis y tuvimos que empezar a aumentar los precios, primero por mes, después por semana y al final, ya se aumentaban todos los días", explicó Niobe. José, su esposo, aclaró que ya le daba vergüenza sentarse en el local, porque los clientes se quejaban por los aumentos constantes. "Pero, ¿qué íbamos a hacer?", dijo sobre la inestabilidad que vivían, que le causaba picos de presión y varios dolores de cabeza ante algunos malos negocios que complicaban todavía más su bolsillo.

Aunque los dos tenían un vínculo amistoso con sus empleados, y hasta organizaban almuerzos de domingo para congregarlos junto a sus familias, Niobe empezó a pensar en la idea de migrar. "Empecé a buscar puestos de trabajo vinculados al petróleo en otros países y me salió el nombre de Neuquén", relató. Para ella, era una palabra totalmente nueva, pero quiso saber más.

Recorrió las calles de Neuquén con las herramientas de Google Maps y empezó a mostrarle videos a su esposo. Así se decidieron: en diciembre de 2017 cerraron los restaurantes y en 2018 empezaron a vender todo lo que tenían. José se desprendía con dolor de sus bienes materiales: el auto, las motos o el juego de dormitorio, que los obligó a dormir en un colchón en el suelo.

Entre venta y venta, recorrían esos lugares de su propio país que no habían visto nunca. En el fondo, José había asumido la decisión de abandonar su patria para ya no volver. Quizás por eso trató de grabarse en la retina ese mar cristalino y caliente, la vegetación y los paisajes diversos de su país. Y se mudaron a un lugar desconocido, que les dio más oportunidades de la que se habían imaginado.

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"Cada día me entero que llegan más personas acá a la provincia. Ha sido muy buena la provincia de Neuquén con todos nosotros. Hemos tenido muchas oportunidades de desarrollarnos, de trabajar, de lograr metas y objetivos", dijo Niobe, que pausó su emprendimiento hace dos años para ser mamá, y hoy sumó el apoyo de su hermana para poder dividirse entre la cocina y la maternidad.

Un puente entre la cultura venezolana y la árabe

Los primeros platos que elaboró Niobe en su vida, los hizo por obligación. "Mi mamá trabajaba en un negocio y ya a los 14 años me pedía que cocine. Era bastante estricta, sobre todo con la presentación, y así fue cómo aprendí", dijo y agregó que ya entonces hacía todo tipo de platos, como pollo o carne guisada. Ese hastío del principio se convirtió en una pasión, y hoy hace de la comida no sólo su pasatiempo sino su medio de vida.

Ya de chica, empezó a vincularse con la cultura árabe. "Todas mis amigas eran descendientes de árabes, a mí me fascinaba esa cultura y les decía que algún día iba a casarme con un árabe, pero todos se lo tomaban como una broma, me decían que no tenía muchas posibilidades", dijo entre risas. Años después, el tiempo le demostró que iba a lograr todo lo que se proponía. "De todo el grupo, la única que se casó con un árabe fui yo", se rio.

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Ya en pareja con José, descubrió los sabores de El Líbano que él traía desde su cuna. Su suegra le mostraba nuevas especias y sabores equilibrados que lograba con muchas horas de dedicación. Incluso tuvieron su segundo restaurante en el club árabe de Maturín, donde veían las tradicionales comidas familiares de los fines de semana y absorbían aromas y sabores que ya eran parte de su dieta habitual.

"Cuando llegamos acá, que nos encontramos en Neuquén, que no encontrábamos la comida, fue para nosotros un impacto y dijimos, bueno, ya va. Nosotros mismos vamos a aprender a cocinar la comida que nos gusta", expresó Niobe sobre la propuesta de su emprendimiento.

A poco de llegar, José encontró trabajo en el petróleo y se ausentaba por largas temporadas para coordinar las grúas en los yacimientos cercanos a Rincón de los Sauces. En Neuquén, Niobe replicaba las recetas de su suegra y lo llamaba a él para pedirle consejos sobre los toques finales de condimentos o presentación. Fue entonces cuando él le sugirió que convirtiera su amor por la cocina árabe en un emprendimiento.

El empuje para emprender en un país nuevo

"Empezamos a cocinar para nosotros, e inicialmente coloqué una foto en un grupo de venezolanos y de allí salió la primera venta", contó Niobe. Pronto, los pedidos empezaron a despegar y ella, con esa premisa de hacer algo único en la ciudad, adaptó los sabores de los platos que comía en Venezuela a bandejas de picadas, que interpretan la costumbre argentina de reunirse a compartir distintas preparaciones.

Cada jueves, viernes y sábado, arma bandejas de sabores árabes y wraps en los que agrega distintas preparaciones en un pan similar al pan de pita. Hummus, ensalada tabule, falafel y preparaciones de carne y pollo se mezclan en una sola dosis de sabores especiados que intrigan y sorprenden a los neuquinos. Niobe se esmera con las presentaciones delicadas y con ajustar cada aporte de especias para alcanzar los resultados más auténticos. Entre la frescura del perejil y el tomate o la intensidad del ajo y el comino, seduce a los clientes con una propuesta para picotear.

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Hace poco, sus suegros se instalaron a vivir en Neuquén y dieron el veredicto final de los platos que sólo conocían por fotos. "Toda la familia de mi esposo me escribía que todo se veía muy rico, que qué lindo, y con mi suegra, como te digo, siempre checaba los sabores por el teléfono Y cuando lo probaron, quedaron fascinados", explicó.

Los descendientes de árabes se sorprenden al saber que logra las preparaciones autóctonas sin haber pisado nunca El Líbano y siendo tan joven, ya que la comida en esa cultura suele estar a cargo de las abuelas, en un rito que congrega a distintas generaciones con varias horas de trabajo para alcanzar resultados muy elaborados.

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La pandemia de coronavirus fue su gran oportunidad para crecer. En el aislamiento, le llegaban pedidos de todos aquellos que querían darse un gusto al paladar o descubrir sabores nuevos. Después de la pausa de la maternidad, se propuso volver al ruedo con ventas los fines de semana, pero con el sueño de algún día tener su propio local.

Un empuje que no se detiene

La familia ya dejó crecer sus raíces en Neuquén. "Mi esposo y yo nos vinimos por el petróleo. A los seis meses se vino mi hermano, que no tenía nada que ver con ese mundo, pero mi esposo lo introdujo en el mundo del petróleo. Ahora está mi hermana, pero ella está conmigo directamente en la cocina. Los papás de mi esposo llegaron el año pasado", dijo sobre un clan que tomó a Neuquén como su lugar en el mundo.

Y aunque les duele la situación en Venezuela, se alivian al saber que sus familiares y muchos de los empleados de sus restaurantes pudieron migrar a otros países para garantizarse un buen pasar. "Nos escriben desde Chile, de Brasil para preguntarnos cuándo vamos a tener un negocio con el emprendimiento para volver a trabajar juntos", relata los dos entre risas.

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José y Niobe reciben a sus familiares y compatriotas con una entrega difícil de describir. Hoy, cocinan en una casa equipada con muebles de camping porque le regalaron su juego de comedor a sus suegros recién llegados. Pero así, acostumbrados a empezar siempre de nuevo, trabajan con esmero y sueñan en grande con el objetivo de seguir creciendo.

A pesar de las dificultades que implica instalarse solos y tener un hijo en un país desconocido, no pierden la sonrisa. Se escapan a la cordillera cada vez que pueden y se ilusionan viajar a Las Grutas para ver a sentir una brisa de mar que no los acaricia desde que abandonaron su país.

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Y aunque Niobe se propuso crear sabores tan únicos como su nombre, lo que la hace más singular es, en realidad, ese coraje a prueba de obstáculos, que la lleva a emprender siempre con alegría.

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