Se mudaron para vivir una cultura nueva como residentes y no como turistas. Cómo se adaptan al idioma, la escuela y el trabajo a miles de kilómetros de Neuquén.
Pablo Escobar siempre tuvo el alma inquieta. Por eso, en paralelo a su carrera corporativa en el Banco Provincia de Neuquén (BPN), siempre buscó desafíos para imprimir su costado más creativo en nuevos negocios y propuestas comerciales. Hace un año, decidió virar por completo su vida y se mudó con su esposa y sus dos hijos a Dinamarca, el país europeo que lidera el ranking de felicidad, y allí contagia el empuje neuquino que lo caracteriza en otros emprendedores hispanohablantes.
Aunque Pablo y su esposa Mariángel Origone siempre habían disfrutado de los viajes, cada salida turística los dejaba con gusto a poco. "A veces ves cosas que te sorprenden y querés vivirlas como residente, no como turista", dijo a LMNeuquén sobre su decisión de dejar su zona de confort para aventurarse en otras geografías. Hoy, después de atravesar el primer año como habitante de un país europeo, está decidido a quedarse, pero sin renunciar a su vocación laboral.
"Soy licenciado en marketing y estoy especializado en innovación y cultura de servicios", dijo el neuquino, que llegó a una gerencia del BPN en su juventud, y así descubrió un ecosistema empresarial que despertó su verdadera vocación. "Entendí que me gustaba hacer docencia, inspirar a otros a superar las dificultades para emprender", relató.
En paralelo a su carrera bancaria, Pablo emprendió distintos proyectos de negocios con un costado creativo. Combinó un local de ropa con una cervecería para transformar la compra de indumentaria en una experiencia gastronómica compartida con amigos. También se animó a emprender con la venta de botines, pero a través de Gambeta, un espacio sensorial que sumergía a los fanáticos del fútbol en un entorno distinto, donde probarse el calzado se convertía en una experiencia para recordar.
"Soy muy inquieto, siempre quiero emprender e ir por otras cosas", señaló sobre su carrera, que lo impulsó también a ser asesor de otros emprendedores. "Me gusta sumar conceptos innovadores pero también ayudar a los demás a que superen la etapa más difícil, en la que suelen morir los emprendimientos, que es cuando empiezan a crecer y se vuelve difícil administrar ese crecimiento", expresó.
Una vocación al otro lado del mundo
Incluso en una rutina llena de cambios y desafíos laborales, Pablo soñaba con la posibilidad de vivir otras realidades. El año pasado, apostó por un nuevo comienzo junto a su familia: los cuatro se mudaron a una ciudad danesa, en un país del norte de Europa que lidera los ranking de bienestar y calidad de vida.
"Siempre veíamos en las noticias que Dinamarca era de los países más felices del mundo, y unos amigos estaban allá y nos referenciaron el lugar. Eso nos empujó a elegirlo", afirmó el neuquino durante una visita a su tierra natal.
Después de pasar unos meses en Italia para hacer los trámites de la ciudadanía europea, los cuatro se mudaron a Dinamarca. Allí, Pablo se topó con la barrera lingüística. "Pensé que tenía buen nivel de inglés y allá me di cuenta de que no era así, porque me tuve que acostumbrar a escuchar el inglés de los daneses, que lo tienen como segunda lengua", afirmó.
Pese a que tuvo que volver a practicar el idioma, consiguió un trabajo en relación de dependencia y combina esa actividad con su verdadera vocación: el asesoramiento a emprendedores, que le permitió dictar talleres para hispanohablantes en su localidad, mantener reuniones en la Embajada Argentina en Dinamarca y planear un nuevo evento en Copenhague, la capital del país.
"Para mí es un hito que un neuquino haya llegado a dar talleres allá", afirmó sin disimular su entusiasmo. Y es que incluso desde Neuquén, a donde viajó para realizar trámites por la casa que dejaron atrás, Pablo aclaró que están decididos a quedarse en ese país, donde todo parece apuntar a que los ciudadanos prosperen como empleados o empresarios y que no resignen nunca su calidad de vida.
Cómo es la vida de los neuquinos en Dinamarca
La paternidad cambió las prioridades de Pablo y lo llevó a enfocarse más en la calidad de vida. "Me puse a pensar qué era lo mejor que les podía ofrecer", dijo en relación a la decisión de mudarse a 13 mil kilómetros de su casa.
En los últimos años, la familia vivió dos hechos de inseguridad que los dejaron siempre alerta. Hoy, después de un año de vivir en Dinamarca, se alegra al notar que ya vive más despreocupado, sin despertarse de noche para verificar si cerró la puerta con llave o con miedo a las motos que esperan al lado de su auto en un semáforo. "Mi esposa vuelve caminando de su trabajo de noche y no siente miedo", relató.
Su vida es diferente ahora. Mariángel es psicóloga y dejó su trabajo en una institución para personas con discapacidad para mudarse. Hoy, ofrece terapia de manera remota a pacientes hispanohablantes, y también cumple con un trabajo en relación de dependencia "porque el gobierno exige un mínimo de horas para garantizar la residencia en el país".
Sus hijos, que tienen 9 y 6 años, están en un proceso de integración escolar. "En las mismas escuelas a las que asisten los chicos, hay escuelas de integración para los inmigrantes, en donde les enseñan el idioma y los introducen al sistema escolar danés", aclaró.
"Como vivimos a más de 5 kilómetros de la escuela, el Estado les da transporte gratuito", dijo y agregó: "El primer día que los vinieron a buscar, los despedimos con una sonrisa pero nos quedamos preocupados. Al final, volvieron felices con la experiencia", relató.
A Pablo todavía le cuesta acostumbrarse a un nuevo sistema escolar, donde los niños no adquieren conceptos sino que aprenden jugando. "Para ellos es una gran experiencia, comparten escuelas con iraníes, con búlgaros, eso les abre mucho la cabeza", afirmó sobre los niños, que ya se integraron también a las clases de fútbol.
Pese a las diferencias culturales, el neuquino aclaró que los daneses no son fríos. "Al conocerlos un poco más, me di cuenta de que en realidad son muy respetuosos de los espacios y las vidas de los demás, y por eso pueden parecer desinteresados", aclaró.
Por qué es el país de la felicidad
Después de un año viviendo en Dinamarca, Pablo aclaró que es imposible clasificar a los países por índices de felicidad, ya que se trata de un concepto abstracto que varía mucho según la percepción y los deseos de cada persona.
"La felicidad es muy personal de cada uno, cada uno encuentra lo que le da sentido para ser feliz, pero sí está relacionado a la estabilidad en lo social, política, económica, de seguridad, son variables muy estables", dijo y agregó que en esa economía la inflación es tan baja que permite planificar a largo plazo.
En ese sentido, agregó que los ciudadanos no se preocupan por obtener un segundo trabajo o buscar formas de resguardar sus ingresos, porque saben que sus salarios son suficientes para cubrir sus necesidades. "Me sorprendió, por ejemplo, tener un mes de vacaciones cuando empecé a trabajar. Uno de mis motivos que me hacían dudar de irme del banco era que ya tenía 10 años de antigüedad y tenía un mes de vacaciones", aclaró.
Los daneses tienen una premisa de convivencia basada en la confianza. "Acá es diferente, la confianza hay que ganársela, pero en Dinamarca empiezan confiando", dijo y agregó que se sorprendió al ver que los ciudadanos dejaban percheros con su ropa usada en la calle y un cartel con su alias bancario. "Si pasa una persona y le gusta algo, se lo lleva y transfiere el pago, sin ningún tipo de control", aclaró.
Por esa calidad de vida, los Escobar planean seguir apostando a la vida en Dinamarca. "Ahora se viene lo mejor", expresó Pablo, que aclaró que el primer año fue el período para adaptarse en sus trabajos, la escuela, y el idioma. Hoy, más integrados y hasta con amistades daneses, apuntan a dar un paso más y, en el caso de Pablo, a convertirse en un referente de otros emprendedores que necesitan su empuje y su coraje para crecer en sus proyectos.
Te puede interesar...
Lo más leído
Dejá tu comentario