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La Mañana abogacía

Se cansó de la abogacía y ahora se dedica a educar perros en el barrio Confluencia

Daiana tiene una escuela de adiestramiento y educación canina en Neuquén. Nació en Rincón de los Sauces y estudió en Buenos Aires. Decidió cambiar de rumbo para trabajar de lo que ama.

“Los perros son mis amigos, son mi estilo de vida”, dice Daiana Álvarez sonriendo mientras entrena con 20 perros en la escuela de adiestramiento y educación canina que tiene en el barrio Confluencia. Hace más de una década que dejó el estudio jurídico de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para seguir construyendo su camino a través del teatro, las acrobacias con caballos, el coaching ontológico hasta dedicarse por completo a la educación de perros en Neuquén.

Lo único que tienen de parecidos los días en la vida de Daiana es que todos empiezan con unos mates pero después siempre son distintos. "Una de las cosas que me caracteriza es el movimiento y que todo cambie para sentirme bien, sino me aburro”, dice Daiana que se crió en Rincón de los Sauces y recuerda que prácticamente vivía en el Polideportivo. Por eso cuando se fue a Buenos Aires a estudiar abogacía en la UBA sintió que “se iba a morir si no se movía”.

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Entonces se anotó en teatro como actividad extracurricular. “Enloquecí, realmente me enamoré del teatro porque conocí mi mundo interno, me trajo el despertar y el autoconocimiento del cuerpo y de las emociones más blandas y flexibles que lo que me permitía la abogacía”, dice Daiana que vivía a la vuelta de Corrientes, la calle de los teatros, las librerías, las pizzerías y los cafés.

La abogacía y el teatro

A sus 22 años, estaba recién recibida de abogada y comenzó a trabajar en el Congreso de la Nación, luego en un estudio jurídico, pero al mismo tiempo estudiaba teatro en el IUNA con la convicción de esa era su vocación.

“La llave al mundo de los animales se abrió cuando mi tío se empezó a morir” cuenta Daiana. Él representaba el contacto con el campo familiar en Olavarría, provincia de Buenos Aires donde Daiana había experimentado el sentimiento de manada y libertad junto a los perros con los que su tío se comunicaba. "Cuando se lo fue comiendo el cáncer entre el dolor y la tristeza dije no puedo perder este contacto con los animales que él me daba porque yo lo admiraba y lo sigo admirando infinitamente”, recordó.

Al mismo tiempo, Daiana atravesaba una crisis porque estaba dudando en tomar al teatro como salida laboral. Así fue que desde la ciudad de la furia comenzó una búsqueda de algo más que sea un enlace con el campo y dio con un deporte acrobático con caballos, el volteo.

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“Y pasan estas cosas hermosas sincrónicas que tienen que ver con la intuición: encontré una publicación que decía feliz cumpleaños a Yany Álvarez. A mi tío le decíamos Yany y Álvarez es mi apellido”. Resulta que se trataba de la entrenadora del equipo argentino, una señal que eligió seguir y comenzó a entrenar y cuidar a los caballos, e incluso daba clases de teatro a los estudiantes de volteo.

Pero el deseo de conectar con los perros seguía pendiente, entonces encontró la carrera de adiestramiento canino en la Facultad de Ciencias Veterinarias. Fueron dos años de un curso con materias prácticas y teóricas como sanidad, genética y cinología.

“Hola soy Daiana, tu vecina, empecé a estudiar entrenamiento canino y vi que tiene un perro, ¿quiere que sea adiestrado?” era la frase con la que se presentaba ante sus vecinos porque para cursar cada cuatrimestre necesitaba llevar un perro.

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“Yo amo lo físico, era por ahí. Entonces a la mañana empecé a pasear perros, llegué a tener 13. En cada paso por las calles de Palermo confirmaba mi misión. Era feliz, llegaba con el chaleco de terminator, llevaba hígado, los perros aprendían de todo”, recuerda Daiana. Los jueves, viernes, sábados y domingos eran las funciones de las obras de teatro en las que seguía trabajando.

Paradójicamente, Daiana había tenido a Zar, un sharpei que fue el único perro que la mordió en su vida y contrató un adiestrador. “Mi familia me lo regaló cuando mi amiga que vivía conmigo en Buenos Aires se volvió. Zar no tuvo una buena etapa de socialización porque el veterinario me había dicho que no lo sacara, entonces se peleaba con todos los perros del mundo y terminaba lastimado. Sufrí mucho”, relata.

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Ahora, como educadora canina, reflexiona que es importante no subestimar ni humanizar a los perros y en cambio respetar las necesidades e impulsos caninos. En ese sentido es clave la educación temprana porque el cerebro de los perros termina de desarrollarse a los 4 meses.

Educar a los perros

“Yo siempre siento que mi gran misión y vocación es ser una puente, como persona que transmite la educación en las casas a nuestra especie humana es enseñarles a observar a los perros, enseñarles del lenguaje canino, de la especie, esa es la forma más sana de comunicarnos, ya sea que nos guste lanzar un frisbee, una pelota, o que nos acompañe a cabalgar o arrear ovejas”, afirma rodeada de 20 perros que le confiaron para su entrenamiento.

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La gran maestra de Daiana fue Pacha, una mestiza de border collie que adoptó en pandemia por su deseo de hacer deporte con ella. “Yo me había hecho amiga de mucha gente del ámbito del disk dog, del frisby, y quería hacerlo con Pachita pero ella tenía dientitos de caniche y para mi le dolía la boca o simplemente no tenía ganas”, dice. Entonces la respetó, fueron por las habilidades caninas y hasta practicaban yoga juntas.

“Era muy hermoso, todo era comunicación, nos divertíamos mucho, era una magia cómo se subía a mi espalda” recuerda Daiana. Para ese entonces Daiana y su pareja habían llevado a Pacha a Chile donde trabajaron de voluntarias en cabalgatas por la cordillera. “Pachita iba conmigo en el caballo mientras abríamos el camino a machetazos para que los turistas pasaran desde El Bolsón hasta Cochamó en la isla Las Bandurrias”, relata.

Al tiempo, como Daiana quería seguir explorando el deporte y las habilidades caninas adoptó a Sirio. “Es otro maestro con una fortaleza y velocidad parte de su raza Malinois” dice. Cada mañana que no tiene que ir a la escuelita, Daiana sale con Sirio al campo para hacer un rastro, una de las disciplinas de IGP, un deporte alemán que practican juntos.

“El año pasado me fui seis meses a España, fue una locura la experiencia, aprendí mucho. El día antes que me fui Pachita ya estaba internada con una enfermedad muy grave y falleció a distancia. Fue muy duro pero me contuvieron los perros con toda su amorosidad”, explica. Cuando volvió a Neuquén, el duelo siguió junto a Sirio, que también la extrañaba.

La comunicación y la familia, clave

El mayor desafío que encontró Daiana para entrenar a los perros en realidad lo encontró con las familias poco flexibles y desunidas: “Para poder realmente hacer un cambio en una familia interespecie hay que llegar al corazón y un lenguaje en común que yo transmito y que les pido que mantengamos. Porque yo te puedo enseñar a tu perro, me lo podes traer y acá se puede portar un 10 pero va a volver a tu casa y si vas a mantener la misma rutina y la misma forma de comunicarte no va a funcionar”.

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Un caso muy complejo que atendió fue una familia con un dogo argentino, una raza grande de temperamento fuerte pero al mismo tiempo tranquilo. “Yo daba consejos respecto de cómo guiarlo y mamá, papá e hijos empezaron a disociar el trato. Fue una ruptura total de la comunicación. Él padre no quiso seguir y a los dos años el perro lo muerde y vuelve a contactarse, me dice quiero hacer las cosas bien. La verdad hubo un cambio. La comunicación todavía sigue y hasta hoy me mandan videos de agradecimiento, el perro está bien, ellos muy felices”, recuerda Daiana.

“Para mí todo se puede, obviamente uno tiene que tener la predisposición, la paciencia y es como todo. Con disciplina y constancia todo lo que quieras en la vida, lo puedes lograr”, dice sobre ese caso y por ejemplo, las situaciones donde conviven gatos con perros. Pero también la frase podría aplicar a su vida, tan cambiante y dinámica.

Adiestradora de perros.mp4

“Mi cuerpo es un pulpo” dice Daiana y cuenta que trabajando en la escuelita hace 10 kilómetros entre las idas y venidas entrenando. La recompensa que le brinda la educación interespecie es la enseñanza que le brindan sus maestros, los perros. Desde que vino a Neuquén a pasar la navidad del 2020 junto a su mamá, Daiana no volvió a irse, las caminatas por el río y la gente la conquistaron: “Ya no recuerdo bien, fue muy rápido, creo que puse en mis redes que ofrecía clases en Neuquén y enseguida empecé y me quedé, además de continuar con las clases de educación canina online”.

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Los días que no abre la escuelita generalmente se va al campo con Sirio a hacer un rastro. “Es un tiempo para nosotros donde entrenamos juntos, a veces nos acompaña algún alumno”. También da clases individuales, yendo a la casa de las familias o ellas van a la escuelita. El teatro sigue siendo parte de su vida y ensaya una obra que espera estrenarse el próximo abril.

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