La historia del valletano que dejó el arduo trabajo en los pozos petroleros para recuperar el tiempo perdido con viajes épicos.
Cada vez que tenía que regresar al campo para perforar pozos petroleros a Mario Fuentes lo invadía la angustia y el fuerte deseo de largar todo para llevar una vida “más normal” volvía a rondar en su cabeza.
Pero no era momento aún. Había que tomar coraje, asimilar las emociones y seguir adelante por sus tres hermosas hijas. Fueron años viendo los lugares lindos “por fotos” y dedicado al trabajo que en ese mundo del famoso diagrama “te esclaviza” a cambio, claro está, de una tentadora recompensa económica.
Aunque todo llega a su tiempo y así fue experimentando significativos cambios, momentos dulces y amargos. Primero se divorció. Luego se jubiló. Y por último se animó a subirse a la moto para saldar asignaturas pendientes y disfrutar “como nunca antes”.
El motoquero local que recorre el país
A esa reliquia tuerca que junto al trailer en el que duerme apenas unos días al año en la región conforman una escenografía pintoresca en su terreno regional, más que nada la tiene de colección. Es que casi ni la usa pues él no se baja de la Econo Power azul de 90 cc con la que recorre el país desde su querido Alto Valle.
Acepta que la aventura comenzó por “por una necesidad de conocer lugares que solo los veía por el celu”. Entonces, ya sin obligaciones, compromisos ni tener que rendirle cuentas a nadie se subió al ciclomotor para “pasarla bien y pasear como desea todo Jubilado”.
“Compré una grande y con mucho equipaje y me animé. Llevaba una mochila cargada de miedos al salir a la ruta abandonando la zona de confort, pero por suerte esos temores fueron quedando atrás”, revela sobre el giro que dio su vida.
“Siempre viajo solo, es una manera de decir solo porque cuando llegaste y paraste a un lugar enseguida se te acerca alguien que te pregunta de dónde venís, te consulta por la moto, es la otra parte linda de la historia, conocer gente nueva es hermoso”, señala tras regresar de una excitante travesía por Chubut.
Y si ahora volvió a la zona se debió al cumple de su nieta Olivia, la hija de Valeria, otro de sus amores. “Tengo tres hijas mujeres: Vale, Mery y Alejandra. Y la relación es excelente, muy buena y me llena de orgullo”, celebra y se deja mimar antes de emprender un nuevo y extenso viaje.
“Tendré hechos más de 15. Y en breve ya me voy al Norte, porque empieza a venirse los días más frescos y en la ruta siempre hay viento y un poco de frío. Eso sí, nunca hago planes, voy viendo y donde pinte doblo o tomo el camino que elijo sobre la marcha”, adelanta a medias su próximo destino y estima en “25 días o un mes” la duración de cada experiencia.
Al repasar su trayectoria como motoquero, enumera los caminos recorridos: “Arranqué para el lado de San Luis, luego Mendoza y Córdoba, esos fueron los primeros lugares. El viaje más largo lo hice a Ushuaia a principio de este año, por ruta 3 a Chubut, Santa Cruz y llegué a Tierra del Fuego, es decir crucé el Estrecho de Magallanes. Cuando llegué a Ushuaia se me pasaron postales por la mente, como lo que costó llegar al Fin del Mundo, el tesoro más buscado por todos los viajeros. Superaste frío, vientos, ya que somos los más expuestos, todo un pasado anhelando eso. Y ahí estas vos, una moto chiquita y las maravillas naturales”.
Uno de sus próximos desafíos es completar la ruta 40 pues “la hice casi toda, me falta un tramo y quizá me llegue hasta La Quiaca para unir ambos extremos del país. Hay que tener paciencia porque estoy con una moto chica de 90 centímetros cúbicos. Con esa empecé a hacer viajes largos, menos es más, los equipajes se fueron achicando, me di cuenta que para viajar necesitás lo mínimo y así la moto grande se fue -una Yamaha Super Tenere 750“.
La carpa, herramientas, artículos de cocina, la comida y la ropa integran su equipaje y siempre toma las previsiones del caso para llegar con luz solar al nuevo sitio. Duerme en los campings, hostel, casa de motoqueros “o donde puedo”.
Las anécdotas del motoquero de Oro
Vivencias al por mayor tiene Marito. Y las comparte. “Una vez empecé solo el viaje, a los pocos kilómetros se sumó otro y resulta que llegamos cinco a destino y se formó un lindo grupo. Y después muchas veces te quedás sin nafta en el medio de la nada y de noche. Pero en cada problema aparece un ángel alguien dispuesto a dar una mano justo con la pieza que se te había roto del motor, es increíble pero es así, pasa”, se refiere con una gran sonrisa a esa inexplicable ayuda divina que suele aparecer cuando menos se la espera.
Por último, el hombre que un 2 de enero le dijo a una de sus hijas “me voy a Las Grutas” y una vez en la costa rionegrina “sentí que era ahí o nunca más y empezó todo mi viaje”, deja un lindo mensaje para que el vecino/a que pueda lo imite.
“Viajen, no se pierdan la oportunidad de conocer lugares o gente, una vez que se jubilen no se queden en sus casas. Viajen en moto, en auto, colectivo o aviones pero si pueden háganlo, no se van a arrepentir”, culmina Super Mario, quien volvió a las “Fuentes” y es feliz. Se pone el casco pero antes de arrancar avisa que seguirá descubriendo paraísos y conociendo personas "hasta el final" de su apasionante camino…
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