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La Mañana pastelera

Teté Alonso, el arte de la pastelera que sigue conquistado el corazón de los neuquinos

Creció jugando en la cocina de su madre y su abuela y a los 20 años tuvo su primer local. Hoy, con tres décadas de trayectoria, ofrece 150 variedades de tortas y dulces que son un sello de identidad neuquina.

El diminuto local de calle Córdoba 368 de Neuquén tiene apenas unos cinco metros de largo y consta de un ventanal y una puerta de ingreso, ubicada en el lateral izquierdo. Para el transeúnte que anda contra reloj puede pasar desapercibido ese espacio que se caracteriza por su fachada color rosa. Sin embargo, para los más observadores, es como descubrir un tesoro casi oculto que solo deja vesre un poco. Es que apenas se pone un pie en Tete Cake Boutique se abre un universo de chocolates, tortas, pasteles y alfajores, que es imposible que no activen los sentidos o despierten una ilusión llena de colores exquisitos.

Teté Alonso, la pastelera neuquina que mentó este reducto, es la culpable de que una gran parte de la sociedad se deleite con sus creaciones con este arte pastelero. Ella acumula más de tres décadas de trayectoria en su rubro y prácticamente desde la cuna ya estaba destinada a “jugar” en la cocina de su abuela, al crecer en un ambiente familiar impregnado de olores y sabores.

“Mi amor por la cocina tiene raíces profundas. Soy neuquina de nacimiento y, desde que tengo memoria, la comida ha sido parte esencial de mi vida. Crecí en un ambiente lleno de olores y sabores que me transportaban a momentos de amor y conexión familiar. Mi mamá y mi abuela siempre fueron amantes del buen comer, y desde bebé pude crecer rodeada de esa calidez. Mi abuela, que tenía una pensión, cocinaba para decenas de personas, muchos de ellos inmigrantes y trabajadores del norte del país. En su cocina aprendí no solo a preparar grandes cantidades de comida, sino también el valor de alimentar a otros, de ofrecer algo hecho con cariño. Nunca me vi haciendo otra cosa”, contó.

Inicio de un viaje motivador

A los 18 años, Teté se mudó junto a su familia a San Carlos de Bariloche, donde conoció su amor: Luis Kramer. Él trabajaba como encargado de compras de las confiterías y refugios del Cerro Catedral. “Siempre lo esperaba después del trabajo con algún postre dulce, y un día, casi sin pensarlo, me preguntó si me animaba a proveer tortas para su trabajo. Le dije que sí. Así, sin más, nació nuestra primera pastelería mayorista”, recordó.

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La demanda en las confiterías del cerro era enorme: 100 tortas por día: “El primer día, con la ayuda de mi mamá y mi suegra, logramos hacer cinco. El segundo día, diez. Y así, poco a poco, fuimos creciendo hasta llegar a 250 por día en esa temporada”. Ante las respuestas, eso dio pie para comenzar a vender tortas en asas de té y restaurantes en el centro de Bariloche. “Así fue como empezó este viaje, lleno de trabajo duro, pero siempre con esa chispa que me sigue moviendo hasta hoy”, dijo.

A través de esa relación con la cocina ha sabido expresar sus sentimientos, por esa inspiración es la que le permite retornar a esa “sensación” de hogar con los postres de su abuela y su mamá.

“Los dulces siempre fueron mi forma de expresar cariño. Recuerdo que mi mamá solía hacer budín marmolado, y mi abuela, panqueques con dulce de leche. No eran preparaciones muy elaboradas, pero esos postres sencillos llenaban la casa de una calidez especial. Son recuerdos de infancia que atesoro, porque detrás de cada receta había amor. Aunque hoy mis creaciones sean más complejas, siempre vuelvo a esa sensación de hogar que me daban esos postres”, explicó.

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La formación de Teté se inició en las hornallas de su mamá y su abuela. Ellas le enseñaron los principios básicos, pero su curiosidad la llevó a seguir aprendiendo por su cuenta tanto en el país como en el exterior. “He tomado muchos cursos en toda mi trayectoria y unos de los que recuerdo con más cariño fue estudiar en la Escuela de Cocineros Patagónicos. Además aprender de grandes referentes como Eva Benavente y Carlos Lischetti. Ellos no solo me enseñaron técnicas, sino también el valor de la entrega y la pasión por lo que hacemos”, aseguró.

Primera creación y emoción

La primera experiencia laboral como pastelera se dio junto a Luis, cuando ella recién comenzaba a transitar sus 20 años. “Teníamos apenas 20 años cuando emprendimos La Aldeana, nuestra primera panadería y repostería en el centro de Bariloche. Recuerdo claramente la emoción de ver mi primera creación, una mousse bomba de chocolate. Aún hoy, esa receta sigue siendo parte de nuestros productos, y cada vez que la preparo, me transporta a ese momento”, añoró Teté.

Y luego detalló lo que significó ese gran paso: “El camino hacia nuestro primer local fue, sin duda, un viaje lleno de esfuerzo y aprendizaje. Con Luis, construimos La Aldeana desde cero, en un pequeño espacio, pero con mucho esfuerzo. Recuerdo las largas horas en las que preparábamos todo con nuestras manos, y poco a poco, fuimos viendo cómo nuestro trabajo resonaba en los demás. Tuvimos dos concesiones en el Cerro Catedral a nuestros 23 años, y luego inauguramos una casa de té y restaurante, Puerto Viejo, en la costa del Nahuel Huapi. Cada paso fue una mezcla de perseverancia y pasión. En 1998, nos volvimos a Neuquén, donde el negocio siguió creciendo, primero con clientes particulares y luego con grandes nombres como Bonafide, Havanna, Freddo, Lucciano's, Piré, entre otros”.

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Pese a que se topó con inconvenientes que quizás no imaginaba, la experta delicatessen contó que fue un trabajo de mucha constancia. “Fue un proceso que se construyó día a día, a veces, en medio de la incertidumbre. La economía argentina siempre ha sido un desafío, pero en cada altibajo, la pasión y la perseverancia nos mantuvieron firmes. Mirando hacia atrás, no cambiaría nada. Todo ha sido parte del viaje, de aprender a ser resilientes y a disfrutar los logros, por más pequeños que fueran”, afirmó.

Pura alquimia pastelera

En el mundo de la gastronomía son infinitas las opiniones que se pueden encontrar sobre si la pastelería es más difícil que la cocina salada. Hay quienes dicen que la pastelería debería ser declarada una ciencia. A todo esto, Teté hizo su análisis: “La pastelería tiene su propia magia y complejidad. Cada preparación es una alquimia de precisión, donde el más mínimo detalle puede cambiar el resultado final. Es un arte que requiere paciencia, concentración y el uso de los mejores ingredientes. Si bien cada rama de la gastronomía tiene su nivel de exigencia, en la pastelería me encuentro ante un mundo donde la técnica se mezcla con la creatividad, y donde el resultado no solo debe ser delicioso, sino también hermoso a la vista”.

Ese nivel de requerimiento tiene un alto grado de intensidad y de horas infinitas con desgaste tanto físico como metal. “La cocina, especialmente en mi rubro, es un espacio de intensa dedicación. Hay días que pueden extenderse hasta 12 horas, y en ocasiones especiales, hemos pasado noches enteras trabajando sin parar. Es un oficio que demanda mucho de uno, física y emocionalmente, pero al mismo tiempo, es inmensamente gratificante. Cada minuto invertido en una preparación tiene su recompensa cuando ves la sonrisa de alguien al probar tu creación”, describió Rodríguez. Depende de la temporada, en general, la neuquina puede pasar entre 10 y 12 horas en la cocina.

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Cuando le preguntan si hay personas que gustan más de lo dulce o lo salado, ofrece otra perspectiva.La elección entre lo dulce y lo salado a menudo refleja momentos y preferencias personales más que la personalidad misma. Todo depende del momento de consumo y del acompañamiento", dijo.

Un chef pastelero debe ser un experto en mezclas, sabores y texturas, y debe desarrollar habilidades tanto en la repostería clásica como en la moderna. Y para Teté, en ese recorrido hay habilidades que son fundamentales. “La constancia, la disciplina y la pasión son esenciales, pero también lo es la vocación de servicio. Lo más hermoso de nuestra profesión es que cada creación tiene el poder de generar emociones y recuerdos en los demás. Trabajar con amor y dedicación es lo que realmente marca la diferencia en el resultado final”, advirtió.

Amor y acto de entrega

Con una carrera amplia, cada pastelero va evolucionando y buscando su toque personal y, en este caso, Rodríguez reveló cuál es su mejor cualidad: “Cada torta que sale de mi cocina lleva consigo amor. Creo firmemente que la cocina es un acto de entrega, y en cada creación busco reflejar esa esencia. Entiendo la confianza que las personas depositan en mí y en mi trabajo, y me esfuerzo por dar lo mejor de mí en cada detalle, asegurándome de que cada preparación sea especial”.

Ante algún secreto para que sus elaboraciones se roben la mirada y vuele en sabores, opinó: “La clave está en utilizar los mejores ingredientes, tanto nacionales como internacionales, pero sobre todo, en cocinarlas con amor. Cada torta es una obra de arte que se crea con atención al detalle, buscando siempre que el sabor y la presentación sean un deleite. Además nuestra pastelería desde el inicio ha sido siempre, artesanal, sin conservantes y aditivos”.

Los neuquinos y su elección

Hace apenas unos años atrás, en diferentes rinconcitos de la ciudad han aflorado diferentes negocios destinados al rubro, que podría decirse que está en boga. Totalmente al tanto de lo que pasa con la pastelería local, Teté reveló: “He notado que las nuevas generaciones buscan experiencias y sabores únicos, impulsados en gran parte por las redes sociales y la visibilidad de la gastronomía en la televisión. Esto ha llevado a un florecimiento de nuevas propuestas en la pastelería, lo cual es muy emocionante. La moda puede ser efímera, pero el amor por lo dulce es eterno".

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Teté afirma que en Neuquén el cliente ha “evolucionado” a la hora de hacer su elección cuando se trata de consumir. “La pastelería es un arte que trasciende generaciones. He tenido el placer de atender a clientes de todas las edades, desde niños hasta personas de la tercera edad. Pero, en general, los que más frecuentan mis locales tienen entre 25 y 80 años. En Neuquén, la cultura del buen comer ha evolucionado, y la gente se ha vuelto más exigente en cuanto a sabores y experiencias. Siempre es un placer ver cómo disfrutan de lo que ofrezco”, dijo.

Clásico de clásicos

En sus locales situados en calle de Córdoba 368 e Ilia y Rivadavia, la gente dulcera ya sabe y va en busca de ese clásico, que no se debe dejar de probar bajo ninguna circunstancia. “Cada creación en Teté Cake Boutique tiene su propia historia, pero una de las más queridas es el "Tronador de Vainilla". Esta torta se ha convertido en un clásico, y su nombre lleva consigo un pedazo de mi corazón y mis raíces en Bariloche. Ver cómo la gente lo disfruta y lo elige para sus celebraciones es una satisfacción”, dice

“A lo largo de los años, hemos logrado crear una identidad propia en nuestros productos. Contamos con 150 variedades de tortas, tartas y dulces, y cada cliente tiene sus favoritos”, acotó.

El neuquino y los neuquinos por adopción han tenido un gran sentido de pertenencia con las creaciones y explosión de sabores que ha concebido Teté, ya que desde la década del ’90 se mantiene ese cliente fiel. “Tengo la fortuna de contar con clientes y clientas que me han acompañado desde 1998. Hay quienes regresan año tras año para celebrar sus eventos, creando lazos que trascienden el mero acto de compra. Estos momentos compartidos son una de las mayores recompensas de mi trabajo, y cada uno de ellos se siente como una pequeña celebración”, contó la pastelera.

“Hay un creciente interés por la calidad y el origen de los ingredientes. Esto no solo se refleja en la elección de lo que compran, sino también en la búsqueda de experiencias culinarias auténticas y significativas. Me llena de satisfacción saber que mis clientes valoran esa atención al detalle", aseguró.

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“Siempre busco lo mejor para mis creaciones. La calidad de los ingredientes es fundamental. Comienzo por priorizar productos regionales, luego nacionales y, si es necesario, miro hacia lo internacional. Cada elección es realizada con cuidado y dedicación, porque sé que cada ingrediente aporta su propia esencia y sabor a cada preparación”, describió. En el caso de los distintos cacacos, uno de sus preferidos es el cacao callebaut, que es de procedencia belga.

Siempre busca productos de máxima calidad y que sean de la zona. “La calidad es sinónimo de excelencia. Cada torta, cada tarta, debe ser un reflejo de esa búsqueda constante por lo mejor. Estoy convencida de que un producto bien hecho, con ingredientes de calidad, se siente en cada bocado y deja una huella en quienes lo disfrutan. Me gusta trabajar con productos frescos y de temporada, ya que son los que ofrecen el mejor sabor y calidad. Sin embargo, en ocasiones, cuando la demanda es alta o hay escasez, también busco ingredientes de otras partes del mundo para asegurarme de que mis clientes siempre tengan lo que desean. La adaptabilidad es clave en este mundo tan cambiante”, afirmó.

Su pastel favorito

El objetivo de la neuquina con sus obras es hacer que cada bocado “cuente”, que sea una experiencia que evoque “amor y felicidad”. Y un postre tradicional de la cocina argentina es el que la moviliza a Teté: “Hay un pastel que ocupa un lugar especial en mi corazón: el lemon pie. Su frescura y equilibrio entre acidez y dulzura me enamoran. Pero, en realidad, mi amor por los dulces abarca un amplio espectro. Cada uno tiene su momento y su historia, y eso es lo que los hace tan especiales para mí”.

Alonso aloja un sueño desde mucho tiempo, que es el de compartir a través de un libro sus recetas e historias. “Un libro sería una forma hermosa de conectar con las personas y dejar un legado de si pasión por la pastelería”, aclaró.

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Ante los que significa lograr una identidad, que conlleva años de proceso y búsqueda, el mayor logro para Teté es haberse ganado un lugar en el corazón de los neuquinos y de quienes recién la descubren. “Creo que hemos logrado establecer una identidad propia que nos distingue. Nuestros productos hablan por sí mismos, y muchas personas nos reconocen sin necesidad de presentación. Sin embargo, siempre hay espacio para crecer y evolucionar. La búsqueda de la excelencia es un viaje continuo”, sostuvo.

"Sin duda, el mayor logro es haberme ganado un lugar en los corazones de las personas. Que me abran las puertas de sus hogares y me dejen ser parte de esos momentos tan especiales, llenos de amor y celebración, es un regalo que atesoro profundamente. Cada cliente que confía en mí es una historia que se suma a mi propia historia”, cerró.

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