Abelardo Pozzi recordó cómo funcionó un espacio que fue furor entre los neuquinos en los '80 y que recibió a los mejores exponentes del pádel nacional. Hoy, luce totalmente abandonado y sirve de refugio para gente en situación de calle.
Sin dudas fue el único club que congregó en la década del '80 al menos a dos generaciones de neuquinos en el Alto de la ciudad. Era un espacio rodeado de bardas con la Plaza de las Banderas de fondo, en lo que mucho tiempo después algunos medios lo denominarían la pequeña Dubai ante el boom de Vaca Muerta. En 2016, el intendente Pechi Quiroga comenzó a planificar un proyecto inmobiliario ambicioso sobre las calles Leloir-Doctor Ramón (en un tramo de dos kilómetros) que hoy es una realidad y que aún parece tener margen para continuar su desarrollo.
Precisamente en esa ahora exclusiva zona, Tiempo Propio tuvo su nacimiento a mediados de los ‘80. El club se ubicó en un lugar privilegiado para esa época: Avenida Argentina y Leloir, a metros de donde hoy se encuentra el Hotel Hilton, sector en el que el metro cuadrado puede alcanzar el valor de 3 mil dólares.
Abelardo Pozzi, cordobés que llegó a la ciudad en 1973 con cuatro años cursados en la carrera de Arquitectura, fue uno de los dueños del memorable club, en el que el pádel local tuvo su coronación tras disputarse el primer torneo Argentino. “Tiempo Propio nació en los primeros años de los ’80 cuando Susana Chávez junto a su marido consiguen la concesión de las tierras a través del intendente Jorge Sobisch . Creo que fue en 1985”, contó.
“Hacen la inversión y montan una confitería, cuatro canchas de tenis de polvo de ladrillo y una sola cancha de pádel. En ese tiempo el furor era el tenis. Y una de las condiciones era que en una de las esquinas del terreno tenían que hacer una cachita de básquet”, detalló sobre las actividades. Esa cancha perduró muchos años, inclusive cuando el club dejó de estar en funcionamiento, se podía ver a jóvenes siempre jugando hasta la caída del sol.
Tuvieron que pasar tres o cuatro años para que Pozzi, quien trabajó en Obras Públicas de la provincia, se hiciera cargo del club que contaba con una pileta (10x10), todo un lujo en las temporadas de verano por su ubicación.
“Con Susana éramos muy buenos amigos y en un momento me dice ‘che, porque no te haces cargo vos. Te vendo porque no tengo tiempo’. Ellos tenían un negocio que se llamaba Mequén que estaba en la diagonal 9 de Julio e Irigoyen”, explicó.
Proyección y pádel en marcha
Tras llegar a un acuerdo económico para el traspaso, junto a un arquitecto, Pozzi proyectó la realización de cuatro canchas nuevas de pádel, que se ubicarían sobre Leloir.
“La primera estaba en la medianera que da a la Universidad del Comahue, cerca de la confitería y los baños. Yo era jugador de tenis pero gente que comenzó a jugar al pádel todavía no tenía mucha idea del reglamento hasta que alguien viajó a Buenos Aires y trajo información. El Negro Becerra, Pablo Celoria y su grupo de amigos fueron los primeros que iban a jugar. Lo hacían más como divertimento”, reveló Abelardo.
“En ese momento el furor era el tenis y Tiempo Propio tenía cuatro cancha muy lindas con un buen drenaje y hasta una máquina moledora de ladrillo para generar polvo porque el viento barría todo. Todos los días había que poner polvo de ladrillo y regar todo el tiempo. Para parar el viento habíamos colocado mallas medias sombra de cuatro metros de altura para frenarlo”, recordó. En paralelo, la actividad del tenis se desarrollaba en el Tenis Club, El Biguá y El Santafesino.
Junto a Guillermo Lautre, profesor de tenis y actual director de Tenis en EL Tenis Club, se comenzó armar un equipo, además de diagramar todo lo referido al deporte blanco: “Con Guillermo realizamos la escuela de tenis y comenzamos con los torneos. Una vez pusimos de premio un viaje a Estados Unidos. Se corrió la bola y explotó todo. Después había otros premios como centros musicales, tv, ropa…era todo una movida lo que sucedía con el tenis y así arrancamos”.
Moda y un lugar de pertenencia
En la parte social, hubo un gran segmento de adultos y jóvenes que tomó a Tiempo Propio como su lugar pertenencia. Y poseer una pileta a cinco minutos del centro era un golazo. “La pileta siempre funcionó muy bien. Y más en esa zona de monoblocks en donde la gente estaba condenada a sufrir el calor sino eras socios de algún club. De 9 a 13 teníamos siempre 120 chicos en la colonia de vacaciones que dirigía la profe Fabiana Bertolami. Su padre era director del hospital”, contó Pozzi.
“Hasta habíamos hecho convenio con Rincón Club de Campo y los más grandecitos (12 años) hacían equitación una vez a la semana. Salían del club caminando hasta el Rincón y atravesaban la barda”, recordó.
“Después de 13 a 14 Fabiana daba clases de Matronatación -estimulación temprana del bebé-. Siempre había como 40 madres metidas en la pileta con sus bebés. Después abríamos al público y era impresionante como se llenaba por la pileta”, agregó.
Ante la cantidad de gente que comenzó a elegir Tiempo Propio, el espacio se convirtió como el lugar de “onda” para una parte de la sociedad neuquina. Poggi reveló que se accedía a la pileta pagando una entrada que tenía un valor de 500 pesos. “No teníamos el espacio para meter tanta gente y decidimos cobrar. No todo el mundo a veces podía pagar y se volvió un poco selectivo”, afirmó.
La pileta del club no era muy amplia pero tenía una particularidad: en una de sus esquinas presentaba una barra con sus respectivas banquetas hechas de hormigón. “Estaba metida dentro de la pileta. La idea la había sacado Chávez en uno de los viajes que hizo al exterior. Era una cosa muy linda y novedosa para la época porque te podías tomar un trago. Como sucede en las pileta de los all inclusive”, destacó.
Cuando Abelardo se lanzó a edificar las cuatro canchas de pádel los aficionados neuquinos ya se habían lanzado con todo a la práctica. “Ya había comenzado a crecer muy fuerte el pádel. Estaban Las Acasias sobre Juan B. Justo entre Brown y La Rioja con dos canchas. Ese terreno era de la familia Gotlip y lo atendía un escocés que estaba en pareja con Susana Gotlip. Después se encontraba el Gallego Fernández con Winter, que sigue en actividad hasta hoy, más Pacalo, quien tenía dos canchas sobre la Fotheringham”, rememoró.
Argentino de pádel y días gloriosos
“Con una sola cancha no podía organizar nada y entonces nos largamos con cuatro bien hechas con tribunas. Cuando comenzamos a excavar el terreno se encontró el canal aluvional que se hizo después del 75 tras la famosa inundación. Donde está el Alto Comahue había una famosa laguna que filtraba toda el agua del barrio Alta Barda. Y se aprovechó para hacer un canal a cielo abierto que llegaba hasta el río Neuquén", detalló.
Con la modificación de los terrenos, finalmente en 1991 desembarcó en Tiempo Propio el primer campeonato Argentino de Pádel en la ciudad: “Los organizamos junto con Mario Stuller, quien era el presidente de la Asociación de Pádel de Neuquén. Tuvimos que viajar varias veces a Buenos Aires por temas de organización y fue todo éxito. Tuvimos que pagarle el pasaje y estadía a las 10 primeras parejas profesionales. Vino gente de todo el país porque el campeonato era puntuable. El primero que llegó al club con un bolsito fue un chico de Salta”, contó.
“Fue una movida increíble. Nos auspició Pepsi a través de Néstor "Quiti" García (fue presidente del club Cipolletti) y había traído dos Ford Escort Cabriolet descapotables, que se ubicaron pegados a la pileta. En ese entonces, si te salía el auto en alguna tapita de Pepsi te podías ganar el auto”, acotó.
Ojo clínico
Por ese entonces, Carlos Valdez era la cara visible y proveedor exclusivo de la marca de paletas Sola en esta parte de la Patagonia, además de ser una de los miembros de la APAN y un sinónimo de pádel en la zona. “Neuquén ya venía empujando fuerte porque había 63 canchas. Y el Argentino fue como ponerle la frutilla al postre a todo lo que pasaba con el pádel en Neuquén, que llegó a tener 90 clubes. El Argentino se hace como un resultado lógico de la explosión que venía de abajo”, aseguró Valdez.
“Fue como una necesidad de meter definitivamente a Neuquén para que figure a nivel nacional. Alejandro Lasaigues y Javier Maquirriain (máximos exponentes en el país) ya habían venido a Neuquén a torneos privados. Y el Argentino tuvo muy buena repercusión en Buenos Aires. Hubo un muy buen nivel de pádel de los neuquinos y en el torneo pelearon los segundo y tercer puestos”, agregó.
Talento local y una locura de ventas
Nacido en provincia de Buenos Aires, Valdez fue una pieza importante al destacar a los jugadores locales. “Cuando la paleta Sola se comenzó a posicionar, pasé armar equipos de jugadores. Los primeros que armé con ropa y paletas fueron Claudio Cloch Hernández (dueño de la pizzería Horacito) y Darío Tamborindegui (periodista), que era la pareja número uno”. La segunda pareja elegida fue Jorge Márquez y Kike Soler junto a Pablito Verani. “A esos tipos los puse de punta en banco porque siempre estaban en las finales”, agregó.
Otros jugadores que sobresalieron en el circuito fueron Paul Staicos, Marcelo Flaco Nogueira, Martín Linton, Fabián Sepúlveda, Guillermo Pessino y Roberto Lucero. Los últimos dos eran de Zapala.
Paralelamente, Carlos era corresponsal de la revista Pádel Magazine que llegaba a todo el país. “Tenía dos cámaras fotográficas y apenas terminaban los torneos les daba los rollos a Roby Gattiker o Cecilia Bacigalupo para que se lo lleven a Pablo Rettori, quien era director y dueño de la revista. Después enviaba el comentario de los partidos vía fax”, comentó.
Carlos se encargaba de cubrir todo el circuito Patagónico y todo torneo privado que sucediera. Durante cinco años, observó la evolución del pádel en la zona y alrededores. Y uno de los termómetros que tenía ante ese furor eran los niveles de compra de la marca Sola.
“En Ferraciolli se agotaban inmediatamente las paletas. Por mes vendía cuatro mil y en los los locales más chicos de deportes dejaba un promedio de 600 paletas. Una locura”, reveló el empresario.
En Tiempo Propio también convivían los deportistas jóvenes con algunos políticos, comerciante gastronómicos y dueños de boliches de moda, que se se convirtieron en habitué. Entre los personajes se encontraba Tito Oses, dueño de Pirkas, Pollo Gentille del boliche Adokin, Roberto Ferraro y Eduardo Comba de La Nona Francesca, Pelado Sarabia (Mirror, el local bailable), entre otros. Muchos de esos comerciantes auspiciaban los torneos y llegaron a vestir a los jugadores, que luego accedían o visitaban esos locales como figuras del momento.
Políticos, empresarios y Raúl di Blasio
En tanto, en el plano político se podían ver a Oscar Smoljan, Oscar Massei, Luis Sapag, Osvaldo Bonvín, entre otros. Siempre que finalizaba un partido de pádel había lugar para reunirse en el quincho y compartir una comida o algo a la parrilla. La otra opción era cruzarse al Cirse, en donde los esperaba Jorge Inda con algún plato especial.
“Había una linda actividad social con gente agradable. Siempre los grupo se mezclaban entre grandes y chicos. Había mucha demanda para jugar y el club estaba abierto hasta las 12 de la noche ”, precisó Pozzi. A modo de anécdota, recordó cuando el reconocido pianista Raúl Di Blasio (zapalino que residió en Miami y que llegó a dar un concierto en el Ruca Che) cayó a Tiempo Propio a jugar al tenis: "Vino toda una semana a jugar".
Toda moda o furor siempre tiende a bajar un poco o caer de forma desmedida. Y el pádel no fue la excepción. Las cuestiones económicas ya no eran las mismas. Las paletas no salían lo mismo y los costos para esa familia que iba a la cachas eran elevados ante la crisis que se avecinaba entrando al 2000. Por otro lado, la aparición de las canchas de fútbol sintético también hizo lo suyo. Otros consideran que el negocio ya se había terminado.
“Creo que se dejó de fomentar a los nuevos valores. Claudio Hernández fue el primer jugador neuquino que llegó a jugar a nivel nacional junto a Hugo Tanoni. Las competencias en Neuquén ya no eran tan fuertes y se jugaba más por diversión. Y cuando la gente iba a los torneos veía siempre a los mismos. Y ese público se empezó a aplanar. Después de la pandemia, arrancó fuerte el pádel pero no sé hasta dónde puede llegar", opinó Valdez.
Abelardo Poggi, por su parte, sostuvo que en un viaje a Buenos Aires le comentaron que el pádel ya venía cayendo y además las cuestiones que tenía que ver con lo económico no eran las mejores para el sector. "El 1 a 1 del dólar era caro para el pádel. La hora de cancha pasó a ser cara y a la gente le hacía ruido en el bolsillo. Y en el 93 puse en venta el club y se hizo cargo un muchacho de apellido Alemandi, que tenía una agencia de autos Rover. Creo que lo tuvo un año y se tuvo que ir de Neuquén por problemas de negocios. Ahí muere el club y pasa a manos del municipio que lo trabajó dos años. Taparon las canchas de tenis para hacerlas de fútbol y después utilizaron la pileta para que hagan ejercicios personas con discapacidad", aseguró.
La esquina de Avenida Argentina y Leloir hace ya larguísimo tiempo que sigue sin actividad. El rumor instalado en la calle dice que seguramente se edifique una nueva torre o dos para continuar con la "pequeña Dubai". Mientras tanto, lo que en una época fue todo brillo y moda, hoy es un espacio totalmente abandonado, deteriorado, que sirve de refugio para la gente en situación de calle. Lo que fue la recepción del club y confitería es actualmente una tapera.
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