En Cipolletti, un joven encontró un celular sin imaginar lo que significaba para su dueña. El aparato volvió a sus manos y ella mostró su gratitud eterna.
En medio de tiempos donde las noticias suelen venir cargadas de preocupación y desconfianza, un gesto simple, pero muy valioso, protagonizado por un joven cipoleño y una vecina jubilada, demuestra que todavía hay lugar para la honestidad y la empatía. Un celular dio esperanzas de un mundo mejor, al menos para Mónica.
Mónica, una docente jubilada de Cipolletti, vivió una situación tan angustiante como inesperadamente reconfortante el sábado por la noche. Mientras hacía unas compras rápidas en un negocio del barrio Don Bosco, sobre la calle del mismo nombre, su celular se cayó sin que lo notara.
“Tenía la cartera en el auto y el celular se me cayó cuando me bajé a comprar, al parecer en la vereda”, contó a LMCipolletti. Luego siguió su camino rumbo a la casa de una amiga, sin imaginar que el teléfono —y con él, sus recuerdos más preciados— ya no estaba con ella.
“Mi amiga llamó a mi número y al segundo llamado me atendió Tomás, un chico de 29 años que podría ser mi hijo, tengo uno de 30”, bromeó Mónica.
Tomás, el joven que encontró el celular en la vereda, no dudó en atender y coordinar su devolución: “Nos dijo dónde vivía y nos esperó en la vereda de su casa. Humilde, tímido y honesto como pocos”, describió emocionada.
El celular guardaba imágenes irremplazables
El encuentro fue breve, pero significativo. Mónica le ofreció el poco efectivo que llevaba encima como forma de agradecimiento. “No quería recibirlo, pero lo más importante es destacar el gesto y su actitud. Un celular lo podés comprar en cualquier lado, pero lo que tenía adentro era muy valioso para mí”.
Y no exagera: en el dispositivo guardaba recuerdos irremplazables de su familia. “Tengo todos los recuerdos, fotos y videos de mis nietos y mis cuatro hijos. Uno de ellos tenía 19 años y falleció hace unos meses. Era muy valioso para mí, porque hay fotos que guardo que son imposible de reemplazar o recuperar”.
El celular también contenía información personal y sensible. “Soy docente jubilada, tengo todos los bancos, la app de Ipross y PAMI de mi mamá. Perder todo es un lío”, resumió.
En tiempos difíciles, Mónica no quiso dejar pasar la oportunidad de agradecer públicamente a Tomás y compartir la historia: “Así como está el país y como está el mundo y las cosas, es una buena entre tantas malas”.
Historias como la de Mónica y Tomás no solo merecen ser contadas, sino también imitadas. En medio de un contexto donde muchas veces prima la desconfianza, gestos simples como el de devolver un celular pueden tener un impacto profundo. Porque a veces, un acto de honestidad no solo devuelve un objeto: devuelve también un poco de fe en los demás.
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