Bloquearon TikTok, YouTube y todas las redes sociales al WiFi escolar. Pero los alumnos siguen conectados con datos. ¿Alguien se anima en serio a este debate?
El gobierno de Neuquén bloqueó Facebook, TikTok, Instagram, X, YouTube, Snapchat y Netflix en las redes WiFi de las escuelas. Lo hizo con la intención, dicen, de crear “entornos que prioricen el aprendizaje, la creatividad y el trabajo colectivo”. ¿Pero sirve de algo este bloqueo si los chicos igual pueden usar sus propios datos móviles en el celular?
En los papeles, todo pareciera que suena bien. Se restringe el acceso al entretenimiento digital en el ámbito educativo, o sea las redes de la escuela. Pero en la práctica, es como cerrar una canilla y dejar abierta otra justo al lado. Si el objetivo es evitar distracciones, la medida parece más simbólica que efectiva.
Hoy un celular no es una ventana al mundo, un televisor portátil, una consola de videojuegos, o el acceso a la Inteligencia Artificial. Y está siempre en el bolsillo del alumno. El “scroll infinito” no se detiene porque se bloquee una red WiFi, se cambia de red, se tira de los datos, y listo. Como si nada.
Hay algo de efectista en la medida, pero que podría ser el principio de algo más estricto a futuro. Se bloquea el acceso “desde los pisos tecnológicos”, pero no se toma ninguna decisión real sobre el uso del celular dentro del aula. Porque eso implicaría, tal vez, un paso más polémico, que es justamente prohibirlo. Y ahí empiezan las dudas, los termómetros de si es conveniente, incluso para la política.
En algunas escuelas o clases, según los acuerdos escolares que se hagan, está limitado el uso del celular. Pero no es todas las clases y tampoco con todos los docentes.
Celulares en el aula: qué pasa en otros países
¿Hay que prohibir directamente el uso de celulares en las escuelas? En Francia ya lo hicieron en 2018, cuando se prohibió su utilización en las escuelas primarias, pero no en las secundarias, donde se evalúa hacer lo mismo. En Finlandia, pionera en educación, también se empezó a revisar su uso luego de ver una baja en la comprensión lectora atribuida a la distracción digital.
En Estados Unidos, algunos distritos los prohíben directamente. En otros, se obliga a dejar los teléfonos en lockers. En Italia, el ministerio de Educación ordenó sacarlos de las aulas. Hasta Naciones Unidas recomendó, en 2023, limitar el uso de celulares en escuelas para “proteger el bienestar mental y el aprendizaje”.
Neuquén, por ahora, eligió una solución intermedia, que es un paso al menos en el debate. Bloqueo de redes pero no prohibición. Educación sin intervenir en la esfera privada. Es un aviso pero sin sanciones, y el resultado ya se avizora: tal vez no cambie nada.
Es cierto que no se trata de demonizar la tecnología, pero el cambio cultural que hay en el país, la escuela parece también una zona de guerra. Pero el aula debería ser, cada vez más, un espacio de concentración, de pensamiento profundo, de silencio interno, pero creo que nada de eso ocurre. Y eso es muy difícil con una notificación cada 30 segundos en la palma de la mano.
No se trata solo de bloquear apps: se trata de preguntarnos, seriamente, qué tipo de entorno queremos en las escuelas. Porque el derecho a enseñar también incluye el derecho a ser escuchado, sin que un teléfono lo tape todo. El docente se convierte, muchas veces, en un guardián de la atención. El celular, hoy, interrumpe más de lo que colabora. Y todo el mundo lo sabe.
También es cierto que las familias tienen un rol. Poner límites, generar acuerdos. ¿Pero hay familias y en qué contexto? Justamente, con la noticia de que una familia golpeó hasta desfigurar el rostro a una docente en Neuquén, parece difícil.
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