Se registró en la madrugada del jueves y aunque fue de baja intensidad, monitorean la situación. Tras aquella erupción, hubo nuevos movimientos en varias oportunidades.
El volcán Hudson, ubicado en la región de Aysén, en Chile, registró actividad sísmica en las últimas horas, según informó el Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred), y está siendo monitoreado en forma permanente, aunque por el momento el nivel de alerta sigue en verde.
Se trata de la misma montaña que, en 1991, dejó bajo las cenizas a la localidad de Los Antiguos, en Santa Cruz, y que volvió a tener intensa actividad en 2011 generando una alerta roja y evacuaciones en el país vecino.
Con esos antecedentes, el incidente registrado en el país trasandino durante la madrugada del jueves, a las 3.40, disparó las alertas. Según se informó oficialmente, se detectó un “sismo asociado tanto al fracturamiento de roca como a la dinámica de fluidos al interior del sistema volcánico (híbrido)”.
Más allá de los indicios, en el comunicado del Cenapred se aclaró que, de acuerdo con la información proporcionada por el Observatorio Volcánico de los Andes del Sur (OVDAS) del Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin), el volcán mantiene “alerta técnica en nivel verde”, ya que se trató de un sismo de baja energía. De todos modos, los especialistas siguen la situación de cerca.
El Senapred indicó que “mantendrá las coordinaciones con los integrantes del Sistema Regional de Prevención y Respuesta ante Desastres para alertar oportunamente y dar adecuada respuesta ante eventuales situaciones de emergencia producto de la condición volcánica”.
Para un especialista, falta información
Entrevistado por el diario chileno La Tercera, el sismólogo y académico de Geofísica de la Universidad del Desarrollo (UDD), Luis Donoso, explicó que el hecho de que la alerta técnica esté en nivel verde significa que “los parámetros están dentro de lo que se puede considerar actividad normal”.
Pero el especialista se quejó de que la información disponible no es suficiente para evaluar en profundidad la situación y el nivel de riesgo que implica la actividad reportada.
“Si se ve el registro, hay un sismo. El problema es que si alguien no sabe nada del volcán y le dicen que hay actividad, puede imaginar que está ocurriendo un sismo por minuto o que se trata de una cosa grande”, aseguró.
Donoso explicó que el comunicado oficial sugiere que después de ese movimiento hubo “varios sismos menores volcanotectónicos que están asociados al fracturamiento de la roca”, pero que “por la distancia en la cual está la estación en Puerto Aguirre, no son visibles, ya que se atenúan en el camino. Esos son solamente visibles en la red de Sernageomin”, agregó.
El especialista comentó que ahí viene “otro aspecto” a considerar. “Si se lee el comunicado oficial, el REAV que está en Sernageomin, dice que posteriormente se registró actividad de fractura de material rígido, todos de baja energía (...) pero no indican posición ni magnitud”.
“Sería un aporte que la información que se financia con dineros públicos estuviese disponible a nivel base”, enfatizó.
También explicó que dos organismos informando al mismo tiempo con bases de datos separadas también es una dificultad. Y marcó algunas diferencias en los informes de ambos.
“Si nos fijamos, las localizaciones epicentrales son distintas, separadas por una distancia. Por un lado, además, tengo 2,8 a 7,5 kilómetros (de profundidad) y, por otro, tengo 2,7 a 12 kilómetros. Alguien puede decir que el sismo no fue en el Hudson, sino que fuera. Hay que tener ojo con eso”, subrayó el académico. “Hay kilómetros de distancia entre una solución y otra”, aseguró.
La erupción de 1991 que golpeó a Santa Cruz
En 1991, la ciudad de Los Antiguos, en Santa Cruz, quedó cubierta de desechos tras la erupción del volcán Hudson. El problema no fue tanto convivir con la nube, sino los efectos que dejó después.
Un estudio del INTA determinó que las consecuencias físicas en las personas fueron moderadas, ya que sólo se registraron irritaciones en la vista, en las vías respiratorias y el aparato digestivo.
Pero en cambio, tras varios meses de permanencia en el aire, la ceniza fue mucho más perjudicial para los animales, muchos de los cuales murieron ante la falta de fuentes de agua. También provocó la pérdida de cultivos.
Desde entonces, aquella última erupción en la montaña chilena se configuró como antecedente preocupante en dos oportunidades.
Veinte años más tarde, a fines de octubre de 2011, el Hudson se volvió a despertar, despidiendo humo blanco durante varios días. Una sucesión de ruidos compatibles con actividad sísmica elevó los sistemas de prevención hasta llegar a una alerta roja.
En Chile hubo evacuaciones en un radio de 45 kilómetros a la redonda, y desde Argentina se siguió día a día la evolución de la situación, que el 2 de noviembre empezó a morigerarse.
En diciembre de 2016, nuevamente la aparición de cenizas volcánicas en la boca del volcán despertaron preocupación y llevaron a los sistemas de emergencia al nivel amarillo.
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