El sábado pasado, La Noche de Mirtha regaló a la audiencia uno de los momentos más tensos de su temporada. Con su habilidad característica para incomodar sin perder la sonrisa, Mirtha Legrand acorraló a Roberto García Moritán en una serie de intercambios que hicieron vibrar el set. Sin embargo, lo que sucedió fuera de cámara, durante el corte comercial, fue tan revelador como lo ocurrido al aire.
Antes del inicio de la grabación, el clima parecía prometedor. García Moritán llegó temprano a los estudios en Villa Ortúzar, acompañado de un pequeño grupo de colaboradores. Mostrándose cordial y con una sonrisa que denotaba algo de nerviosismo, saludó al equipo técnico y hasta intercambió palabras con Jimena Monteverde, la chef del programa, quien apenas tuvo tiempo para detenerse en plena vorágine de preparación del menú.
La atmósfera era relajada, pero todo cambió en cuanto arrancó el programa y La Chiqui comenzó a apuntar sus preguntas directas hacia él.
El primer bloque del programa transformó el ambiente en un ring mediático. Mirtha, con su reconocida capacidad para ir al grano, formuló preguntas incisivas que dejaban poco margen para respuestas evasivas. Roberto García Moritán, acostumbrado al debate político, se esforzaba por mantener la compostura mientras sus piernas cruzadas y movimientos constantes delataban la incomodidad.
Entre silencios incómodos y respuestas que intentaban neutralizar el tono mordaz de la conductora, el set quedó en un tenso suspense que solo fue interrumpido por la pausa comercial.
Cuando se cortó el aire, la tensión no disminuyó. En ese momento, Mirtha se rodeó de su equipo de producción, quienes aprovecharon para ajustar detalles de la próxima tanda. Gladys Andrade, la maquilladora de confianza de Legrand, se acercó con un espejo de mano, permitiéndole a la diva retocar su maquillaje y asegurarse de que estaba lista para lo que venía. La anfitriona, calmada, pero estratégica, sabía que la confrontación protagonizada hasta ese momento sería el tema de conversación de los días siguientes.
Por su parte, Roberto García Moritán permaneció en su lugar. Sin cruzar palabras con la conductora, conversaba en voz baja con sus acompañantes, quienes intentaban calmarlo. El ambiente alrededor de la mesa era denso, y tanto técnicos como productores especulaban sobre cómo continuarían las tensiones en el siguiente bloque. Algunos asistentes del set comparaban la escena con momentos históricos del programa, como la recordada pelea con Silvana Suárez, que terminó con una salida abrupta en vivo.
Al regresar del corte, la dinámica continuó con el mismo nivel de intensidad. Roberto García Moritán intentó defenderse mostrando documentos que buscaban esclarecer acusaciones recientes, pero Mirtha Legrand no permitió que el tema dominara la mesa. Cuando el empresario mencionó que había viajado a Perú por cuestiones laborales y no para asistir a “fiestas sadomasoquistas”, la sala quedó en silencio absoluto. Fue uno de los momentos más incómodos del programa, comparable solo al instante en que insinuó que la conductora había sido “operada” para sostener su falta de imparcialidad.
El final del programa no consiguió disipar por completo la tensión. Aunque Mirtha despidió a su invitado deseándole felicidad, la despedida careció de calidez. La tradicional foto de cierre con todos los comensales tampoco logró capturar la armonía habitual de estas reuniones. García Moritán incluso pidió una fotografía adicional con su equipo, un gesto que Mirtha aceptó sin muchas palabras, reflejando la distancia que marcó la noche.
La grabación del sábado dejó claro que, a sus 97 años, Mirtha Legrand sigue siendo una maestra en el arte de generar momentos televisivos inolvidables. Mientras los números de rating acompañaron, ubicando al programa en un digno segundo lugar detrás de Escape perfecto, las redes sociales se llenaron de opiniones divididas sobre el tono inquisitivo de la diva. Lejos de los formalismos, lo ocurrido en los cortes y fuera de cámara reafirma que no todo lo que se ve en pantalla refleja el estado real de las cosas. Una vez más, “La Chiqui” demostró por qué, después de décadas, sigue siendo una figura central en la televisión argentina.
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