Qué es "woke", el término que Javier Milei destrozó en el Foro de Davos

La palabra "woke", de origen anglosajón, ha ganado una relevancia creciente en los debates públicos y políticos en los últimos años. Si bien es un término que suele utilizarse en países de habla inglesa, tomó fuerza en las últimas horas tras el discurso de Javier Milei en el Foro de Davos.

Vale recordar que el presidente Javier Milei aseguró esta mañana que el mundo debe "eliminar el virus de la ideología woke", al considerar que "es el cáncer que hay que extirpar", en su discurso en Suiza.

Originalmente, el término emergió dentro de comunidades afroamericanas en los Estados Unidos como una forma de alertar sobre la necesidad de “estar despierto” (“awake”) frente a las injusticias sociales y raciales. Con el tiempo, su significado se expandió para abarcar un estado de conciencia crítica respecto a temas como la equidad de género, los derechos LGBTQ+, el cambio climático y otras causas consideradas progresistas.

Sin embargo, este concepto ha sido objeto de reinterpretaciones y manipulaciones, especialmente en los contextos políticos de derecha. Es en estos espacios que "woke" ha pasado a ser usado de forma peyorativa para referirse a lo que consideran un exceso de corrección política, un moralismo exacerbado o una imposición de valores progresistas sobre la sociedad. En esta transformación semántica, la palabra se ha convertido en una herramienta discursiva que polariza los debates.

Por qué llegó el término "woke" a Argentina

En el caso de Argentina, el gobierno de Javier Milei ha adoptado con frecuencia el uso de “woke” en su retórica política. Desde su llegada al poder en diciembre de 2023, Milei y sus aliados han empleado este término para criticar ciertas posturas y políticas que, según ellos, representan una amenaza a las libertades individuales y al desarrollo económico. La utilización del concepto por parte del gobierno tiene varias razones y responde tanto a una estrategia comunicacional como a una lógica ideológica.

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Estados Unidos, el creador del término "woke", hoy replicado por Javier Milei.

En primer lugar, el uso de “woke” encaja con la narrativa antisistema que ha caracterizado a Milei desde sus primeros pasos en la escena política y, claro está, también se muestra alineado con los intereses de Estados Unidos y del gobierno de Donald Trump. Intereses que se ven reflejados en el discurso de Milei en Davos, por ejemplo.

Para el espacio libertario, etiquetar a sus oponentes políticos y culturales como “woke” permite construir un enemigo claro: un grupo que, en su visión, promueve una agenda “estatista” y “colectivista” que sofoca la libertad individual y prioriza lo simbólico sobre lo pragmático. Al posicionarse como el antítesis de esta tendencia, Milei refuerza su imagen de líder disruptivo y defensor de valores “verdaderos”.

La "batalla cultural"

En segundo lugar, este concepto está estrechamente vinculado con los debates culturales globales que han influido en Argentina. El término “woke” se utiliza por parte de sectores de derecha en países como Estados Unidos y Brasil para desacreditar movimientos sociales progresistas. Milei ha tomado esta estrategia y la ha adaptado al contexto local, apelando a un electorado cansado de lo que percibe como “excesos” del feminismo, la militancia ambiental o los reclamos de derechos ampliados.

Además, la retórica anti-“woke” cumple una función práctica en la política de Milei: desviar la atención de problemas estructurales o económicos hacia la famosa "batalla cultural". Al priorizar estos temas, el gobierno logra consolidar una base de apoyo ideológico mientras neutraliza las críticas por su gestión. Esto también permite enmarcar cualquier oposición a sus políticas como parte de una conspiración “woke” para frenar el “cambio verdadero” que su administración propone.

Sin embargo, el uso creciente de “woke” también genera tensiones y críticas. Muchos consideran que este término, tal como lo emplea el gobierno, trivializa causas fundamentales y refuerza estereotipos que perpetúan desigualdades. Asimismo, los opositores al oficialismo denuncian que esta retórica polarizadora busca dividir a la sociedad y consolidar un discurso “anti-progresista” que limita el diálogo.