Condenado por el crimen de dos policías de Chubut y con varias fugas en su historial, este lunes se lo llevaron en un importante operativo. Sus andanzas en Neuquén.
La ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, anunció en redes sociales en las últimas horas una contundente medida contra Martín Alejandro “Banana” Espiasse Pugh, el peligroso narcocriminal que en sus inicios actuó en Neuquén y más tarde desarrolló un extenso prontuario de violencia y sangre en Chubut, Mendoza y otros puntos de la Argentina.
Espiasse, condenado a prisión perpetua por el asesinato de dos policías en 2007 y por acumular explosivos y armamento con intenciones de sembrar terror, fue trasladado en un avión de la Fuerza Aérea desde la Unidad 6 de Rawson a otro complejo penitenciario de máxima seguridad, ubicado en Buenos Aires.
Allí cumplirá su condena bajo el Sistema de Gestión para Presos de Alto Riesgo, diseñado para criminales de máxima peligrosidad. La pena de prisión perpetua le había sido fijada en 2022, pero había apelado a la Corte Suprema. Ahora, finalmente quedó firme y desde el ministerio nacional se decidió su traslado.
El operativo, difundido en un video del Ministerio a cargo de Bullrich, requirió un impactante operativo coordinado entre el Servicio Penitenciario Federal, la Policía de Seguridad Aeroportuaria y el Ministerio de Defensa, con la colaboración de la Fuerza Aérea Argentina.
La ministra destacó este trabajo como un ejemplo de la capacidad estatal para enfrentar amenazas de esta magnitud. “En nuestro gobierno no hay privilegios para los criminales ni ‘garantismo’ que los protejan. ¡El que las hace, las paga!”, escribió en su mensaje en las redes sociales.
Una historia de violencia y fugas
Espiasse tiene un prontuario frondoso y una historia personal marcada por la violencia y el desafío al sistema judicial y a las instituciones. Tanto, que en 2007 protagonizó un increíble asalto nada menos que al Ministerio de Economía de Chubut.
Durante ese ataque comando en Rawson, los policías Oscar Cruzado y Pablo Rearte fueron asesinados con una ametralladora soviética SKS. Aunque Banana Espiasse -apodado así por la forma de su nariz- no fue el que hizo los disparos, fue señalado como el cerebro detrás del hecho.
En 2010, escapó del Hospital Central de Mendoza cuando lo trasladaron para un control de salud. En la persecución por la ciudad, saltó por un túnel de desagüe de cinco metros. Pese a la importante caída, no sufrió un rasguño.
En ese momento estaba preso con un nombre falso, luego de robar una fábrica de camperas en Godoy Cruz: el ataque, como en Chubut, fue a punta de ametralladoras. Pero en ese momento, nadie chequeó su verdadera identidad y no lo conectaron con el grave antecedente en Chubut.
En 2012 fue condenado a perpetua en esa provincia, por el asalto al ministerio y la muerte de los policías. En noviembre de 2013, con más éxito, protagonizó una célebre fuga en la Cárcel de Ezeiza, junto a siete presos más. Tiempo después, mientras estaba escondido y prófugo, su hijo mayor, también llamado Martín Alejandro, murió apuñalado en una riña carcelaria en Bahía Blanca.
Espiasse fue el último de los presos de Ezeiza en ser recapturado, cuatro años más tarde, otra vez en Mendoza. Cayó en un escondite rural, donde lo encontraron con explosivos, un arsenal de armas, múltiples identidades falsas, marihuana y hasta una perra dogo llamada Cielo.
En 2022, la Justicia de Chubut inició un trámite para unificar su condena perpetua con otras penas acumuladas. Sin embargo, este proceso encontró obstáculos por irregularidades previas en las causas, y su abogada, incluso, presentó un recurso ante la Corte Suprema.
Ahora, el Tribunal Superior de Justicia de Chubut, integrado por Camila Banfi Saavedra, Daniel Esteban Báez y Silvia Alejandra Bustos, ratificó su condena perpetua, cerrando cualquier intento de apelación extraordinaria.
Este fallo selló el destino de Espiasse, quien deberá cumplir su condena en condiciones de máxima seguridad bajo estrictas medidas de aislamiento. El tiempo dirá si es suficiente para mantenerlo bajo control.
Sus andanzas en Neuquén
El paso del Banana Espiasse por Neuquén, a fines de los 90, está grabado en la memoria de los viejos policías, que al hablar del tema ponen su mirada en el horizonte mientras fluyen los recuerdos de las distintas pesquisas que hicieron sin lograr dar con el escurridizo delincuente.
Recuerdan que llegó a la provincia en 1997 escapando de la Justicia chubutense. Tenía una veintena de robos sobre su espalda. Con sus antecedentes de pibe duro, el hampa neuquino le abrió las puertas y le brindó protección.
Rápidamente se puso a “trabajar” en conjunto con otros pesados de la región. “Se juntaron con Espiasse todos los delincuentes importantes que había en ese entonces. Ellos tenían sus propias bandas, pero se abrían para hacer los golpes con Espiasse porque eran más redituables. Le tenían respeto o miedo porque era muy violento”, le contó una fuente policial a LMN en 2020.
Junto con ellos también iba el hermano de Banana, que con 17 años parecía endemoniado. “Tal vez, si no lo hubieran matado a tan temprana edad, habría sido hasta más bravo que Espiasse”, especuló alguna vez un pesquisa.
Una seguidilla de robos a importantes en la región y con la misma modalidad delictiva tuvo en vilo a los investigadores en el verano de 1998.
Fue en ese entonces cuando la Policía tomó conocimiento de quién era Espiasse, también apodado como Tincho o Narigón, y de su virulento prontuario. Un informante le pasó el dato a la Policía y describió sus características físicas. Hasta ese entonces, nunca lo habían visto en persona y no tenían ni fotos de él.
Tras un robo a una distribuidora del Bajo neuquino liderado por el entonces joven criminal, los delincuentes huyeron en un auto que se fue a guardar al barrio Bouquet Roldán, a una casa que estaba sobre la calle Teodoro Planas.
La suerte quiso que el vehículo fuera identificado por unos policías y, con dos móviles no identificables, cubrieron la calle a la espera de refuerzos. “Cuando salió el auto, lo cortamos”, recordó un investigador que participó del procedimiento.
“El conductor fue detenido de toque, pero el acompañante salió corriendo y otro policía lo persiguió. En medio de la carrera, el pibe giró y disparó con una escopeta. El policía se salvó de milagro”, detalló en su relato a LMN.
La persecución siguió por los techos y atraparon al joven cuando intentaba ingresar de nuevo a la casa de donde había salido. La escopeta la secuestraron en el techo y el pibe detenido resultó ser el hermano de Espiasse.
Como era menor, recuperó la liberad, pero cuando vieron su historial delictivo se ordenó su detención y fue trasladado al hogar de menores Suyai-Hue, en San Martín al 6500, cerca del aeropuerto neuquino.
Al rescate de su hermano
La madrugada del 6 de febrero de 1998, Martín Espiasse y tres cómplices ingresaron fuertemente armados y encapuchados al hogar para concretar la extracción de su hermano.
Tanto el sereno como el personal del lugar fueron maniatados y encerrados en una habitación. Al ver semejante despliegue, otros cinco pibes aprovecharon para fugarse.
“A ese pibe (por el hermano de Narigón) lo terminaron matando durante un asalto en Mar del Plata un par de meses después. Era muy bravo”, recordó otro policía que trabajó por aquellos años y que también mastica bronca porque nunca logró dar con Espiasse.
En el Alto Valle de Río Negro y Neuquén, los robos tipo comando continuaron. “Eran golpes muy violentos”, contó el investigador. La sombra de Espiasse y de sus secuaces fue asociada a cada uno de los atracos importantes.
Mientras hacía pie firme en el hampa neuquino, su vehemencia lo llevó a enfrentarse con algunos otros delincuentes neuquinos, que le habían tendido una mano cuando llegó huyendo de Chubut.
Fue así que tuvo una fuerte disputa con un viejo conocido delincuente del barrio San Lorenzo que supo ser puntero del MPN. Una noche, en medio de una discusión, el neuquino le arrebató la Magnun 357 y disparó al pecho del Banana. La suerte estaba del lado de Espiasse, que realizó un raudo giro y el proyectil le rozó el pectoral derecho. La cicatriz lo engrandeció aún más, a tal punto que la exhibía como una suerte de medalla.
El crimen del sargento Jara
El mote de “matapolicías” se lo ganó por el crimen de Chubut, pero dos meses después, hubo un caso similar en Neuquén, en el que asesinaron al sargento Gabriel Jara (42). Y no son pocos los que lo vinculan al recién llegado Banana.
Junto con un compañero, Jara había recibido el dato de que Espiasse andaba de regreso en la provincia, escondido de la policía de Chubut. Esa mañana, el sargento que trabajaba en investigaciones, reconoció a unos delincuentes en la esquina de Intendente Carro y Misiones.
Cuando los llevaba contra una pared para el cacheo, uno de los hombres abrió fuego y Jara quedó en el medio del cruce de disparos que hubo entre su compañero y los delincuentes.
Jarita, como le decían en la Policía, no tuvo tiempo de sacar el arma y recibió tres tiros, el letal en la cabeza.
La Policía neuquina concretó en unas pocas horas la detención de dos de los tres atacantes involucrados. Unos días después apresaron al supuesto tercer implicado, pero en el juicio quedó sobreseído. Varios investigadores de entonces en Neuquen, se cansaron de repetir y lo dicen aún hoy, que se trataba de un perejil. Están convencidos de que el verdadero responsable de la muerte de Jara fue Espiasse.
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