Tensión en la misa por el papa Francisco: abuchearon a Victoria Villarruel
La ceremonia estuvo marcada por un fuerte mensaje de unidad del arzobispo García Cuerva, que pidió superar las divisiones y seguir el legado de Francisco.
La despedida del papa Francisco en Buenos Aires estuvo marcada por un momento tenso y polémico. La vicepresidenta, Victoria Villarruel, fue abucheada e insultada, por una parte, del público que se encontraba en las inmediaciones de la Basílica de San José de Flores, donde se celebró una misa en homenaje al sumo pontífice fallecido este lunes a los 88 años.
El hecho ocurrió tras finalizar la misa, cuando Villarruel se retiraba del templo para subir a uno de los autos oficiales. En ese momento, desde distintos sectores de la multitud comenzaron a escucharse gritos de repudio, como “¡Llevátela!” y otros insultos dirigidos a la funcionaria. Aunque el personal de seguridad intentó contener la situación con rapidez, los abucheos fueron evidentes y generaron incomodidad en la escena.
Este episodio puso en evidencia el nivel de tensión política que atraviesa la sociedad argentina, incluso en contextos religiosos. La presencia de Victoria Villarruel en la ceremonia no había sido anunciada públicamente, pero su aparición no pasó desapercibida para quienes se acercaron a rendir homenaje al Papa Francisco en su barrio natal.
La misa fue oficiada por el arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, quien encabezó la ceremonia en la Basílica de San José de Flores, un sitio profundamente simbólico en la vida del pontífice: allí, Jorge Bergoglio sintió por primera vez la vocación sacerdotal a los 17 años. En ese escenario, y en medio de un clima de recogimiento, el arzobispo dirigió una homilía cargada de reflexión y crítica social, que contrastó con la tensión vivida en las afueras del templo.
Un mensaje de unidad en medio del dolor
Durante su homilía, García Cuerva resaltó el legado de Francisco y habló de la esperanza como motor espiritual, incluso en medio de la tristeza por su partida. “En el corazón es de noche, pero también es un poquito el amanecer. No perdemos la esperanza del encuentro. Como su vida sigue siendo una luz en medio de la oscuridad, no está todo perdido”, expresó.
El arzobispo también retomó varios de los ejes centrales del pensamiento del Papa, recordando que fue una figura que incomodó a muchos justamente porque eligió no callar los problemas del mundo. “Si algo hizo Francisco fue no tapar los problemas, fue ponerlos en la mesa para generar debates, discusiones”, dijo, haciendo alusión a la manera en la que el pontífice abordó temas como la exclusión, el calentamiento global y la pobreza estructural.
“Nos planteó siempre la necesidad de recoger a los hermanos tirados al costado del camino”, agregó, en clara referencia a la línea pastoral que definió el papado de Francisco desde 2013. “Tal vez fue tan criticado porque puso los problemas sobre la mesa”, insistió García Cuerva.
Uno de los momentos más simbólicos de la misa fue cuando, antes de rezar el padrenuestro, el arzobispo pidió a todos los presentes que se dieran las manos: “No importa lo que piensa, no importa a quién va a votar, no importa de qué lado está. El día de la muerte del padre démonos la mano”. La frase buscó calmar ánimos y generar un gesto concreto de unidad en un contexto de gran polarización política.
El mensaje continuó en la misma línea durante el saludo de la paz, cuando García Cuerva advirtió que “la guerra empieza en el propio corazón” y remarcó que los argentinos tienen en la lengua “un arma poderosa con la que nos destrozamos”. También llamó la atención sobre la violencia que se multiplica en redes sociales y apeló a recuperar la convivencia, una de las grandes banderas de Francisco.
Una figura que incomodó al poder
La misa en Flores no solo fue una despedida al líder de la Iglesia, sino también un recordatorio del rol que Francisco tuvo como figura política y espiritual. Su cercanía con los excluidos, su insistencia en abordar los conflictos sociales y su decisión de no alinearse con ningún sector del poder lo convirtieron en un personaje admirado por millones, pero también criticado por sectores conservadores y antiperonistas, incluso dentro del país que lo vio nacer.
La abucheada a Victoria Villarruel en este contexto no es un hecho aislado, sino que se enmarca en un clima de tensión política creciente. Y, paradójicamente, ocurre en el mismo acto en el que se llamó a dejar de lado las diferencias y a practicar la “revolución de la ternura” que tanto predicó Francisco.
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