Las modificaciones serán introducidas a partir del lunes próximo. Cuáles serán los cambios en el bolsillo.
El próximo lunes, el Gobierno argentino introducirá modificaciones significativas en el esquema cambiario vigente desde diciembre de 2023. La principal novedad será la reducción del ritmo de depreciación mensual de la moneda local, que pasará del 2% al 1%, en línea con la desaceleración inflacionaria y las negociaciones en curso con el FMI. Esta decisión busca consolidar la estabilidad macroeconómica, aunque genera interrogantes sobre su impacto en el mercado financiero y las reservas del Banco Central.
La implementación de un crawling peg (deslizamiento cambiario controlado) del 2% mensual en diciembre de 2023 respondió a la necesidad de anclar expectativas tras una devaluación inicial del 120%. Sin embargo, con una inflación mensual que promedió 2,5% en el último trimestre —y una tasa anual que cayó del 211,4% en 2023 al 117,8% en 2024—, el equipo económico considera que mantener ese ritmo ya no es sostenible. El ajuste al 1% busca evitar que el tipo de oficial, clave para bienes transables (65% de la canasta del IPC), arrastre al alza otros precios en un contexto de menor presión inflacionaria.
La estrategia forma parte de una hoja de ruta diseñada a fines de 2023, que contemplaba abandonar el crawling peg si se consolidaban dos trimestres consecutivos de inflación moderada. Aunque el segundo trimestre aún no se confirma, el Gobierno adelanta el movimiento, vinculándolo también a las conversaciones con el FMI para un nuevo programa de financiamiento. Vladimir Werning, vicepresidente del BCRA, ya había advertido en noviembre que el esquema se había convertido en un factor inercial que replicaba aumentos en lugar de contenerlos.
Impacto en tasas de interés y tensiones en el mercado financiero
Paralelamente, el BCRA anunció este jueves un recorte de la tasa de política monetaria del 32% al 29% anual, sumándose a una tendencia iniciada en 2024. Esta medida, según la entidad, busca consolidar las expectativas de baja inflación. No obstante, analistas advierten riesgos: la combinación de tasas en pesos más bajas y un tipo de cambio que se aprecia podría incentivar la dolarización de carteras.
Según la consultora 1816, sin este ajuste, la tasa efectiva mensual en pesos equivaldría a un 1,7% en dólares oficiales, creando un diferencial insostenible del 20% anual. Esto explicaría el crecimiento explosivo de los préstamos en divisas —USD 4.300 millones desde septiembre—, que deben liquidarse en el mercado oficial, permitiendo al BCRA acumular USD 5.500 millones en reservas en ese periodo. No obstante, el fenómeno genera presiones en el mercado paralelo: el Contado con Liquidación (CCL) ha mostrado sobrecalentamiento, forzando al Banco Central a inyectar USD 1.000 millones entre diciembre y enero para estabilizarlo.
Equilibrios frágiles y desafíos futuros
La apuesta del Gobierno implica riesgos calculados. Por un lado, frenar la depreciación oficial podría ayudar a profundizar la baja inflacionaria, pero también reduce el atractivo de los instrumentos en pesos, incentivando la fuga hacia dólares. Además, la sostenibilidad del esquema depende críticamente de la continuidad en la caída del IPC y de un acuerdo con el FMI que brinde respaldo financiero.
Los datos recientes ofrecen señales mixtas: la apreciación del peso y la moderación en precios estacionales contribuyeron a la desaceleración, pero persisten incertidumbres sobre la capacidad de mantener este ritmo sin afectar la competitividad exportadora. El BCRA, por ahora, confía en que el nuevo crawling peg al 1% —junto con el control de la tasa de interés— permitirá navegar estos desafíos mientras negocia con organismos internacionales. El éxito de esta estrategia marcará no solo el futuro del tipo de cambio, sino también la estabilidad económica en un año clave para la administración actual.
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