Alejandra Zarza, el crimen que estremeció a Neuquén
El macabro homicidio de la joven embarazada, encontrada en una laguna de Valentina y el inquietante silencio que Nicolás Rinaldi ha convertido en su sombra.
El 13 de enero de 2024, Nicolás Rinaldi completó su condena. Hacía una década goza de libertad condicional, pero su vida sigue atada al crimen atroz de Alejandra Zarza que tenía ocho meses de embarazo. Ese hijo que llevaba en sus entrañas ella aseguró que era de él, pero los asesinos se encargaron de no dejar ninguna evidencia del feto.
El caso conmocionó a Neuquén en febrero de 2002 y el silencio de Rinaldi sigue siendo su mejor defensa y su mayor condena.
De Rinaldi se pudo saber y demostrar lo suficiente para condenarlo como participe necesario, aunque los investigadores de la época siguen convencidos que él estuvo presente y hasta sostuvo a Alejandra cuando moría.
Su estadía en la cárcel fue bastante tranquila. “Lo tuvieron mucho tiempo en enfermería y después le dieron trabajos extramuros”, confió una fuente que conoce la vida y obra de la U11. Con los presos que compartió pabellón habló poco y lo necesario. Nunca tuvo un compañero al que le confesara su oscuro secreto.
Los beneficios para Rinaldi
Los beneficios en prisión se debieron a los contactos fluidos que tenía su padre, Pedro Rinaldi, con el Movimiento Popular Neuquino (MPN). En el recorrido de esta historia podrán tener una magnitud de lo que fue don Pedro.
Rinaldi, desde que salió de la cárcel vive en la misma casa del barrio Unión de Mayo, ha mantenido un perfil bajo y nunca aceptó ser entrevistado. Es bastante rutinario.
Trabajó en un taller mecánico en Centenario, en una empresa de fumigaciones y en la actualidad, según fuentes oficiales, se dedica a realizar trabajos en madera y muebles.
Tiene dos hijas, una adolescente y otra de 25 años, cada una de distintas parejas. La relación con ellas se desconoce, pero ¿les habrá contado de Alejandra y el bebé? ¿Qué consejo les dará o solo se limitará a ser una sombra con el mismo ADN?
Atravesar esta historia no es sencillo, las 4.500 fojas del expediente (cuatro cajas), brindan algunas certezas, pero también datos tan crudos como cruentos. Dispónganse a bajar al infierno que Rinaldi le hizo vivir Zarza.
“Amor imposible”
Nicolás Rinaldi y Alejandra Zarza tenían una historia en común y el azar los terminó reuniendo. Ambos nacieron en marzo de 1976, él el 25 y ella el 31. A los dos sus madres los entregaron en adopción, consta en el expediente y además lo confirmaron los investigadores.
Se conocieron en el colegio nocturno cuando tenían 19 años, y ese pasado común los llevó a tener una relación mucho más estrecha.
El propio Rinaldi detalló en su declaración testimonial cómo era el vínculo con Alejandra. “Nos conocimos en el colegio nocturno. Siempre estuvimos en contacto y al finalizar el colegio, en 1995, esa amistad fue un poco más fuerte. Nos hacíamos confidencias uno a otro. En 1997, tuvimos una relación sexual, en virtud de que ella estaba anímicamente mal debido al alejamiento de su novio. Creo que fue un error. Además, esa noche habíamos bebido algo de alcohol. Luego seguimos como amigos y ella reanudó su noviazgo. Después me enteré, por ella, de que habían terminado. Yo era como su amor imposible”, declaró Rinaldi.
“Volvimos a tener una relación y cinco meses después me entero de que ella cursaba el segundo mes de embarazo, por lo que se originaron discusiones debido a que yo no reconocía el embarazo como mío”, explicó al inicio de la investigación en 2002.
Por esos años, Nicolás tenía conflictos con su identidad sexual. Si bien presumía de ser una suerte de don Juan, solía ir a los alrededores de la vieja terminal de ómnibus, ubicada en el Bajo neuquino, para tener encuentros con travestis y gays.
Pero, además, tenía un modo muy particular de actuar con las mujeres, cosa que se investigó y figura en el expediente.
“Mantenía relaciones sexuales sin cuidarse y si quedaban embarazadas, les daba Misoprostol, droga que sirve para interrumpir los embarazos de menos de 12 semanas de gestación, es decir, tres meses. Al menos se descubrieron seis casos donde había provisto de Misoprostol a las chicas, en tres de los cuales llegaron al hospital con un aborto en proceso, por lo que fueron asistidas”, reveló una importante fuente de la causa.
Cuando supo del embarazo de Alejandra, Nicolás, que carecía de voluntad para el trabajo, estaba en pareja con Jessica Yornet, con quien tenían una hija de 3 años y vivían en calle Belgrano 2010, bajo el mismo techo que Pedro Rinaldi, su padre.
Un padre oscuro y temerario
Pedro Rinaldi arribó a Neuquén a fines de los 70 procedente de Bahía Blanca. Había estado en la base naval de Puerto Belgrano, que era un centro clandestino como lo fue La Escuelita en Neuquén.
“Vino enviado por los servicios de inteligencia de la dictadura para ver cómo se manejaba la juventud neuquina”, confió otra de las fuentes que tuvo que hilvanar la historia familiar del joven.
Del pasado de don Rinaldi nadie hablaba, pero todos sabían que era siniestro.
En esos años de dictadura, el hombre tuvo muy buena acogida en el Movimiento Popular Neuquino (MPN), donde se le tenía mucho respeto.
Se abocó a dar vóley en los colegios y era sumamente estricto. “Era un hijo de puta rigorista. En ese tiempo maltrataba a todos, pero a los gordito los mataba. Creía que con ese trato uno se volvería más competitivo”, contó un ex alumno.
Otros ex alumnos e investigadores que trabajaron en el crimen de Zarza dieron definiciones mucho más duras respecto de este oscuro personaje que es clave en la historia.
Al poco tiempo de llegar a Neuquén, a don Pedro y su esposa se los veía con un bebé en los brazos. Se trataba de Nicolás Rinaldi, quien había nacido el 26 de marzo de 1976 en Neuquén.
“Cuando se avanzó en el caso, se investigó si el joven era hijo de desaparecidos y se remitieron datos y demás trámites a Buenos Aires. Finalmente, fue descartado”, revelaron.
Pedro Rinaldi en Neuquén tuvo un crecimiento voraz, en especial a partir de sus vínculos con el partido provincial y la dictadura.
Desplazó a los profesores de educación física que estaban instalados hacía años en Neuquén y fue así como se convirtió en presidente de la Federación Neuquina de Vóleibol, de la que estuvo a cargo en distintos períodos en la década del 80, y hasta llegó a ser presidente de la Confederación Neuquina de Deportes en los 90 y a nivel nacional fue uno de los fundadores de la Federación del Vóleibol Argentino.
Una fuente, muy relevante en el actual escenario político provincial, en ese entonces estaba en la Secretaría de Deportes de la Provincia y recordó: “tuvimos que democratizar las federaciones. Pedro Rinaldi era muy heavy nos amenazó y hasta hacía llamadas durante la noche. No te das una idea lo que lo padecimos, pero pudimos recuperar la federación de vóley”, confió a LM Neuquén.
“Siempre se supo que tenía vínculos con el poder y muy fuertes, de ahí las presiones que se hicieron sentir durante la investigación”, confió un informante, a la vez que otro reveló: “En diálogos con él, te trataba con mucho respeto, pero a las claras te dabas cuenta de que te estaba apretando. Era un tipo muy jodido”.
Otros contaron que recibieron llamados en medio de la noche y del otro lado de la línea solo se escuchaba una respiración. Métodos de coacción conocidos y que utilizó tanto para conservar con la federación de Vóley como para defender al hijo. Eso es lo que se denomina modus operandi. Era un ser oscuro y temible don Pedro.
En algún momento de la investigación admitió que había estado en Puerto Belgrano, Bahía Blanca, pero como electricista, profesión muy demandada por las fuerzas armadas en esos años. Además, aseguró que su familia no era “una mafia” y apuntó sus cañones contra el Poder Judicial, insinuando que Zarza tenía una relación con un magistrado.
Don Pedro falleció en agosto de 2011 tras una larga enfermedad, y nunca se logró obtener elementos para vincularlo en forma directa con la desaparición y el crimen de Alejandra Zarza. No obstante, para todos los investigadores fue el actor intelectual.
Alejandra Zarza contra el mundo
Alejandra Zarza era una joven emprendedora y laburante, y trabajaba como secretaria en el Tribunal Superior de Justicia. De ahí que don Rinaldi buscara desviar la atención que estaba centrada en su hijo apuntando a un vocal del TSJ.
Para la Justicia, Zarza se transformó en una piedra en el zapato porque no pudieron esclarecer el crimen de uno de los suyos.
Con Alejandra, la Justicia inauguró la autopsia psicológica, que consta en reconstruir la vida de la víctima a partir del relato de los integrantes de la familia, amigos, compañeros, profesores y demás personas que hayan tenido un vínculo fluido con ella.
En el caso de Alejandra, se pudo establecer que pese a ser adoptada, estaba a la vista que era adorada por su madre, sus tías, sus hermanos, primos y sobrinos. Le tenían muchísimo cariño y respeto.
“Alejandra estaba empoderada y se atropellaba el mundo. Cuando quería algo, iba tras ello. Para sus sobrinos era la tía piola porque los llevaba a pasear y a comer aquello que no les dejaban los padres. Y a los sobrinos más grandes era la primera en llevarlos a conocer un boliche. Era una tipa decidida”, afirmó una fuente que trabajó en el perfil de la joven.
A la hora de describir la relación con Rinaldi, explicó: “Ella estaba muy enamorada de él, por eso se bancó muchas cosas. No obstante, era tan guerrera que decidió tener el hijo pese a que él se negaba a reconocerlo”, confió dicha fuente especializada.
“Alejandra quería ese hijo y hasta se atrevió a enfrentarlo al padre de Rinaldi, tipo que estuvo en los servicios, y le dijo que ella lo iba a tener igual, le gustara o no, y le preguntó qué iba a hacer él al respecto. Literalmente, lo desafió a Pedro Rinaldi. Ahí, todos los que trabajamos en el caso, supimos que había desafiado a la persona equivocada”, se sinceró la fuente.
Engaño y culebrón
Cuando Rinaldi se enteró de que Alejandra estaba embarazada, en septiembre de 2001, se negó a reconocerlo y comenzaron los desaires y los tiempos muertos donde no se hablaban.
Yornet, que trabajaba como empleada doméstica, se enteró del engaño de Nicolás por medio de la tía de Zarza.
Furiosa llamó por teléfono a Alejandra. La idea era organizar una reunión con ella, “para ver la cara que ponía Nicolás cuando nos viera juntas”, confió Yornet en su declaración judicial.
La reunión al final no se concretó, pero las llamadas cruzadas entre las mujeres continuaron. A partir de ese momento, Yornet estalló en ira y quería irse, pero don Pedro no lo permitiría. Así que se cambió de habitación y ya no durmió más con Nicolás, solo vivían bajo el mismo techo según consta en el expediente.
Para Pedro Rinaldi, la niña que habitaba en su casa era su nieta, mientras que la criatura que se gestaba en el vientre de Zarza era un bastardo del que no quería saber nada e incluso en varias oportunidades le pidió a su hijo: “Arreglá esa situación”.
Nicolás le insistió a Alejandra para que abortara, pero en la cabeza de Alejandra eso no era una opción. De hecho, tenía pensado que si era nena se llamaría Constanza de los Milagros y si nacía varón sería Felipe Simón. El apellido sería Zarza a secas, siempre y cuando Rinaldi no se hiciera cargo.
El último control de embarazo se lo hizo el 18 de enero y el 21 una ecografía. Todo estaba normal, el médico solo le llamó la atención porque había aumentado 24 kilos y le recomendó cuidarse. Incluso, el ginecólogo recordó, ante la Justicia, que nunca le manifestó intención alguna de interrumpir el embarazo y que ya sabía que tenían que poner fecha para cesárea porque la criatura venía en posición podálica, es decir, de cola. Detalle que luego será clave.
La coartada del cine
El 19 de febrero de 2002, Yornet y Rinaldi coordinaron una salida juntos al cine Village. A la hija la dejaron en la casa de los abuelos maternos y se fueron en el VW Polo que tenían.
El ingreso al cine quedó registrado en las cámaras de seguridad. Iban a la función de las 22:15.
“Antes de sacar el ticket, Rinaldi le dijo a Yornet que no quería ver la película que ella había elegido, así que cada uno sacó entrada para una película distinta”, confió un pesquisa, que no dejó pasar por alto lo atípico de la situación y sus sospechas sobre el rol y la complicidad de Yornet sobre la que avanzó mucho la fiscalía en su momento.
Jessica ingresó a la sala 5 para ver “La gran estafa”, mientras que Nicolás tenía entrada para la sala 6 donde daban “Alta velocidad”.
Yornet ingresó, pero Rinaldi no. Él salió del centro comercial por un punto cierto, es decir, un sector que no tomaban las cámaras de seguridad.
Se cambió de ropa en el auto, porque ya tenía arreglado desde la tarde pasar a buscar a Alejandra por su casa de calle Irigoyen 565 para reunirse.
Es decir, tenía todo planificado y hasta calculados los horarios.
“La reunión con Nicolás le hizo gran ilusión a Alejandra, por lo que se lo comentó a la hermana. Suponemos que ella esperaba que él reconociera al bebé”, dato que después aportaron sus familiares al expediente.
Desde el teléfono púbico del ADOS, sobre Avenida Argentina, a las 22:49 Rinaldi llamó a la casa de Zarza para avisarle que la esperaba en la esquina. Ella salió y una vez que subió al Polo, se fueron para el mirador del Balcón del Valle, donde había un par de vehículos estacionados cuyos ocupantes atestiguaron haberlos visto juntos en el lugar. “Era una noche clara y se veía perfectamente”, aseveró uno de los testigos.
De lo aportado, dan cuenta que observaron una escena dentro del Polo: “El muchacho la tenía agarrada de los brazos como zamarreándola y levantó la mano con signos de pegarle, pero no puedo precisar si la golpeó. Estuvieron media hora y después se fueron”, dice la declaración de un joven que se presentó espontáneamente en la Justicia cuando la imagen de Alejandra desaparecida fue publicada en los medios.
A su vez, Yornet admitió a las autoridades: “Sí, él la llamó, la pasó a buscar a la casa, fueron al mirador, estuvieron charlando y aparentemente el problema se inició cuando él le decía que quería hacerse un ADN y después le dijo ‘sos una puta de mierda, abrís las piernas con cualquiera’, o algo así. Ella se bajó del auto y se fue. Él después fue al cine y se encontró conmigo”, atestiguó Yornet que vivía en la misma casa, pero en distinta habitación y hasta ingresaron a salas distintas esa noche de cine en que Alejandra desapareció.
Que Rinaldi volvió al cine está acreditado porque ingresó por un sector de cámaras donde quedó registrado.
Respecto de lo que ocurrió con Zarza en el auto, Rinaldi brindó hasta tres versiones distintas. Incluso, cuando lo citó la Justicia “acudió con la entrada del cine, sin tickar, en la mano”, confió un judicial que intervino en la investigación.
Cuando estuvo detenido, a sus compañeros de celda les cambiaba la historia, aunque siempre concluía con la misma pregunta: “¿Cuánto me pueden dar por esto?”.
“Dijo que discutieron y la dejó en su domicilio”. “Contó que luego de discutir, la llevó y la dejó en calle Islas Malvinas y Avenida Argentina”. “Dieron unas vueltas por el Bajo, fueron al Balcón del Valle y discutieron”. Esos son los tres relatos y en ninguno brindó una precisión horaria.
Que Alejandra se bajó del auto es solo una teoría de Rinaldi, no hay nada ni nadie que pueda comprobarlo. Lo cierto es que, del mirador, la joven embarazada fue conducida a su muerte.
Cuando Alejandra no llegó a la mañana siguiente, la familia llamó a Nicolás, que fingió desconocer su paradero, y a partir de ahí radicaron la denuncia en la Comisaría Primera.
Se rastrilló toda la zona del Balcón del Valle, la meseta y la costa del río Neuquén.
Durante días se trabajó en la búsqueda y, el 26 de febrero, un vecino de Valentina Sur notificó el hallazgo de un cuerpo. Era el de Alejandra. Estaba en una laguna, en medio de una cantera en el acceso a Balsa Las Perlas, ubicada a 500 metros del río Limay. Es decir, a unos 10 kilómetros del lugar donde la vieron por última vez con vida.
El horror
A partir del hallazgo del cuerpo, los peritos y los forenses recién pudieron reconstruir todo lo que le habían hecho a la joven. Hasta ese momento, solo buscaban a una chica embarazada desaparecida con dos hipótesis centrales: un crimen o un suicidio.
Zarza apareció boca abajo a metros de la orilla de la laguna. Su cabeza estaba calva y una de sus piernas desaparecida por la acción de los animales. El cuerpo presentaba un avanzado estado de putrefacción.
“Tuvimos que empujar con mucha suavidad el cadáver para evitar que se desarmara. Fue muy complejo retirarlo de la laguna”, explicó a LMN uno perito que intervino en el lugar donde descartaron el cuerpo de Zarza, que obviamente no fue la escena del crimen.
Durante la primera autopsia se observó que el cuerpo de Zarza había sido lavado antes de arrojarlo a la laguna.
El cadáver fue exhumado para una segunda necropsia pedida especialmente a Carlos Losada, titular del Cuerpo Médico Forense.
Se pudo relevar que Alejandra había sufrido una patada en la zona lumbar derecha y ese golpe fue el que desencadenó el parto. Se observó que solo había sangre en las venas de la ingle, es decir que estuvo con las piernas flexionadas en posición de parto.
“Cuando está el feto en posición podálica, la cabeza del niño se traba y no se puede sacar como en un parto normal, sino que hay que hacer cesárea”, detalló otro especialista.
Lo cierto es, y así lo expusieron en ambos juicios, que a la criatura lo arrancaron del interior de Alejandra a tirones.
“Esto provocó que el útero se diera vuelta como un guante y la vaciaran por dentro. El niño no salió vivo sino destrozado”, reveló el especialista.
La mecánica de la muerte de Zarza fue por asfixia. Lo que suponen los expertos que trabajaron en el caso es que los gritos de dolor de Alejandra motivaron a los autores a taparle la boca con tal intensidad, que terminaron asfixiándola. Pero a esa altura, estiman que por el dolor ya habría quedado en estado de inconciencia.
Con Zarza muerta, los asesinos la pusieron en el baúl del auto de Rinaldi y fueron a tirarla al río Limay, pero como vieron gente, se dirigieron hasta la laguna de la cantera donde la encontraron una semana después.
El feto y el útero nunca fueron localizados. La respuesta científica da cuenta de que los animales de la zona se comieron todo en cuestión de horas. No obstante, la fiscalía en su momento hizo drenar una laguna completa sin resultados.
El polen lo condena
Las pesquisas criminalísticas y forenses fueron claves; de lo contrario, nunca se habría podido condenar a Rinaldi. El hecho de haber sido el último en ser visto con Zarza no lo convierte en autor, solo en sospechoso.
La situación de Nicolás Rinaldi cambió cuando arribó a Neuquén el perito Guillermo Polischuk para analizar unos gránulos de polen que habían relevado los forenses.
Polischuk, en esos años, era el criminalístico más formado en el reconocimiento de polen en todo el país.
Los gránulos se encontraron en el auto de Rinaldi, del lado del conductor, el acompañante y el trasero, de ahí la hipótesis de las tres personas.
También había en los talones de Zarza, lo que indica que al cuerpo lo tomaron por las axilas y los talones fueron a la rastra por la tierra hasta que lo arrojaron a la laguna.
Además, estos gránulos aparecieron en la ropa que se secuestró en la casa de Rinaldi. Los tenía adheridos a la suela y la tela de las zapatillas que lavó ni bien llegó a su casa la madrugada del 20 de febrero.
Polischuk explicó que ese gránulo era de una especie acuática, la Ludwigia uruguayensis, que solo en la laguna donde fue arrojado el cadáver de Zarza avanza parcialmente sobre su margen. Además, estaba en plena floración.
Estos gránulos tienen una particularidad: por más que se lave la prenda, quedan adheridos porque están compuestos de una sustancia pegajosa. También se hallaron en las alfombras delanteras y traseras del Polo de Rinaldi.
De esto se agarraron los jueces para decir que Rinaldi, de mínima, había prestado colaboración para arrojar el cuerpo de Zarza a la laguna.
Perfil de Rinaldi
Nicolás Rinaldi, según los forenses que lo entrevistaron, no tenía rasgos psicopáticos, pero tampoco se mostró demasiado colaborativo. Encima, guardaba sus propios secretos y le incomodaba que dos profesionales estuvieran hurgando en su personalidad.
Los forenses advirtieron en sus informes: “Se destaca cierta timidez y escasa sociabilidad. Evita las situaciones difíciles. Tiene dificultades en el proceso de toma de decisiones y prefiere que otros las tomen o asuman la iniciativa”.
Lo advertido por los expertos son datos muy interesantes a la hora de reconstruir esta historia.
Nicolás sabía que no contaba con su padre para nada, se debía limitar a formar una familia y el hijo bastardo era sinónimo de deshonra, iba contra las formas aprendidas y el qué dirán del círculo de poder que frecuentaba su papá.
Para tratar de “arreglar la situación”, frase que le repetía como un mantra don Pedro, Nicolás, entre marzo y mayo de 2001, le ofreció a un empleado 800 pesos “para meterle un tiro en la panza a Alejandra”, reveló el joven, que rechazó la oferta y declaró en juicio.
Ante este escenario, de un hijo que no podía “arreglar la situación, se presume que don Pedro decidió tomar el toro por las astas. Fue así como se encargó de la logística y mano de obra de lo que sería la “operación Zarza”.
Operación Zarza
La operación era sencilla. “La iban a linchar y después la iban a tirar al río Limay para fingir un suicidio”, admitió una fuente judicial de la investigación.
Los pasos ideados eran bastante simples, pero los ejecutores no eran profesionales sino un par de salvajes que actuaron en conjunto con Nicolás Rinaldi.
El cine fue parte de la coartada al igual que Yornet. No obstante, los investigadores siempre tuvieron la sensación de que Yornet siempre tuvo muy claro lo que ocurrió.
Rinaldi supuestamente no quería dañar a Alejandra, de ahí que algunos intuyen que la llevó al Balcón del Valle para convencerla de abortar, algo inimaginable con ocho meses de gestación y más por todo lo que Zarza ya había decidido.
Ese último fracaso llevó a Rinaldi a ajustarse al plan. En el Polo condujo a Alejandra a lo que sería su último destino. Cuánto poder tenía don Pedro en un inseguro joven de 25 años que, convengamos, tampoco quería renunciar a ciertas comodidades.
“Todo sucedió en Balsa Las Perlas”, afirmó un investigador, mientras que otro supone que pudo haber sido en un taller que tenían los Rinaldi. Pero la teoría de Balsa Las Perlas parece más convincente porque, por el perfil de don Pedro, no iba a permitir dejar rastros que lo incriminaran. De hecho, así sucedió: nunca se lo pudo vincular directamente a los hechos.
Nicolás llevó a Alejandra hasta una casa en Balsa. Cuando la chica advirtió lo que se aproximaba, luchó. Fue ahí que le dieron una o varias patadas en la zona lumbar y se desencadenó el parto.
Eso no estaba previsto para los asesinos, por lo que tuvieron que improvisar.
La historia toma dos posibles caminos. El primero es que Nicolás haya dejado a los cómplices con Zarza y se haya ido a buscar a Yornet al cine. Esa parte del plan no se la podía saltear por nada del mundo porque si no su coartada se venía a pique. Luego, regresó y se encontró con el desastre que habían hecho y fueron a arrojar los restos a la laguna. Es por lo que aparecieron huellas de polen en las distintas partes del auto, lo que siempre hizo presumir la participación de dos personas más.
La segunda teoría, que la comparten quienes pasaron más de una noche en vela trabajando en el caso, es que “Rinaldi estuvo ahí presente”.
Esa hipótesis esa así: la patearon, se desató el trabajo de parto y la pusieron en posición para recibir a la criatura. Rinaldi se puso a la par de Alejandra y los otros dos salvajes, cuando vieron salir a la criatura, comenzaron a jalar.
“Esos dolores que debe haber sufrido la chica de seguro motivaron que gritara mucho y llegara a cierto estado de inconciencia donde al taparle la boca, para que no escucharan los vecinos, la mataron por asfixia mecánica, tal como lo demostró la autopsia”, recordó un especialista.
Todo esto podría haber durado una hora y media. La data de muerte va entre las dos y doce horas después de las 23 del 19 de febrero. Para los expertos, fue la muerte se produjo en la madrugada del 20 de febrero.
Siguiendo esta línea, Rinaldi buscó a Yornet, pasaron a retirar a su hija por la casa de los abuelos maternos y las llevó a su casa. De ahí, regresó para deshacerse de los restos, que arrojaron a la laguna que se formaba al costado de una ripiera que está camino a Balsa Las Perlas.
A 23 años del crimen, el silencio de Rinaldi solo alimenta la sensación de impunidad que sigue latente.
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