Enfrentamiento en Peñas Blancas: una filosa daga, un jinete herido y un ajuste de cuentas que pudo ser trágico
Tras la violenta pelea en el tranquilo poblado, la justicia cipoleña fijó una condena en suspenso y pautas de conducta para el agresor.
El sol caía despacio sobre el horizonte polvoriento de Peñas Blancas, localidad rionegrina ubicada a unos 35 kilómetros de Catriel. Las sombras de los álamos marcaban líneas irregulares en el suelo del viejo corral, donde todo comenzó. A lo lejos, el galope de un caballo avanzando rápido anunciaba que algo estaba por romper la tranquilidad del campo. Olía a un enfrentamiento seguro y viejas cuentas pendientes.
Ramón Salazar estaba ahí, firme, esperando con la carabina en las manos, el caño brillante bajo la luz de la tarde. Había apuntado al cielo y disparado, en señal de alerta. Pero en el aire flotaba algo más que el eco del estampido. Pedro Juárez galopó hacia él. Se acercó al corral, desmontó de un salto y avanzó hacia Ramón. La pelea no se demoró y el forcejeo fue brutal, un intercambio de empujones y tirones que terminó con el arma en el suelo.
La carabina quedó a un costado pero Ramón no se dio por vencido, llevó su mano a la espalda. De allí sacó una daga de casi cuarenta centímetros. Brilló un segundo antes de que el corte se lanzara al aire como un relámpago. El blanco fue el pobre caballo que se alzó con un grito de dolor cuando la hoja le cortó la cara. Retrocedió asustado, levantándose en dos patas, y Pedro, su jinete, tambaleó, buscando equilibrio. Fue en ese instante, con el hombre desestabilizado, que Ramón vio su oportunidad. La daga volvió a buscar su objetivo, esta vez directo al torso.
El metal encontró la carne y dejó una marca a la altura del tórax, del lado derecho. El golpe fue certero. Pedro cayó, pero no se rindió. En el suelo, entre la tierra y la sangre, trató de detener al agresor, pero Ramón ya había montado su caballo y escapó.
Aquella escena, reconstruida a través de testimonios y pericias, marcó el desarrollo de la causa que llegó a los tribunales de Cipolletti, donde Ramón fue juzgado por lesiones leves. En un juicio abreviado el acusado aceptó su responsabilidad penal y se llegó a un acuerdo entre las partes. Ramón y Pedro son nombres ficticios, puesto que en el fallo original se los identifica como P. N. M. y M. E. M.
La Fiscalía calificó el hecho como lesiones leves, según los artículos 89 y 45 del Código Penal, sustentando la acusación con pruebas testimoniales, el informe del médico policial y la declaración de la víctima, Pedro Juárez. Las lesiones certificadas incluyeron una herida cortante en el tórax, excoriaciones en el rostro y daños en el caballo que montaba.
Acuerdo y condena judicial
El acuerdo, homologado por el juez Guillermo Merlo, fijó una pena de un mes de prisión en suspenso para Ramón Salazar, junto con pautas de conducta a cumplir por dos años. Estas incluyen mantener un domicilio fijo, abstenerse de consumir alcohol en exceso, evitar cualquier tipo de contacto con la víctima y no acercarse a menos de 300 metros de su domicilio.
La sentencia, que adquirió firmeza en el día de la audiencia, también dispuso notificar a la víctima sobre sus derechos según la Ley 24.660 y ordenó el seguimiento del cumplimiento de las pautas de conducta.
Así, lo que comenzó como un enfrentamiento bajo el sol de Peñas Blancas terminó con una condena judicial que busca garantizar que hechos como estos no se repitan.
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