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Omertá: el silencio obligado de los barrios

Las bandas narcocriminales dominan determinadas barriadas tal punto que el encierro y el silencio es una forma de supervicencia de los vecinos.

En muchos barrios vulnerables y marginales, la vida cotidiana está marcada por una regla no escrita, un pacto de silencio que recuerda a la omertá de la mafia italiana. La omertá es una ley no oficial que alguna vez estuvo ligada al honor y a la protección dentro de comunidades criminales, hoy sirve como una herramienta de sometimiento de las bandas narco sobre los vecinos.

En los barrios donde el narcomenudeo domina, por ejemplo, Villa Ceferino, el poder se ejerce con una violencia abrumadora a tal punto que todos viven encerrados. Las plazas públicas que deberían ser espacios de encuentro se convierten en territorios de amenaza.

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Se recrudece la guerra narco en Villa Ceferino.

Se recrudece la guerra narco en Villa Ceferino.

El terror y la captación

La omertá que antes era símbolo de lealtad hoy se utiliza como mecanismo de coerción: nadie denuncia, nadie se involucra, y quien se atreva a hablar puede enfrentar represalias brutales.

La violencia no solo es explícita en balaceras, asesinatos o golpizas. También es silenciosa, insidiosa, y está en las miradas de advertencia, en las amenazas veladas y en los rumores que recorren las calles.

Para los vecinos, el narco no es un extraño: es el hijo de alguien, un amigo de la infancia, o incluso un vecino que ofrece “ayuda” cuando las instituciones han fallado. Este entramado refuerza la idea de que o se es cómplice, aunque sea de manera involuntaria, o se es víctima.

El problema no es únicamente de quienes integran estas bandas narco, sino también del vacío que deja el Estado en estos barrios donde los jóvenes se convierten en presa fácil para las organizaciones criminales, que los seducen con dinero fácil y una falsa sensación de poder. Así, el ciclo se perpetúa: los jóvenes que entran al circuito narco terminan siendo los nuevos opresores de su propia comunidad.

villa ceferino narcos

Encrucijada y abordaje integral

Mientras tanto, los vecinos quedan atrapados en una encrucijada. Por un lado, el temor los paraliza; por otro, la falta de alternativas reales les impide tomar acciones efectivas. Incluso cuando las fuerzas de seguridad intervienen, el problema no desaparece. Las detenciones son puntuales, pero no resuelven el tejido social roto que permitió que estas bandas prosperaran.

Romper con esta dinámica exige un abordaje integral: la presencia sostenida del Estado con políticas públicas reales, el fortalecimiento de redes comunitarias y la creación de espacios seguros para que los vecinos puedan hablar y contar aquello que los agobia y encierra. Hasta entonces, el silencio seguirá siendo el idioma de los barrios, un silencio impuesto, nacido del miedo y sostenido por la violencia.

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